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Devenir carne feliz

Cultura de la nocturnidad: cuando la noche pertenece a læs fiesteræs

Por Rocío del Pilar Deheza / Lunes 25 de noviembre de 2024

Espacio de fuga, de libertad, de comunidad y de experimentación: eso eso puede ser la noche y así lo evidencia la colección Efectos Colaterales, de Caja Negra. Un diálogo entre Raving, de la australiana McKenzie Wark (2023) e Historia universal del after (2022), del brasilero Leo Felipe. De esta forma, Rocío explora los conceptos que surgen de las autoetnografías de lo nocturno y los liga a la necesidad de abordar la reducción de daños. 

La noche es objeto de innumerables escritos. Ríos de tinta corren sobre la noche, dibujando, palabra tras palabra, el cauce de caligramas dedicados a sus personajes, sus misterios, sus encantos, sus tristezas, sus pasiones, sus miedos. Pero la noche ya no pertenece solo a los amantes y no es solo fuente de inspiración para escritoras y escritores. Índices de impacto y otras métricas de evaluación científica dan cuenta de una vasta producción académica dedicada al campo de los estudios sobre la noche desde abordajes multidisciplinarios. 

¿Qué queda entonces por decir sobre la noche? La colección Efectos Colaterales, de la editorial argentina Caja Negra, nos muestra que aún hay muchas posibilidades por explorar sobre la noche y sus márgenes. Lo hace de manera original, a través de textos que entrelazan la teoría con la autoficción, a partir de la experimentación que surge de la autoetnografía. Me refiero a las historias en raves queer y trans de la australiana McKenzie Wark, Raving (2023) y Vaquera invertida (2022), en las que se busca minar la custodia moral del género y narcotizar la sexualidad. Y también a la autoetnografía fiestera del brasilero Leo Felipe en Historia universal del after (2022), que nos brinda una muestra de la escena de la música electrónica under de Brasil.

McKenzie Wark se define como una académica raver trans de mediana edad, recientemente insertada en la comunidad artística trans, que opta como práctica de escritura por la autoficción y la autoteoría. Tales conceptos, según la propia Wark (2023), «han sido denotados y ridiculizados» [en tanto] son para el género crítico lo que las travestis y los maricones son para el género sexual: algo que no debe ser tomado demasiado en serio». Wark parte de la escritura autoficcional de sus percepciones hacia la escritura autoteórica de los conceptos para construir un texto de situaciones. Esto es, un texto que describe diversas circunstancias «con cierto detallismo desordenado y heterogéneo», para así «destacar algunos de los conceptos que surjan y después hacer un cierre con un destilado de esos conceptos», teniendo siempre presente que «si un concepto no resuena con tus particularidades, crea otro, en la práctica».

Por su parte, Leo Felipe se define como «un poscientífico que divaga sobre las drogas, el arte y la política», con «vasta experiencia como fiestero». Historia universal del after puede definirse como un texto-collage, en tanto articula variados formatos de escritura. Comienza como una suerte de paper académico próximo a la etnografía, en el que presenta un marco teórico y una metodología sintetizada en cuatro palabras: «surgirá de la crisis», para desdibujarse luego en una prosa que hace dialogar correspondencia personal con notas de prensa, textos escritos para un blog con poemas, un manifiesto con fotografías e ilustraciones. 


La noche como escenario de fiesta y resistencia

¿Cuáles son los puntos de contacto entre las obras de McKenzie Wark y Leo Felipe? Para empezar, ambas se sitúan desde la autoetnografía en la noche. Más específicamente, en la noche entendida como un espacio de fuga, de libertad, de comunidad y de experimentación. 

Hace unos meses fui a la presentación de la colección Efectos Colaterales en Uruguay, en la que se proponía un diálogo sobre la fiesta a partir de la obra de McKenzie Wark y Leo Felipe. Esta actividad, titulada «Refugios al abrigo de la noche», se realizó también en Argentina, España, Chile y Colombia, en diálogo con colectivos locales que producen y habitan la nocturnidad. De lo expuesto en esta actividad como también de la lectura de estos libros surge que la noche y sus márgenes pueden ser, para algunas personas, el único lugar en el que se sienten seguras. Por eso, ciertas subjetividades tienen una necesidad vital de aquello que transcurre al amparo de la noche, particularmente las fiestas, las raves, los after. 

Wark y Felipe conciben a la fiesta como un espacio-tiempo en el que se producen situaciones de crítica y visibilización de contradicciones; pequeños ejercicios de libertad y autonomía. De esta manera, la fiesta cobra un enorme potencial, en tanto allí se cuestionan los malestares contemporáneos, emergen realidades invisibilizadas y se satisfacen necesidades, intereses y deseos. Por eso a Wark le interesa particularmente la gente para la cual la fiesta, más precisamente la rave, es una necesidad y por ese motivo la sostiene; aquellas personas para quienes la rave es una «práctica colaborativa que hace posible tolerar esta vida»:

Las raves también me liberan del trabajo alienante, o al menos eso parece. El techno saca a golpes toda la mierda que habita en mi cerebro, liberándolo de preocupaciones irritantes sobre mails no enviados. [...] El daño físico de ciertos tipos de trabajo cognitivo y afectivo puede ser temporariamente reparado en la pista (p. 103-105)

Para Felipe la fiesta puede ser, simultáneamente, un espacio de búsqueda de placer y un gesto político. Un ámbito en el que se practica la politización del deseo y del cuerpo, un lugar para la semiótica de la carne, en el que la cuestión del género cobra relevancia. O, en los términos que Wark desarrolla para referirse a las variaciones de la práctica de escritura sobre la rave, la fiesta puede ser donde devenir carne feliz, olvidando el yo, donde poner en práctica el femmunismo, esto es, el comunismo de la carne. En la obra de Wark y de Felipe cobra una enorme potencia la fiesta como una superficie de placer colectivo. Ahí, la curiosidad, la experimentación y los excesos son planteados como el reverso de la discreción, la conformidad y la sobriedad a la que aspiran la moral y el deber.

En el diálogo entre estos libros está presente la idea de la fiesta como una fuga, un refugio, pero también como una práctica de resistencia política a partir de la cual generar pensamiento crítico para construir espacios de convivencia para todæs. En el prólogo al libro de Leo Felipe, Gabriel Bernardo llama a quienes llevan adelante estas prácticas «grupos de fiesteros politizados»; alude a aquellos colectivos que organizan fiestas entendidas como una herramienta política y piensan al baile como la principal táctica de resistencia frente a la serialización que propone el capitalismo contemporáneo. Laboratorios de micropolítica, plataformas para accionar ideas, al decir de Felipe. 

Las fiestas de fiesteræs politizadæs son una expresión de resistencia y contestación de los cuerpos subalternos frente al entretenimiento comercial que proponen las pistas de baile blancas y cisheterosexuales, que se apropiaron de buena parte de la escena de la música electrónica. En los libros de Wark y Felipe podemos ver cómo el ocio creativo desafía al ocio como negocio; cómo læs fiesteræs politizadæs y otras personas que necesitan y construyen la rave promueven una nocturnidad alternativa a la que consumen los zombies de la tecnocracia, de los que habla Leo Felipe, o los co-workers y duros, de quienes huye Wark en las fiestas. Formas de frenar la extracción de estilo, esa plusvalía de estilo de quienes necesitan y construyen la rave, que se extrae «como formas de propiedad intelectual, cosechados para el beneficio de una clase dominante que posee y controla los vectores de información» (Wark, 2023, p. 96). 


Fiesteræs profesionales

Quienes escriben estos libros, como así también quienes les acompañan en las fiestas, son personas que hacen de la fiesta un estilo de vida. Se trata de fiesteræs profesionales, a quienes difícilmente cualquier mortal pudiera seguirles el ritmo. Este lugar de enunciación que habitan Wark y Felipe resulta por demás interesante y otorga originalidad a sus trabajos. Para Felipe (p. 20), «Cualquier teoría que intentara dar cuenta de la fiesta tenía que construirse desde adentro, de manera participativa, una teoría-como-práctica-o-viceversa; una teoría performativa». En diálogo, Wark desarrolla una práctica de escritura adaptada a la situación de la rave, «Una práctica académica del placer, del juego, que se abra a la necesidad expansiva, en los yoes y en les otres» (Wark, 2023, p. 87). 

Para estæs fiesteræs profesionales el espacio-rave (aquel espacio en el que el cuerpo y la mente son liberados el uno del otro, disociados) y el tiempo-k (un tiempo que se despliega hacia los costados, lateral, plegado sobre la duración, sin recuerdos o expectativas) se extienden en el rave continuum, bajo la rutina de larguísimos afters. 

El after, ese espacio-tiempo regido por el principio de la inercia, genera una expansión de la experiencia de la pista de baile pero también de la experiencia psicosocial que genera la fiesta. Muestra de ello son las expediciones a los agujeros del inconsciente que narra Felipe con la organización del after klínico. Esta experiencia está muy bien sintetizada por el propio Felipe (p. 29): «una terapia de grupo experimental sostenida por una pandilla de diletantes narcotizados». 

La fiesta es para Wark, Felipe y otræs fiesteræs profesionalæs una oportunidad para la experimentación sobre el cuerpo y la mente, para la experimentación a través de la sexualidad, para la experimentación a través de la construcción y destrucción de la identidad de género, para la experimentación en torno a múltiples placeres, que también puede suponer múltiples riesgos. Por eso, sería difícil hablar de este espacio de experimentación que es la fiesta sin hacer mención al uso de sustancias psicoactivas. 

En una sociedad propulsada por distintas drogas como la nuestra, bajo un régimen de subjetivación farmacopornográfico, al decir de Paul B. Preciado, la desviación farmacológica de sustancias con potencial psicoactivo es moneda corriente. El uso subvertido de ciertas sustancias puede estar dotado de utilidad recreativa y potencial para ser apropiado para fines revolucionarios. Así, para Felipe el uso de sustancias psicoactivas por parte de læs profesionalæs de la fiesta es una vía para generar experiencias fármaco-teóricas, ya que son «el alfa y el omega de nuestra búsqueda hedonista y epistemológica»:

Asociar de forma armoniosa una sustancia psicoactiva con un pensamiento particular podría ser una forma efectiva de establecer conexiones neuroquímicas que potencien tanto los efectos del pensamiento como los de la sustancia. Además, los contextos en los que se consume una droga, así como sus efectos, también podrían vincularse con el universo conceptual gracias a una relación metafórica (p. 43).

Sobre este punto es que difieren las miradas de Felipe y Wark. Para el primero, «no hay nada mejor que las drogas» (p. 95), mientras que, para Wark, las drogas son un negocio como cualquier otro: 

Desconfío de ellas como metáforas y como trillado anhelo romántico de un afuera. Es posible que puedan tener una función metonímica, en cuanto partes opcionales de la práctica de crear otra ciudad para otra vida, otro cuerpo para otra vida (p. 59).

Pese a la suspicacia de Wark en torno a las drogas, en sus libros nos lleva por un recorrido en el que las sustancias psicoactivas atraviesan las experiencias y la vivencia del propio cuerpo. Gracias a estas sustancias, es posible salir del tiempo y espacio convencionales, entrar en el rave continuum: «el yo y el mundo desaparecen, y con ello la fricción entre el yo y el mundo, fundiéndose en el mix de brillos sónicos» (p. 58). 

Quizá sea el recelo de Wark con respecto a las drogas lo que la lleva a poner en práctica distintas estrategias de cuidado. El uso de sustancias psicoactivas no necesariamente implica daños, si bien está asociado a eventuales riesgos. Pese a que en sus libros no habla específicamente de estrategias de reducción de daños ni de gestión de riesgos y placeres asociados al uso de drogas, estos conceptos están presentes en su práctica raver. El descanso cada cierto tiempo durante la fiesta y salir a tomar aire fresco, el «beber agua, el primer y más crucial acto de cuidado» (p. 55), el uso de tapones para los oídos cuando se está muy cerca de los parlantes, el uso de preservativos, el valerse de programas de intercambio de jeringas usadas por unas nuevas y estériles a la hora de usar drogas inyectables: en todas estas prácticas que recorren los libros de Wark la reducción de daños está presente. 

Las prácticas de autocuidado y cuidado colectivo de læs fiesteræs profesionales comprenden las estrategias de reducción de daños y de gestión de riesgos y placeres asociados al uso de drogas, pero sin duda van más allá de estas. Los libros de Wark y Felipe, como así también la teoría y práctica de muchos colectivos de fiesteræs politizadæs nos muestran que la construcción de una nocturnidad alternativa, a partir de espacios de goce colectivo libres de violencia y discriminación, es posible. Hace falta tomarse la noche en serio y comprometerse con la fiesta.

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