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«La revolución bolivariana también fue una a nivel de lenguaje»: entrevista a Arianna de Sousa-García
Por Juan Camilo Rincón / Jueves 26 de diciembre de 2024
Foto: Yessen Bruce.
Conversamos con la escritora y periodista venezolana a propósito de Atrás queda la tierra (Seix Barral, 2024), una obra que es memoria de una Venezuela sometida a un régimen que parece inamovible y donde todo es «tan violento y tan veloz» que todos se preguntan si algún día se sale de ahí.
Niños que crecen con la piel demasiado quemada y los ojos demasiado tristes en un país feliz que se volvió guerra. Un futuro desfalcado para quienes han visto «irse a sus nietos, apagarse los ojos de sus perros y morir a sus amigos». Un éxodo masivo y sonoro fácilmente ignorado. Un ejército de rojos ciegos que asignan sus culpas a propios y foráneos. Aunque Arianna de Sousa-García se pregunta qué puede decirse ante tanto despojo, ella misma logra hacerlo magistralmente en su novela de no ficción Atrás queda la tierra (Seix Barral, 2024).
En una narración testimonial dirigida a su hijo, la autora —hoy radicada en Chile— habla de la ingenuidad que hay en irse o de la danza difícil que implica comunicarse en y desde el exilio, esa a la que no ha podido agarrarle el paso. Lo hace para que la memoria perdure, para no olvidar ni olvidarse, y sabe que escribir esta novela es un regalo para él, esperando que así aprenda «a detectar carroñeros y a desmenuzar discursos». De Sousa-García lo hace desde el periodismo, «el único lugar que he tenido en el mundo» y por su derecho, el de todos, a recordar y a recordarnos. Lo hace con la fuerza de una madre, «que es la de todas las mujeres que le anteceden».
Arianna de Sousa-García (Puerto La Cruz, Venezuela, 1988) es periodista y magíster en Escritura Narrativa. En 2016 ganó el Premio Jesús Márquez del diario El Tiempo, por su trabajo de investigación relacionado a la cadena de control alimentario en Venezuela. Está exiliada en Chile desde 2016 y trabaja como librera. Es cofundadora de Casajena editoras y forma parte del colectivo de escritores Traza.
¿Cómo surgió la estructura de Atrás queda la tierra en tanto libro? Usted empieza con Elizabeth Díaz y su hija para luego entrar en una especie de cronología de su propia vida, su infancia…
La estructura surgió a partir de cosas que me obsesionan estéticamente: el ritmo y sus cambios, el roce, la tensión. Lo plano, tradicional o esperable me parece una pérdida de tiempo. Además de eso, era sumamente importante para mí que el lector experimentara estas sensaciones mientras estuviera en el libro porque así ha sido nuestra migración: llena de aceleraciones y derrumbes, carente de oxígeno, sin un ápice de calma real. Quizás lo que más estudié y con lo que más experimenté durante los años de su escritura fue justamente con la estructura. Durante años hubo hojas pegadas en las paredes de mi casa y de casas que me prestaban para escribir (porque yo vivía en un absoluto hacinamiento que impedía muchísimo la evolución de esa escritura) en la búsqueda de esa que permitiera reforzar eso que ya da el texto, pero que yo necesitaba que se leyera a todos los niveles posibles. Finalmente, el inicio es de Elizabeth porque si una imagen puede nombrar los horrores de vivir en Venezuela, es la suya, e inmediatamente después de verla nos preguntamos (todos, inclusive nosotros) cómo es que llegamos aquí. Me gusta pensar que el libro muestra y refiere un poco a eso, aunque como todo trabajo literario plantee más preguntas que respuestas. De allí su forma.
Son muy interesantes los modos de nombrar: «modern caudillos», «presidente heredero», «comandante eterno», «el jefe intergaláctico», «serpientes del Gobierno». ¿Cómo fue ese trabajo con el lenguaje?
La revolución bolivariana también fue una a nivel de lenguaje, de pronto se implantó uno nuevo que hubo que manejar sí o sí, lo más rápido posible, y, de no manejarlo, estabas fuera, así de simple. Y por supuesto, el nacimiento de uno significó la muerte del anterior. Mucha de esa lógica está puesta en el libro. De hacer memoria hasta recordar que hubo modos de nombrar que nos fueron implantados y bajo esa misma lógica también dar nuevos nombres a lo que existe, de pagarles con la misma moneda, de ser revanchista si se quiere. De ese modo, decir «jefe intergaláctico» es reírse del absurdo de la imposición de referirse a Chávez como el comandante eterno o a Maduro como presidente heredero. «Serpientes del gobierno» es quizás una manera más descriptiva, que dice más del rol y el carácter que tienen los grupos armados financiados por el gobierno. El libro también pretende eso, poner en jaque una jerga establecida a la fuerza, o por lo menos reírse de tanta petulancia. La neolengua solo puede ser respondida con más lenguaje, pienso. Su institución fue una camisa de fuerza para toda una generación que ahora se revela como puede pero principalmente con eso, con más palabras, no solo las que nacieron para renombrar, sino también las que nos ha dado la migración. Miguel Hernández Zambrano dice en Restitución de la lengua (Traza editora, 2023):
Aquellos que no pudieron asimilar las nuevas palabras
terminaron como gente venida de tierras sin piedras ni historias
inventaban largas caminatas que solo detenían un río
una montaña inexpugnable
el frío de algunas latitudes
o el cansancio propio del sueño
[…]
Quedaron instituidas nuevas leyes
la prohibición de las antiguas palabras
se declaró oficial una nueva lengua para toda materia viviente
y nuestra voluntad quedó sujeta al hambre de las consagraciones.
¿Cómo o dónde nació la idea de dirigir la historia a un narratario?
Creo que la única manera de decir lo que quería decir de la manera en que quería decirlo era a través de la epístola, que es capaz de proponer un diálogo, sostenerlo e interpelar a quien lo lea y no solo a su destinatario teórico. Si bien yo miré a mi hijo dormido, me pregunté cómo explicarle tanto, cómo hacerle entender las razones y esta vida y no ahora sino en el futuro, y la respuesta fue la escritura. También tenía presentes a millones de hijos y sabía bien que esa figura es la misma de la quien nada o poco sabe de un asunto; lo sabía por lecturas que son importantes para mí, que me conformaron como persona y como lectora, libros que demandaron mi atención, en ocasiones mi simpatía e incluso una respuesta, libros/cartas que me miraron a la cara, ahí entonces fueron importantes Kafka, Rilke, Wilde, Pasternak, Tsvietaieva, Bolívar.
Es muy interesante (y probablemente fue compleja) la escritura con una mirada crítica al padre. ¿Cómo fue el abordaje narrativo de ese aspecto específico de su vida?
Para narrar al padre tuve que tener presente a mi padre y a cuantos padres vi y leí (acá nuevamente Kafka es importante). Apelar al recuerdo tal cual como es recordado, inicialmente, para luego buscar las palabras y las inflexiones exactas y formar esa imagen porque al final lo que más me interesaba era mostrar. No voy a decir que no fue difícil, lo fue. Me demoré años en tomar la decisión; fue a lo que más me resistí a hacer porque sabía que el lector suele pensar que el papel contiene todo sobre el personaje cuando en verdad no es así, no está todo, está solo lo que le sirve a la historia que el escritor quiere contar. El respeto que siento por mi padre no aparece en el texto explícitamente y no tiene por qué aparecer. Si eso está o no o cómo es nuestra relación actual no tiene nada que otorgar a la historia y volviendo a eso pienso que, como personaje, él debía estar ahí en representación de todos los padres militantes y para mí eso era muchísimo más importante que la dificultad que representaba.
En el libro hibrida la narración de sus vivencias personales con los asuntos sociales y políticos del país. ¿Cómo fue el trabajo literario ahí?
Quizás lo más difícil de eso es la suposición externa de que ahí más que un trabajo literario hay una anécdota. Hacerlo a sabiendas de eso es extremadamente difícil y la decisión de hacerlo tiene que ver con la importancia que tiene para mí la historia personal en la historia colectiva y viceversa y lo que puede hacer la literatura en ello y con ello. El trabajo ahí estuvo en escoger cuidadosamente el lenguaje y la forma, otorgarle un tono, un ritmo, para que la vivencia no fuera solo una peripecia sino la representación literaria de un mundo.
¿Cómo «lee» el concepto de patria a la luz de su vivencia personal? Por ejemplo, el hecho de que para su padre la patria estaba por sobre todas las cosas.
La vida me ha enseñado que el patriotismo es un defecto allá, aquí y en todos lados. A mí me importa mi gente, me desvela el recuerdo de una geografía, entonces prefiero hablar de país.
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