El producto fue agregado correctamente
Difusión

Leé un fragmento de «Sepultura» de Fabián Severo

Por Escaramuza / Sábado 16 de mayo de 2020

Compartimos un fragmento de Sepultura, segunda novela del escritor artiguense Fabián Severo (Ediciones de la Canoa, 2020), un recorrido por la memoria de un pueblo de frontera en el que la muerte, la vida y el amor se entrecruzan. 

 

Fabián Severo es docente de Literatura, coordinador de talleres de escritura y autor de los libros Noite nu Norte. Poemas en Portuñol (2010; Mención de Honor en el Premio Nacional de Literatura / MEC, 2012.), Noite nu Norte. Noche en el Norte. Poesía de Frontera (2011), Viento de nadie (2013) y NósOtros (2014) y Viralata (2015), distinguida en 2017 con el Premio Nacional de Literatura / MEC. Ahora publica Sepultura (2020), primer libro de Ediciones de la Canoa. 


Escuche ese gotear de pájaro. Esa música de cá-cá-cá, piépié-pié, iá-iá-iá. A mí me gusta levantarme temprano, preparar el mate, sentarme en este rincón para escuchar la canción de los pásaro que estiran la mañana.

Esta puede ser la mejor esquina de Pueblo Sepultura. Ese pedazo de azul inriba del cerro, ya es Brasil. Desde acá, puedo istar en mis dos nido. Tengo los pie en la tierra de mi país, mas mis ojo istán en el cielo de mi otro país.

Para este lado queda el aeropuerto que nunca inauguraron. ¿Avión? De vez in cuando pasa alguno das arrocera, solo para rayar el cielo. En Pueblo Sepultura no tenemo costumbre de avión. Vea: de ahí de la Ofelia para allá, pasando por la Mildre, hasta llegar en la plaza, toda esta gente, nunca subimo en avión. Para nosotro, avión es una palabra que anda por el aire, un dedo apontando para arriba.

¿Usted debe haber crecido indentro dus avión? ¡Yo sabía! Gente de afuera, sempre tiene más afuera que nosotro.

Sentarse en el solcito de esta esquina, tiene algún paricido con el resucitamiento. Yo, después de esto, casi que no necesito más nada. Asvés sueño con bitumen, para que las tumba no se enllenen de polvo. Ya hicimo de todo, pusimo cortina de cinta, tampamo las ventana, pero el polvo es más poderoso que nuestro despolvar, y segue amarronando las foto.

Algunos diz que en este pueblo, istamo cerca del cielo porque ahí nomás empiezan los cerro. Nace la cuchilla. La tierra se para como buscando algo olvidado atrás das nube. Cementerio de casas levantando us brazo pra Dios. Otros dicen que esto fue un castigo, que istamo na boca du infierno, justinho incima del calor que derrite las alma. 

Disculpe mis palabra intreverada. Aquí, hablamo así porque nacimo en la frontera dus idioma. Si hay algo que usted no entiende, pregunte nomás. En Pueblo Sepultura, las pregunta nos hacen resucitar.

***

Usted vino buscando una voz. Necesita respuestas que expliquen pur qué todo tiene sido así, pur qué la vida, asvés, se iscapa por la porta dus fundo. «Andá en Sepultura, incontrar las voz de tus ausencia.» Eso le deben tener dicho.

¡Qué suerte que pudo venir! Asvés uno planifica y sempre deja pra despós. Y el año que viene sempre es el año que vein. 

¡Por fin!

Usted istá aquí, buscando. ¿Vio que todos andemo procurando? Atrás de alguna cortina debe haber unos oído que iscuten lo que le iban decir, mas no le diceron. En este pueblo sobra palabración. Una letra al lado de otra. Un silencio y un sonido. Las palabra son el hilo que cose nuestras vida.

Hay que tener la piel bien costurada pra oír las voz y no indoidecer. Nadies pidió escuchar pero las palabra entran na noite, sacuden las cortina y falan. ¡De arrepiar! Uno se acostuma. Yo conocí muintos que no agüentaron. Fueron nel hospital, en la madre renata, en doña Sida... buscaban tratamento pra desenloquecer, tapa-oído. Tempo malgastado.

Otros, nunca se dieron cuenta. «Bolazo», pensaron. «Tolice», dijeron. «Esas voz deben ser el rumor dus mueble cuando la casa dormece».

Uno nunca sabe si es iscutador. Las voz llegan y algunos intienden. El resto es el resto. La muerte es eso que usted no ve.

***

Perdone que yo me vaya por las rama… Cuando las frase incuentran unos ouvido que las devoran, ellas se isparraman. No hay sefiní. La Tere sempre me dice: «Veio, tú gosta de uma conversa mole». Y yo le respondo: «Mas só».

Creio que usted anda con ganas de fazer uma pergunta. ¡Qué difícil incontrar las duda! Ni se imagina en este povo, onde tenemo la língua torta. Enxergar uma palabra dereitita es espinhoso, y eso que las maestra se vinieron con las regla pra nos enderezar. Mas não teve caso. lengua partida, melodía de poroto negro con arroz blanco. Feijoada de palabra. ¿Probó? Ah… voy decir para la Tere que haga, usted vai se lamber los beiço.

Pero usted ía me hacer una pregunta. ¡Yo sabía! Nadies viene pasear en Pueblo Sepultura. venían. Mas agora…. Sempre llegan rastreando una respuesta que istá brotando bajo tierra y que florece nu meio das cruz, nu otro lado da ruta. 

***

¿La Tere? Es los ojo y us ouvido del barrio. Usted la ve atareada atrás das planta, mas ella istá loca de atenta. Haga una vecina salir toda imperiquetada y volver de madrugada, a ver si la Tere no se arrima na ventana y se bota ladrar. Sus antena trabajan día y noche. Asvés, cuando la veo correr un pedacinho de cortina pra controlar si a fía da Mildre ya voltó, yo le digo: «Sai d’ahí, curuya». Y ela me responde: «Vai, Veio, bater as bola na vereda, que es lo único que tú sabe hacer».

Usted no conoció la Tere. Había que ver para creer. ¿Amor? ¡Ah, m’hija...! Amor es una palabra muy grande pra nuestros corazón. La Tere me salvó de perder mi vida na timba y eu prestéi meu hombro pra que ella aguantara las tormenta. ¿Pra qué más? Nestas solidón, cuando uno incuentra alguien que le da sombra y un vasito de agua, ya es feliz.

Es que usted viene de ciudad grande, onde el amor debe tener todos los molde. Acá, el amor crece de golpe como el Yaguareim, y así como crece, desaparece. Amor de inundación, amor de crecida en el corazón. Si no, vaya y mire al Eduardiño Beixaflor. Se enamoró de un día pra otro. Se volvió pájaro persiguiendo flor, y al otro día, ya era hombre de novo.

¡Ah, si usted se queda en Pueblo Sepultura, va ver cómo es más fácil indoidecer! Uno impieza a escuchar los perro, los grillo, los pájaro de la mañana… Despós son los pino du ciminterio que no paran de falar. Y al final, uno escucha las palabra de la muerte. ¿Vino para eso? ¡Yo sabía! Cuente... Cuente... En este pueblo, contamo historias para estirar la vida.


Severo, Fabián. Sepultura. Uruguay: Ediciones de la Canoa, 2020, pp.11-14.

También podría interesarte

×
Aceptar
×
Seguir comprando
Finalizar compra
0 item(s) agregado tu carrito
MUTMA
Continuar
CHECKOUT
×
Se va a agregar 1 ítem a tu carrito
¿Es para un colectivo?
No
Aceptar