Saltos cuánticos
Nueva dramaturgia uruguaya
Por Lucía González Castro / Miércoles 18 de enero de 2023
Fragmento de portada de «Acostarse a orillas de una tajadura», de Alejandra Gregorio (HUM, 2022).
Separar la dramaturgia de la representación hace posible un teatro como literatura
Alejandra Gregorio y Vachi Gutiérrez son dos dramaturgas uruguayas que publicaron y estrenaron obras teatrales en 2022. La incertidumbre de no saber cuándo volverían al teatro en medio de la pandemia y el ejercicio diario de escribir no para un proyecto en marcha sino como parte de un programa universitario, fueron dos circunstancias que les permitieron volcarse a la escritura y encontrar una voz en la dramaturgia como fin literario que no depende del estreno. Esta búsqueda es resultado del trabajo acumulado de varias generaciones.
Sin embargo, hoy cuando alguien comenta lo buena que está una obra de teatro casi automáticamente pensamos que habla de una puesta en escena. Esta asociación refleja la presunción de que el teatro no está hecho para ser leído, sino representado. Se trata de una idea presente dentro y fuera del ámbito artístico. A esta percepción también contribuye la costumbre de que las publicaciones sean posteriores a los estrenos y que en Uruguay más de un dramaturgo de renombre y trayectoria haya visto sus obras en papel antes en el exterior que en su propio país.
«Por un lado la lógica del mercado editorial es que se compra poco y se lee poco; y por otro lado está la realidad de que el sector teatral no es afecto a la lectura cuando no está pensando en un proyecto específico», señala la dramaturgista y traductora Laura Pouso, quien actualmente es directora de la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático (EMAD). Pouso explica que en otros países se lee más teatro porque sus industrias están más desarrolladas, tienen más profesionales y además estos tienen una mayor tendencia a la lectura. De cualquier manera, Pouso describe los últimos 25 años como un «salto cuántico» y un «florecimiento de la nueva dramaturgia uruguaya». Mientras tanto, “lo que se hace poco es revisitar aquello que quedó para atrás”, agrega.
En las últimas décadas, varias camadas de dramaturgos han enfrentado la noción de que el texto de teatro es un texto incompleto, visto como inferior a la novela o la poesía. La insistencia en la autoedición, la publicación de antologías, la conquista de los mercados de otros países y el sostener todo esto en el tiempo, aún siendo fenómenos aislados, es mérito de varias generaciones.
En los últimos años ha sido importante que editoriales como Criatura, Fin de Siglo y HUM asuman los riesgos de publicar teatro y, en particular, es digno de mención el ejemplo de Salvadora Editora. Ese proyecto, coordinado por la actriz y escritora Leonor Curtoisie, en su fundamento justamente señalaba la misión de «defender la valoración del texto dramatúrgico como un texto literario en sí mismo».
También se debe destacar la creación de la Tecnicatura de Dramaturgia (TUD) en 2017. Esta carrera, gestionada entre la EMAD y la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, recién acoge la tercera generación de estudiantes, pero sin dudas ha influido en la consolidación del oficio. «Nos enfocó de otra manera. Somos dramaturgas», asegura Vachi Gutiérrez, egresada del primer grupo.
La dramaturga y directora fue primero actriz. Y como tantos empezó a escribir para montar. «Hay cosas que después veo», pensaba Gutiérrez y avanzaba con la escritura porque sabía que continuaría con la dirección de la puesta en escena. Esos guiones los leían únicamente directores y actores; no había pensado nunca en un lector ni en una publicación. «La pandemia me hizo ver que capaz nunca más iba a poder hacer eso», recuerda. Por eso, en medio de la incertidumbre de no tener una fecha para volver a los escenarios, empezó a escribir obras pensando en que fueran «legibles».
Para Gutiérrez esto significó un enfoque distinto, un cuidado por la fluidez del texto, que no esté lleno de acotaciones, que deje libertad a la imaginación y no baje línea describiendo a «una actriz de 23 años de ojos celestes». De ese espíritu y esa época nacieron las tres obras que fueron publicadas en el 2022 en un libro de la Colección Teatro del Instituto Nacional de Artes Escénicas, editado por Fin de Siglo. Esta colección cuenta ya con 16 volúmenes que reúnen, bajo el formato de antología, las obras de dramaturgos uruguayos de diferentes generaciones e investigaciones en torno a las artes escénicas.
Bienvenido todo y Verte me salva son dos de las obras de Gutiérrez en el libro. Ambas fueron ganadoras del premio de Dramaturgia en el concurso de Cofonte en 2020 y 2021, respectivamente. En tercer lugar, Y un día me empecé a despedir cierra una publicación que la autora nunca había imaginado, pero que ahora le dejó la convicción de seguir este camino. «Yo pienso que publicar teatro está empezando a latir», opina.
En otro de los libros de la misma colección aparece la firma de Alejandra Gregorio. Ella vivió un proceso similar a Gutiérrez ya que también solía escribir teatro para la representación, pero independizarse de esa idea le permitió encontrar un lugar nuevo.
«Si uno solo escribe para representar está acotado a lo que puede hacer el actor o actriz, a lo que puedo hacer con los recursos», explica. Al mismo tiempo, «si te abstraes un poco de ese objetivo el campo es mucho más grande y las posibilidades infinitas». Es así que la ganadora de dos premios Onetti consecutivos (en 2020 y 2021) se permitió combinar la dramaturgia con la poesía. Estos dos géneros que siempre había llevado en paralelo encontraron un lugar común que cambió su manera de escribir. En el ejercicio diario dentro de la tecnicatura descubrió que «el teatro no tenía que ir por un lado y la literatura por otro».
Como resultado, su obra Acostarse a la orilla de una tajadura, publicada a fines de octubre por HUM, transita territorios difusos: un personaje tiene monólogos que bien podrían ser un poema transversal y las didascalias más que dar indicaciones para la dirección suscitan imágenes en quien lee.
Gregorio estrenó en noviembre su primera obra pero no fue ninguna de las publicadas. «¿Y las de los Onetti?», le preguntaron muchas veces, como si faltara algo. Pero la dramaturga galardonada piensa que nada queda incompleto si esos textos nunca se hacen. «El valor en la obra ya está», aseguró.
Productos Relacionados
ACOSTARSE A LA ORILLA DE UNA TAJADURA
CONFESIONES. TRES CONFERENCIAS AUTOFICCIONALES
TERRITORIALIDADES ESCÉNICAS EN EL INTERIOR DEL URUGUAY
CONVERSACIONES, ANOTACIONES Y DRAMATURGIA EN LAS ARTES VIVAS: ESPAÑA Y URUGUAY
También podría interesarte
Quienes limpian, cuando hablan, salpican a la misma sociedad que les relega su mugre. Y si además hablan una lengua extranjera, es probable que la disequen sin ninguna piedad. Lucía Campanella escribe sobre la criada en la obra Los bárbaros. Monólogo para una extranjera, de Nino Haratischwili, que está en cartel hasta el 23 de octubre.
Imposible no pensar en libros el Día del Teatro, hoy 27 de marzo. Quisimos saber qué libro de las artes escénicas es esencial para Alejandra Gregorio. También qué libro fue inolvidable para Marianella Morena. Nos daba curiosidad qué novedad elegiría Santiago Sanguinetti. Pero tampoco faltó la voz de Estevan Dávila Gómez, librero de la casa y ferviente lector. Como dice Morena, «Todo es material escénico, el asunto no es la escritura, es lo que quiero hacer con la misma».
Compartimos el prólogo a Animalia, escrito por María Esther Burgueño, para un libro que reúne a tres dramaturgos en una bellísima edición de Criatura Editora: El bramido de Düsseldorf (Sergio Blanco), Historia de un jabalï o Algo de Ricardo (Gabriel Calderón) y El gato de Schrödinger (Santiago Sanguinetti). Con ilustraciones de Sebastián Santana.
Lorena Vega es actriz, directora y dramaturga. La obra Imprenteros, que escribió y dirigió, ha tenido una enorme respuesta del público en Argentina. Hoy 30 de noviembre Lorena presenta el libro Imprenteros, escrito junto a sus hermanos, en Escaramuza, en lo que será una noche de cruces entre lenguajes, historias y performance.
La inmaterialidad en el arte surge frente a la urgencia ecológica. Magdalena Leite y Aníbal Conde, AniMale, reflexionan sobre las implicaciones del prescindir de las cosas. Como advierten, «el interés por lo inmaterial hoy surge como un gesto de cuidado al planeta y a los cuerpos (y no cuerpos) que lo conforman». Ese gesto hace que se detengan en formas mínimas y volátiles de creación.
Lucía Tayler fue la escenógrafa e iluminadora, junto a Matías Vizcaíno, de Ana contra la muerte, y del próximo estrenoTodo su asco del mundo. Además, es cocreadora, junto a tres colegas, del proyecto Artificio, Memorias de los Teatros del Río, que devino en una instalación multimedia sobre las vivencias del espacio teatral y los recuerdos de los espectadores. En este «Álbum de creación» (al pie de la nota), Lucía comparte con delicadeza y sagacidad el proceso de Artificio, que ya estuvo en el Florencio y ahora se va de gira al interior.