Recuperar la magia
Todos somos hijos de sangre y hueso
Por Sofía Aguerre / Jueves 11 de abril de 2019
Hijos de sangre y hueso es el primer libro de la trilogía Legados de Orïsha, de la joven escritora nigeriana Tomi Adeyemi, creadora de un mundo fantástico de magia, aveturas y poderes ancestrales. Mientras esperamos la segunda entrega, Sofía Aguerre nos recomienda su lectura y analiza sus complejos personajes y escenarios.
En el continente de Orïsha había magia. Los maji, con una fuerte conexión con los dioses, eran quienes podían utilizarla en todas sus distintas variantes. Tanto poder asustaba a los kosidán, aquellos que no tenían acceso a esos dones, por lo que cuando estos lograron desaparecer la magia de Orïsha, también asesinaron a todos los maji del continente. Solo quedaron los divîners, demasiado jóvenes para convertirse en maji y que ahora, años después del Asalto, son considerados lo más bajo de la sociedad.
En Hijos de sangre y hueso tenemos tres protagonistas que nos narran la historia en primera persona. Zélie es una divîner que aún era niña durante «el Asalto» y tuvo que presenciar la persecución a los maji y la muerte de su propia madre. Amari es la hija menor del rey, siempre relegada, que huye del palacio tras descubrir una verdad que no estaba preparada para conocer. Cuando Amari se encuentre con Zélie y Tzain, el hermano de esta, y deban emprender un viaje para recuperar la magia de Orïsha antes de que esta desaparezca para siempre, será Inan, el hermano mayor de Amari, quien tendrá la misión de encontrarla y, de paso, eliminar a quienes amenacen la seguridad de su reino. Sin embargo, en el camino, se dará cuenta de que incluso su propio ser se parece más de lo que creía a lo que juró destruir…
Este mundo de fantasía cuenta con una ambientación basada en mitos nigerianos y, al mirar el mapa, se nota que Orïsha se inspira en el África de nuestro mundo. Los dioses de Orïsha se basan en los de la religión yoruba, y este idioma además es el que hablan los maji. Hay referencias culturales más bajadas a tierra, también, como el arroz jollof. Es muy interesante —y también un alivio— salir un poco de la fantasía basada en la Edad Media europea, que parece ser la ambientación por defecto en este tipo de novelas.
La trama también se inspira en el mundo real. Más allá de la misión de los protagonistas y su viaje a través del continente, la historia de miedo, opresión y rebelión que se nos cuenta busca, en parte, concientizar sobre ciertas injusticias de la actualidad, como nos cuenta la autora en la nota final. No es necesario, igual, que la autora nos lo explique. Es fácil darse cuenta de dónde están las similitudes.
«—No tengas miedo…
—¡Siempre tengo miedo!
No sé qué me sorprende más: la potencia de mi voz o las propias palabras.
Miedo.
Siempre tengo miedo.
Una verdad que encerré con llave hace muchos años, un hecho que he luchado por superar. Porque cuando se hace patente, me siento paralizada.
No puedo respirar.
No puedo hablar.
De pronto, me ovillo en el suelo y me llevo la palma de la mano a la boca para acallar los sollozos. No importa lo fuerte que sea, los poderes que me proporcione la magia. Siempre me odiarán en este mundo.
Siempre tendré miedo».
Al principio, el libro puede resultar algo lento. Los primeros capítulos, de hecho, son bastante introductorios y cuesta un poco agarrar el ritmo, pero una vez que nos metemos de lleno en la historia, todo se vuelve mucho más trepidante y entretenido. Es una novela larga, sí, pero las diversas aventuras y pruebas que tienen que enfrentar nuestros protagonistas son las que los hacen crecer y convertirse en las personas que Orïsha necesita. Además, la prosa es ágil y bella, ideal para perderse entre las páginas durante horas.
Hay más de un romance en esta historia, algunos mejor llevados y más creíbles que otros, pero la relación que más destaca es la amistad entre Zélie y Amari. Las dos tienen orígenes muy diferentes y su conocimiento sobre el mundo varía, pero a pesar de esto, el tiempo y los obstáculos superados logran unirlas y crear un vínculo de confianza precioso.
A pesar de que Zélie no cambia demasiado a lo largo de la novela, más allá de que ahora pesa una gran responsabilidad sobre sus hombros, Amari sí tiene una evolución impresionante. Pasa de ser una princesa con un carácter más bien pasivo a una valiente luchadora que da todo por salvar a los suyos. Inan, por otro lado, cambia mucho de una forma muy brusca y resulta un poco más difícil de creer, aunque se valora que su punto de vista trate los prejuicios y el luchar contra una crianza basada en el odio.
Hijos de sangre y hueso mezcla una trama de aventuras, búsqueda y magia con crítica social y lucha contra el odio y los prejuicios. Algunos aspectos podrían ser pulidos, algo que probablemente suceda en la continuación, pero resulta perfecta para pasar varias tardes otoñales entre sus páginas, pendientes del futuro de Orïsha.
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