revisión de obra
Nick Hornby: Alguien como yo
Por Patricia Turnes / Miércoles 27 de julio de 2022
Detalle de portada de «Alta fidelidad» (Anagrama, 2020)
Hay autores o autoras que nos acompañan en diversas etapas de la vida, que se unen a nuestra experiencia de una manera constitutiva. Patricia Turnes recuerda la primera lectura de Alta fidelidad, de Nick Hornby, en Piriápolis casi treinta años atrás. Después, repasa una obra que parece no envejecer. Y hasta hace una lista de favoritos, para seguirle la cabeza a Nick.
En 1995 yo tenía veinticuatro años, vivía en Montevideo y estudiaba Ciencias de la Comunicación. Todavía no existían influencers ni youtubers ni ticktockers, pero sí unos raros especímenes llamados periodistas culturales: ellos eran quienes marcaban tendencia en cuanto a qué libro leer, qué película ver, qué disco escuchar. Yo era muy fan en aquel entonces de El País Cultural. Tuve la suerte de escribir en aquel suplemento y de conocer al mismísimo Homero Alsina Thevenet –modelo de virtud para todos quienes queríamos dedicarnos al periodismo en aquel momento– y a un joven periodista que además era escritor y cineasta en ciernes llamado Álvaro Buela.
En verano solía irme a Piriápolis. Aquel año tuve la suerte de que mis vacaciones coincidieron con las de mi amiga Sabrina, así que nos fuimos juntas. Ella, que trabajaba como niñera durante el año, no soportaba el bullicio de los niños que jugaban al fútbol, ni el ruido que producían las madres que llamaban a sus hijos a los gritos. En sus días libres necesitaba estar tranquila, lejos de toda fuente de contaminación sonora. Me llevó hasta una playa bastante más alejada de la que solía ir. Había que pedalear diez minutos más en bicicleta para llegar hasta aquel lugar agreste, pero una vez que estabas ahí te sentías en paz.
Ahí estábamos mi amiga y yo, sentadas en la arena de la playa de Piriápolis. Yo tenía el suplemento cultural apoyado sobre unas rocas y leía una reseña que había escrito Álvaro Buela sobre Alta fidelidad, la primera novela del escritor británico Nick Hornby. Había que luchar un poco contra el viento para poder leer en aquella playa que había elegido mi amiga.
No existía en aquel entonces ningún aparatito que centralizara tu vida –incluso la información que leías–, ni que te bombardeara con mensajes, ni del que tuvieras que estar pendiente las veinticuatro horas del día. En consecuencia, podías desarrollar vínculos profundos cara a cara con las personas y para acceder a los objetos que se te antojaban tenías que hacer un esfuerzo, caminar una cierta distancia. Por aquellos años si querías un diario, por ejemplo, tenías que comprarlo en un kiosco y llevarlo luego en tu mochila hasta el lugar en el que quisieras leerlo. Una vez que llegabas a ese lugar, podías desconectarte del todo, sumergirte en la lectura por completo, con el valor agregado del olor del papel recién impreso. Era todo un ritual.
Aquellas vacaciones con mi amiga en la casa de mis padres de Piriápolis fueron divertidas: de día íbamos a la playa, subíamos cerros, comíamos mejillones, tomábamos vino. Casi todas las noches íbamos hasta el video club que quedaba enfrente al supermercado a sacar películas en las que actuaba Winona Ryder. Nuestra otra actividad favorita era hablar de bueyes perdidos, como la vez que Sabri me convenció de que tenía que darles una oportunidad a Beavies & Butthead. Pasaban esos dibujitos en MTV, pero yo no lograba entenderlos. Fue ella quien me hizo disfrutar de ellos.
Cuando terminaron las vacaciones con mi amiga volvimos a Montevideo. Me acuerdo como si fuera hoy: fui hasta Soriano y Zelmar Michelini y, decidida, compré la primera novela de Nick Hornby en Beltrame Regina, una librería bien paqueta en la que yo tenía cuenta.
Podría decir, sin exagerar, que aquella novela cambió mi vida. La adolescente tardía que yo era supo, después de leer Alta fidelidad, que ya no se conformaría con ser periodista cultural: también quería ser alguien como Nick Hornby, escribir novelas profundas a la vez que pop y divertidas.
Había algo ameno en su manera de escribir que me hacía sentir que no tenía que ser una erudita para escribir una novela. No me pareció frío ni lejano como Bret Easton Ellis o David Leavitt –dos escritores que me gustaban mucho en aquel momento–. Me identifiqué con los problemas de sus personajes, imperfectos y muy humanos. Su prosa era cercana a la de Raymond Carver o incluso a la de Lorrie Moore, dos escritores que también había descubierto por aquel entonces.
El protagonista de Alta Fidelidad es un treintañero, Rob, dueño de una tienda de música. A los treinta y seis años su novia Laura decide abandonarlo a causa de su incapacidad para comprometerse seriamente con algo. La desesperación aumenta cuando descubre que su ex ha comenzado una relación sentimental con el vecino del piso superior, al que Rob siempre ha odiado.
Algo que caracteriza a Rob es la obsesión por hacer listas a diario que recogen sus gustos. Junto a Barry y Dick, sus inseparables compañeros de trabajo, discuten también a diario cuáles son sus canciones favoritas, los mejores discos que han escuchado en sus vidas, cuáles son los mejores episodios de sus series favoritas o cuáles son las mejores películas que han visto. Rob llega al punto de hacer una lista de sus rupturas amorosas más duras. Bastante desorientado y con el corazón roto, el protagonista de esta novela romántica decide ponerse en contacto con cada una de sus exnovias para analizar qué hizo mal. Pero este es sólo el comienzo de sus peripecias.
Alta fidelidad se convirtió de inmediato en un clásico de su generación. Desde que conozco las novelas de Nick Hornby ha pasado mucha agua bajo el puente: me han roto el corazón más veces que a Rob en Alta Fidelidad. Podría hacer la lista de mis cinco fracasos amorosos por orden de importancia, pero no lo haré para este artículo. Nick Hornby me ha acompañado con sus ficciones a lo largo de cada etapa de mi vida adulta.
Lo que sí voy a hacer es la lista de los cinco libros de Nick Hornby por orden de preferencia. Por supuesto Alta fidelidad está en el puesto uno. Pongo a En picado en el puesto número dos por su estructura coral, su humor negro, sus personajes loosers, por abordar una temática tan sensible como el suicidio desde un punto de vista tan original. En el puesto tres de mi lista ubico a la deliciosa Juliet, desnuda un triángulo amoroso entre una pareja desgastada y una estrella del rock en decadencia. En el cuarto lugar pongo a 31 canciones porque me encantan las historias que cuenta Hornby con la excusa de enumerar las canciones que más lo marcaron. En el último puesto estaría Cómo ser buenos, una adorable sátira sobre las crisis de la mediana edad, el feminismo, la New Age y la obsesión por ser buenos. Un gran chico me parece un poco sosa comparada con las anteriores y, como el fútbol no me gusta, es imposible que Fiebre en las gradas esté entre mis libros favoritos.
He tenido una especie de déjà vu en muchas ocasiones por estar en una situación que bien podría ser parte de una de las novelas de este escritor y guionista británico. Será por lo bien que Nick Hornby refleja la vida moderna que surgió casi una película por cada una de sus novelas. El director Stephen Frears, por ejemplo, filmó Alta fidelidad (2000) con el gran John Cusack como protagonista. Aunque todavía no la he visto, me enteré de que en 2020 se estrenó también una serie de Hulu sobre esta misma novela.
Nick Hornby dice en una entrevista para el suplemento cultural de El Español que ya no existe una división entre alta cultura y cultura popular: «Las canciones de Bob Dylan reflejan tan bien su sociedad como lo hizo Cervantes con la suya propia en su momento». Según Hornby, todo lo que hoy consideramos alta cultura fue en su momento cultura pop: «Dickens, Shakespeare, escribían para el pueblo. Se convierte en alta cultura simplemente porque persiste en el tiempo». Lo que busca él es entretener: «Tienes que tener en cuenta a la gente, siempre. Todo va muy rápido hoy en día. Nos aburrimos con facilidad. Y queremos consumir productos que nos resulten divertidos, que no nos aburran. Esa es la única regla. La regla de oro. Hoy si te pasas veinte páginas situando una escena en una novela, perderás a la mitad de los lectores que podrías haber tenido. O puede que a más».
Alguien como tú, su última novela, es una historia de amor entre dos personajes con vidas muy diferentes: Lucy, una profesora de literatura separada de un hombre que está en proceso de rehabilitación por varias adicciones, y Joseph, un hombre negro, veinte años más joven que ella, quien trabaja como carnicero y a la vez como entrenador de fútbol en un club para poder sobrevivir. La salida del Brexit es el telón de fondo de este romance, lo cual demuestra que Hornby cuando quiere también puede ser un escritor político. Esta novela nos muestra una sociedad británica dividida, en la que las posiciones a favor y en contra generan un ambiente tenso, de enfrentamiento.
La última novela de Nick Hornby me hechizó al punto de que no vi ninguna serie ni película durante toda la semana que me llevó terminarla, algo que no me suele pasar muy seguido por estos días. Se lee de un tirón y uno logra identificarse con las peripecias que viven Lucy y Joseph. El amor de esta pareja desafía varias de las convenciones sociales existentes, pero además adolece de los clásicos problemas sentimentales que posee cualquier relación amorosa contemporánea; por eso atrapa.
En una entrevista reciente que le hizo Nashville Public Television, al ser interrogado por la periodista de este medio acerca de qué fue lo que le interesó de escribir una historia de amor entre dos personajes con una diferencia de edad de dos décadas dice: «Nuestro modo habitual de conectarnos con los otros no es bueno. Elegimos compañeros que leen los mismos libros que nosotros, que muchas veces tienen el mismo tipo de educación, que probablemente pertenezca al mismo grupo socioeconómico, y aún así nos divorciamos, y eso le pasa a gente de todos los lugares. Así que claramente esto no es lo más importante. Cuanto más pienso en esta gente pienso que quizá son otras las cosas que nos conectan a los otros: quizá filosofías de vida, sentido del humor, resiliencia y toda clase de cosas que en la actualidad no podés saber sobre alguien si solo tenés dos citas con esa persona».
Cuando le consultan cómo describiría sus novelas, el escritor dice: «tienden a ser tristes, la mayoría de ellas son sobre aquí y ahora, sobre donde yo vivo». Las personas están en el centro de sus novelas. Además, no puede escribir una novela que no tenga chistes. Se esfuerza por mantener sus libros optimistas, pero también cree que son realistas.
El rey de la comedia romántica de problemas sentimentales ha mantenido su calidad durante todos estos años. He leído casi todas sus novelas y diré a su favor que éstas han envejecido bien a pesar de los cambios que ha experimentado el mundo. Hornby, nacido en 1957 en Redhill (Surrey), puede ser gracioso, emocionarnos, sin perder su cualidad de fino observador de la realidad. Como valor agregado, tiene el poder de hacernos cuestionar hacia dónde va este mundo ferozmente individualista.
Si partimos de la base de que ningún escritor famoso del pasado ha llegado a serlo sin ser extensamente consumido por la gente de su tiempo… ¿será que Nick Hornby es el Shakespeare del futuro? Los años dirán.
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