Otro país, otra ciudad: Montevideo, Río de Janeiro y Buenos Aires
Por Soledad Gago / Jueves 08 de mayo de 2025

Fotografía de Adriana Lestido en «Metrópolis».
Una puesta en diálogo entre tres libros de fotografía que giran alrededor de ciudades latinoamericanas: Fotografías de Brasil, de Marc Ferrez, Metrópolis, de Adriana Lestido, y Montevideo, de Ann-Christine Wöhrl. Estas propuestas de Ediciones Larivière «componen, en conjunto, un paisaje visual que permite pensar el devenir de esas tres ciudades latinoamericanas, no solo como espacios físicos sino como escenarios simbólicos de identidad, memoria y experiencia».
Como si estuviesen a la orilla de un río —a veces manso, a veces agitado, a veces claro, a veces revuelto— con la caña lista esperando a que el pez aparezca para sacarlo del agua. Como si necesitaran la complicidad del tiempo. Como si pudiesen desaparecer de todos los sitios en los que permanecen. Como si pudiesen mirar más allá de lo que todos miran. Como si pudiesen, en un instante, dar el disparo definitivo que lo contenga todo.
Entonces: la playa completamente solitaria de Copacabana en Río de Janeiro vista desde la altura del Morro de Leme un día de febrero de 1890. Entonces: una mujer fumando sola en la mesa de un bar de San Telmo, en Buenos Aires, en algún invierno de los noventa. Entonces: una comparsa ensayando por alguna calle del Barrio Sur en Montevideo un enero de comienzos de los 2000.
Cada fotografía pertenece un libro diferente. La primera es parte de Fotografías de Brasil (Ediciones Larivière), una antología con imágenes de Río de Janeiro y otras regiones del país de Marc Ferrez, uno de los fotógrafos más importantes de los últimos años del siglo XIX en Brasil y en América Latina. La del bar de San Telmo se encuentra en Metrópolis, de la argentina Adriana Lestido, un libro que busca retratar una Buenos Aires de la que queda poco. La comparsa fue capturada por Ann-Christine Wöhrl, artista y fotógrafa alemana en una visita a la ciudad y está en un libro que lleva, justamente, su nombre, Montevideo.
Aunque son libros muy diferentes los tres proponen una premisa: crear el relato de una ciudad a través de las fotografías. Y, en esa premisa, también hay una intención, una especie de promesa implícita: capturar el tiempo, dejar registro de lo que fue, de lo sigue siendo, de lo que, tal vez, ya no será.
Los fotógrafos recorren las ciudades, miran sus calles, a sus gentes, sus plazas, sus suburbios, sus flores, sus muertos, sus iglesias, sus rituales, sus desastres, sus monumentos, sus celebraciones y aguardan hasta que algo suceda: como si estuviesen a la orilla de un río —a veces manso, a veces agitado, a veces claro, a veces revuelto— con la caña lista esperando que el pez aparezca para sacarlo del agua.
Los libros Fotografías de Brasil, Metrópolis y Montevideo componen, en conjunto, un paisaje visual que permite pensar el devenir de esas tres ciudades latinoamericanas, no solo como espacios físicos sino como escenarios simbólicos de identidad, memoria y experiencia. A pesar de sus diferencias temporales, estéticas y geográficas, los tres trabajos dialogan entre sí en torno a un mismo eje: la ciudad como lienzo fotográfico y como sitio en el que suceden las emociones.
Marc Ferrez: la ciudad y sus avances
Marc Ferrez (Brasil, 1843–1923) fue uno de los pioneros de la fotografía en América Latina y, además, un gran explorador en cuanto a la tecnología. Su obra, que recorre todas las zonas del país —las ciudades, las favelas, las sierras, las cascadas, las minas— captura un Brasil en plena transformación: la expansión urbana, la llegada del ferrocarril, el auge de la industria, y las tensiones sociales del país imperial y republicano.
Las ciudades retratadas por Ferrez, especialmente Rio de Janeiro, aparecen como fotografías del progreso: vistas panorámicas, puertos, fábricas, edificios oficiales, ferrocarriles. Pero, también, como testigos de las desigualdades de la época, está la esclavitud, las precarias condiciones de trabajo, la segregación.
Adriana Lestido: una Buenos que ya no es
A comienzos de los 90 la fotógrafa Adriana Lestido (Argentina, 1955) trabajaba en el suplemento Metrópolis de Página 12, en Buenos Aires. Allí publicaba imágenes de distintos barrios de la ciudad. Era una época, dijo la fotógrafa en una entrevista, de caminar las calles en soledad. Todos los días salía con su cámara Leica, un aparato pequeño que pasaba desapercibido, y miraba. Después llegaba a su casa, revelaba, mandaba las imágenes al diario y, de las que le gustaban a ella, hacía una copia y se las guardaba.
El libro Metrópolis, de Lestido, reúne parte del archivo de ese tiempo. Es un trabajo bien distinto al de Ferrez. En este caso, las fotografías no buscan documentar la ciudad, sino mostrar su atmósfera. La Buenos Aires de Lestido en Metrópolis es, dijo el escritor Juan Forn en el prólogo, «una ciudad a punto de desaparecer». Es la Buenos Aires densa y en ebullición de los 90, con su brillo y su grisura, con su rugir y su silencio.
En las imágenes en blanco y negro, los edificios se convierten en sombra, en límite, en laberinto. La ciudad aparece como un lugar de paso, de espera, de introspección, de lucha, de juego, de soledad, de reivindicación, de desolación, de euforia. Estas fotografías no muestran la realidad, hacen que se sienta.
Ann-Christine Wöhrl: descubrir una ciudad
En el prólogo del libro Montevideo, Mariano Arana escribió: «La ciudad no es obra, es proceso […] Es a la vez una y múltiple, pasado y presente». Tal vez, en algún punto entre el pasado y el presente, entre ser una y ser varias a la vez, se encuentren las imágenes del libro de la fotógrafa alemana Ann-Christine Wöhrl.
En una visita de varios meses a nuestra ciudad, la alemana recorrió las calles de la capital uruguaya con su cámara a cuestas. Las fotografías reunidas en este libro ofrecen una mirada extraña y al mismo tiempo sensible de Montevideo y su gente: Barrio Sur, las comparsas, los veranos en las calles, las sillas en las veredas, el Cementerio Central, los entierros, la música, las ferias, la arquitectura, el triunfo de Tabaré Vázquez como presidente en los primeros años del 2000, los festejos y la euforia, las tortas fritas y el mate. Es como si todo le resultase ajeno, pero, al mismo tiempo, como si hubiese entendido sobre qué se trata la ciudad, de qué forma vive, cómo respira, de qué colores está hecha. En sus fotografías hay una mezcla de afecto, extrañamiento y encanto por lo cotidiano.