Orgullo es arte
La potencialidad queer
Por Mariangela Giaimo / Jueves 24 de setiembre de 2020
«Dancing Sailors», de Charles Demuth (1917)
De entre las estanterías se desprenden tres libros que se escriben en pasado pero reivindican en futuro; un recorrido con perspectiva histórica por las manifestaciones artísticas y culturales queer que nos recomienda Mariangela Giaimo a partir de tres lecturas: Utopía Queer, Art & Queer Culture y Orgullo.
Este mes de setiembre, institucionalizado como Mes de la Diversidad, es la excusa perfecta para acercarse a tres libros con propuestas diferentes y complementarias sobre la temática: arte, historia, pensamiento y activismo.
Utopía Queer. El entonces y allí de la futuridad antinormativa, de José Esteban Muñoz (2009; Caja negra, 2020)
Primero. Empiezo por este libro, un ensayo para adentrarnos en la teoría queer y la filosofía en general, con especial interés en Kant, Hegel, la escuela de Frankfurt y Ernest Bloch. Escrito en 2009, propone una identificación de la búsqueda de un futuro diferente, queer, a partir del discurso de artistas y escritores; imagina otro contexto político para las disidencias sexogenéricas. En esos años, en Uruguay ya se comenzaban a sentir las reivindicaciones y la consolidación de derechos a la diversidad sexual. Justamente, si se quiere profundizar sobre la historia del movimiento uruguayo, el libro De los baños a la calle, de Diego Sempol, explica y cartografía desde 1984 hasta 2013 las estrategias y acciones adoptadas para politizar la sexualidad (entre ellas, la Marcha de la Diversidad, que se realiza en el país cada setiembre).
En este caso Muñoz propone la desmitificación de signos y símbolos dominantes. El título original es Cruising Utopía y ya el prologuista nos advierte de su compleja traducción: cruising podría traducirse como «yirar» o «merodeo con intención erótica», términos que invitan a indagar en un modo de desear algo que está siempre en un horizonte y que nos puede guiar el futuro. Un futuro que no es solo de reproducción heterosexual, antinormativo, de políticas disidentes. El arte se consolida entonces como el lugar de lo anticipatorio. Muñoz —que era profesor y jefe del Departamento de Estudios de Performatividad en La Universidad de Nueva York y la Escuela Tisch de las Artes— hace un rastreo desde el período de Stonewall y las revueltas del 69 en esa ciudad, desde una escritura que atraviesa lo subjetivo y lo asociativo, entendiendo que el futuro debe estar al servicio de la subalternidad.
A partir de la utopía, Muñoz atraviesa varias propuestas artísticas. Solo un ejemplo de los muchos que mastica en el libro: la serie de fotografías de Kevin McCarthy, The Chameleon Club, escenarios de bares punk y al mismo tiempo queers, vacíos, monumentales, que nos trasladan hacia la soledad, la perfomance, la noche y la música —que allí sonaba— como referencia de salvación. Recordemos «I will Survive» de Gloria Gaynor, apropiada por la comunidad queer, así como otras canciones de la cultura dance. En esta serie de McCarty se puede ver «la naturaleza de la performatividad utópica en los espacios subalternos», dice Muñoz, escenarios nocturnos a los que dota de un poer transformador y los asocia al ethos de una fiesta que critica pasados y potencia futuros.
Art & Queer Culture, de Catherine Lord y Richard Meyer (Phaidon, 2013)
Segundo. Otro abordaje es el que hace este bellísimo libro de la editorial Phaidon, con un gran diseño, estructurado en: un prefacio, dos textos que abarcan los períodos de 1885-1980 y 1980-2013, las propuertas asrtísticas referenciadas en los textos y, finalmente, una pequeña biografía de lxs artistas.
Los autores invitan a recorrer las obras de artistas que trabajan con formas alternativas de la sexualidad, es decir, que amplían los límites de las identidades disidentes. En este caso, el término queer del título da cuenta, según los autores, de la imposibilidad lingüística de significar todas las prácticas culturales que exceden la heteronormatividad. Entienden que, más que asociarse a una orientación sexual, implica un lugar entre la fantasía y el peor de los miedos.
Lo interesante de esta propuesta es el panorama que realizan sobre 250 artistas: para eso reproducen y contextualizan una obra por artista, sin importar su desarrollo en el campo artístico. De esta manera, este libro es una joyita para tener como recopilación del escenario anglo-norteamericano y europeo, segmentación que los propios autores asumen como una punto débil de la publicación. Además, el libro está inglés, lo que subraya también ese corte que los propios autores aceptan y marcan en su texto.
El punto fuerte de este libro es el diálogo entre arte y cultura queer que incluye todo tipo de lenguajes, soportes y categorías, y expande así los límites también del campo del arte. Siguiendo con el tema de los bares, hay una obra fotográfica de Nan Goldin, «Cookie at Tin Pan Alley» (1983) de la serie Balada de la dependencia sexual, que muestra a la actriz y escritora Cookie Mueller en el mítico bar neoyorkino en el que, según la propia fotógrafa, se mezclaban turistas japoneses con bandas como The Clash o el comercio sexual. Mueller murió de sida en 1989.
Orgullo, 50 héroes. 5 décadas de lucha LGTBI+, de Josema Busto (Bruguera, 2019)
Tercero. Por último, este es un libro ilustrado que rinde homenaje a los 50 años de Stone Wall a través de 50 personajes que han contribuido a lograr la visibilidad y los derechos de la comunidad LGTBI+. Es ese tipo de libro que selecciona una serie de personas y las identifica con algunos rasgos sobresalientes —existe una abundante producción editorial en materia de cultura y feminismo—, y las sitúa en determinados momentos de la historia.
Escrito con una prosa simple, el libro junta a Pedro Almodóvar, Wendy Carlos —pionera de la música electrónica—, la diosa Artemisa, personajes de videojuegos y otras personalidades de la vida real y la ficción. Nos presenta personas que abiertamente han sido activistas, con vidas ejemplarizantes y otros casos que, si bien no entran en estas categoría, han ayudado en cierta manera —desde una construcción del saber popular— a visibilizar la cuestión queer.
Las ilustraciones de Josema Busto son sencillas y funcionan como nexo de unión con los textos explicativos. Estos son breves y muy accesibles para jóvenes y adolescentes, a quienes se puede regalar el libro, para reconocer que existen otras maneras de vivir y construir subjetividades. Como dice el texto sobre dos personajes de animación: «los niños también están preparados para entender que en las historias de amor puede haber diversidad.»
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