Cinco discos, cinco
Prefiero quedarme haciendo música
Por Federico Medina / Martes 06 de abril de 2021
Ellas hacen música y nosotras las escuchamos. Federico Medina nos trae una nueva selección de cinco discos, para vibrar con cinco compositoras (y otras músicas que colaboraron en los proyectos). Un Steinway de 1912, pop de insomnio y hip hop, entre otros ritmos, para iniciar un viaje sonoro desde Barrio Sur hasta Ibiza.
Mayúscula obra de Elisa Férnandez, a.k.a. Eli Almic. «Escribirme para salvarme, no descontrolarme, desinflarme, más bien comprenderme, armarme, solidarizarme aunque esta vez con causa propia, desapuntalarme, desacorralarme…», rapea, canta, en «No era una pavada», unos versos sobre caer deprimida al sol, sin maquillaje.
Días así contó con la producción de Miguel Nieto, quien supo encontrar junto a Eli, una banda sonora capaz de sostener el paso de esta caminante de capa larga, con sonidos de jazz clásico, y nubes de teclados y sintetizadores, algodones de azúcar para morder e ingerir cual pastilla roja. Durante todo el disco, Eli es una poeta, plena de sabiduría, eximia rapera que domina la palabra y la melodía desde una zona elevada. Muestra, habla de sus heridas, propone, y narra la vida en la tierra, para poder verla a distancia y de cerca, casi al mismo tiempo. Si lo olvidé, este es el mejor disco de la historia del hip hop del Uruguay, fiel a las raíces del género, de auténtica voz local, para mover la cabeza hacia abajo y hacia arriba por las horas de las horas.
Mis canciones preferidas: «El otro lado» (junto a Julieta Rada), y «Días así».
La vida real, de Inés Errandonea
Inés Errandonea dio algunas vueltas por Latinoamérica para cantar en sus calles, después de mucho estudio y conciertos como integrante del colectivo Coralinas. La desvelaba encontrar su voz y fue probando de a poco con algunas canciones suyas. Necesitaba terminar de decir cómo estaba. Encontró una guitarra y se tiró en su cama a componer. El resultado final de esas medias siestas fue La vida real: un disco personalísimo y catártico, que incluye su primer intento de canción, «Isla Grande», cuatro tema del álbum. «Cómo ya no lo podíamos discutir, lo convertí en canción…» dice.
Inés tiene un don especial para captar las melodías en el aire y convertirlas rápidamente en canciones sencillamente reconocibles. Algo de Fiona Apple y Samantha Navarro. Así, construye un paseo sinuoso donde lo mejor es dejarse llevar por su voz y sus notas musicales, que en apariencia, no van hacia ningún lado, aunque el agradable viento del viaje no nos permita perder ninguna esperanza.
Mis preferidas: «Decidí cantar» y «El temple justo».
Desde hace más de una década, la artista española Queyi es una montevideana más que pasea a su perro por Barrio Sur en ojotas como cualquier vecina. Desde hace muchos más se le ocurren ideas lindas y originales para los empaques de sus discos, para sus conciertos, y sus canciones. Ninguna de sus ocurrencias son ajenas a sus circunstancias; esta vez, pensó en volver a vivir a su país y, entonces, se le ocurrió un disco de canciones de autoras uruguayas, que se fueron invitando unas a las otras, a partir de la primera propuesta de Queyi a Luciana Mocchi.
Algunos recordarán cuando salió a la calle a pasear con un piano y sus canciones. Esta vez apareció un Steinway de 1912 al que cubrió de frazadas, como nuevo refugio para su inspiración. Queyi y su instrumento son viejos amigos y suenan como una sola entidad, cercana y soñadora, creadora de melodías sanadoras, mínimas y feroces, en Doce, su disco más nuevo, en el que se pueden escuchar versiones de Patricia Turnes, Mariana Ingold, Samantha Navarro, Laura Canoura, entre otras talentosas compositoras.
Mi preferidas: «No es fácil» de Sylvia Meyer y «Flor con alas» de Fira Chmiel.
Todo lo que no se cuenta en las canciones de amor, de Patricia Turnes
Como fan de Patricia y seguidor de su obra, con esa advertencia de puro atrevimiento, se me antoja pensar que Todo lo que se cuenta… debería ser el final de una trilogía.
En 2017 editó Lentes oscuros, una presentación cruda y poderosa, sorprendente, aunque también familiar para quienes seguían sus aventuras literarias. En Yo tenía un vida de 2018, se suman algunos arreglos de producción y se resalta su rarísimo pero definitivo pop de insomnio.
En su tercer disco Patricia, como en los primeros dos, vuelve a trabajar con el productor Fabrizio Rossi Giordano en las formas de las canciones y, al contrario de lo que podría haber sucedido, el universo simbólico y cotidiano de Patricia se expande hacia todas las direcciones, se presenta en su estado más caótico y natural, sin restricciones a su imaginación y sus caprichos. Tan sincera y honesta como siempre, y sin ninguna intención de traducir su lenguaje a códigos más universales, sigue metida en sus líos de novios, ex, vecinas, plantas, y perros. Todo lo que queremos de Patricia, con cada una de sus películas sonoras.
Mis preferidas: «Él es mucho más cariñoso que vos» y «Prefiero quedarme haciendo música».
Róisín Machine, de Róisín Murphy
Te amo Róisín. Alguna vez quizás te lo pueda decir en persona, o dejémoslo así. Mi amigo Pablo, que vive en España, se la cruza en Ibiza y dice que además es «cool y graciosa». Te amo desde los días de Moloko, y en estos, tan especiales, quiero que sepas que fuiste mi rescatista de pandemia. Por si no la conocen, la irlandesa Róisín Murphy es una verdadera reina de las pistas de baile, una hechicera que puede poner en trance a cientos de miles de personas en cualquier campo perdido del Reino Unido, Francia, Portugal, Brasil o Saturno.
Para Róisín Machine (su quinto álbum de estudio) decidió que lo mejor era dejar a un lado sus viajes más lounge, la calma y combatir la oscuridad con ritmos tribales de exorcismo y festejo. Con la frente en alto y su mirada bien abierta, sus disfraces, sus serpientes, su sonrisa seductora y el susurro de su voz, nos lleva de la mano hacia afuera.
Mi súper preferida: «Incapable». La sigue «Game Changer», o cualquiera de las otras.
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