El producto fue agregado correctamente
Modelos de amor moderno

Por qué duele el amor

Por Teresa Porzecanski / Martes 18 de enero de 2022
Fragmento de portada del libro «Por qué duele el amor», de Eva Illouz (Katz, 2012).

Para la socióloga Eva Illouz existen mecanismos propios de la modernidad que modelan la forma en que amamos y determinan que elijamos a una u otra pareja. Lejos de ser determinaciones individuales, propone desentrañar el funcionamiento de esos mecanismos para entender de qué modo organizamos nuestro deseo en Por qué duele el amor.

¿Es posible que el modelo del amor romántico instaurado por el movimiento filosófico y artístico llamado «Romanticismo» haya caído en desuso y haya sido sustituido por uno nuevo más cercano a las conductas del consumo masivo, tal como otros objetos de uso corriente?

Esta es una de las preguntas centrales que se plantea Eva Illouz en su libro Why love hurts [Por qué duele el amor], de 2011. Autora de varios títulos que preceden y continúan esta investigación (Consumiendo la utopía romántica, de 1997, Intimidades frías, de 2007, El final del amor, de 2019, entre otros), Eva Illouz va precisando sus hipótesis, apoyada en las novelas clásicas del siglo XIX (Flaubert, Charlotte Bronté, Jane Austen, Edith Wharton, etc.), así como en entrevistas, encuestas, films de Hollywood y todo otro documento que le sea útil para fundamentar su planteo. Illouz avanza hacia la descripción de lo que sería el nuevo modelo de amor «moderno», en claro contraste con el que denomina «premoderno».

Reivindica asimismo su propia perspectiva sociológica y psicosocial, atribuyendo el nuevo modelo a las transformaciones en el mercado del matrimonio por nuevas modalidades de selección de parejas.

En el modelo que Illouz llama «premoderno», las razones para consumar el matrimonio estaban claras (entre otras, los intereses económicos, la posición social, la capacidad de mantener las promesas, la decisión o aceptación por parte de padres y familiares, y el cumplimiento del compromiso en tanto estructura moral).

En oposición, en el modelo prevalente habría una dispersión entretejida de razones, una sexualización de los cuerpos, una separación e independización de la sexualidad y las emociones y los intereses patrimoniales (estos, que desde varios siglos antes hacían a las uniones entre familias prósperas, cuyos patrimonios unidos heredarían los hijos.) El sistema de jerarquías que imperaba tal como un tipo de «endogamia» de rango, se estaría quebrando a lo largo del tiempo en favor de una creciente «democratización» de las relaciones amorosas, atribuyéndole solamente al individuo la responsabilidad de su propia elección.

Sin embargo, esta elección dentro de un mercado de parejas con cada vez más alternativas se vuelve, a la postre, un objeto más de consumo generalizado, tal como otras ofertas vinculadas: la cosmética, la gimnasia, la vestimenta, la joyería, la moda, etc. Todas ellas desembocan sin embargo en el mismo resultado: consumo rápido del sexo y de las relaciones eróticas, sin compromisos conyugales ni familiares.

Por supuesto que estos planteos de Illouz no son para nada nuevos. Bauman en su Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos de 2003, Giddens en La transformación de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas de 1992, Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernssheim en El normal caos del amor. Las nuevas formas de la relación amorosa de 2001, entre otros muchos, y yendo hacia atrás, el clásico de Marcuse, Eros y civilización de 1971, habían ya adelantado estas hipótesis, de una manera más filosófica.

El énfasis de Illouz radica en la continua individualización del sujeto moderno (liberado de obediencias a credos, grupos familiares o tradiciones), entregado a su propio deseo y al bombardeo publicitario de situaciones que moldearían su «felicidad» (inducidas estas por las películas de Hollywood y los entornos de las historias canonizadas en el siglo XX). Ello de alguna manera revoluciona el «mercado» del sexo y del erotismo, incluyendo la aparición de Internet y sus aplicaciones para encontrar pareja: una infinita variedad de fotos, detrás de las que se suponen personas que pueden ser descartables cada una en función de las siguientes. Las aplicaciones digitales ofrecen una variedad de opciones, en donde no importa la distancia geográfica ni las preferencias sexuales (hetero, homo, bisexuales u otras), y la posibilidad de descartar sin culpas a cualquier persona.

El sujeto contemporáneo elige alguna pero dudando siempre de si no existirá otra mejor y más perfecta para sus relaciones eróticas. Los efectos para los sujetos descartados pueden ser devastadores para su autoestima y para sus ideales románticos, etc. Aún mas devastadores pueden ser los efectos al llevar al sujeto que elige a la total incertidumbre respecto de que es lo que en realidad está buscando.

Todo esto genera dos consecuencias difíciles de sobrellevar y que se manifiestas en las instituciones sociales: 1) la inestabilidad de toda relación en la que aparezca una mínima frustración o desarmonía, 2) la necesidad de cambiar constantemente descartando personas y eligiendo a otras, para comprobar que se tiene la mejor posibilidad. 

Se trata justamente de una aparente democratización de las opciones individuales, posibilitada por la racionalización del amor y por las nuevas tecnologías de la elección de pareja. Todo ello resulta en la fobia hacia cualquier tipo de compromiso emocional, y un nuevo individuo que emerge de semejante proceso: vulnerable e inseguro de su propia valía, frágil porque es pasible de ser descartado en cualquier momento para ser sustituido por otro.

Productos Relacionados

También podría interesarte

×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar