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Vitalidad intrínseca de la materia

Materialidad que es fuerza y entidad

Por Rocío del Pilar Deheza / Viernes 17 de mayo de 2024
Materialidad que es fuerza y entidad

«¿Cómo sería nuestro pensamiento acerca de la naturaleza si tuviéramos otra mirada sobre y otra relación con la materia? ¿Qué características tendrían las políticas públicas si tuvieran en cuenta las trayectorias y el poder de las cosas?»: tales son las interrogantes que suscita Materia vibrante. Una ecología política de las cosas, de la filósofa Jane Bennett. 

¿Cómo sería nuestro pensamiento
acerca de la
naturaleza si tuviéramos
otra mirada sobre y otra relación con la
materia?
¿Qué características tendrían las políticas públicas si tuvieran en cuenta las
trayectorias y el poder de las
cosas?
¿Seguiría siendo tan violenta y temeraria nuestra producción y consumo
capitalista si prestáramos atención a que somos parte de un mundo de
materialidades humanas y no-humanas?
¿Cómo no situar a lo humano en el centro ontológico? ¿Ayudaría a despertar
sensibilidades en torno a la sustentabilidad abandonar el discurso del
ambientalismo y adoptar el discurso del
materialismo
vital
?

Estas son sólo algunas de las
múltiples preguntas que atraviesan el libro de
Jane Bennett (2022), Materia
vibrante. Una ecología política de las cosas 
(traducido por M. Gonnet), parte de la colección Futuros
Próximos de la editorial Caja Negra. Cabe advertir que Bennett nos propone más
interrogantes que certezas a lo largo de este texto, aspecto que lo convierte
en un interesantísimo desafío. Por ello,
Materia
vibrante
es una lectura que nos sacude intelectualmente y despierta la imaginación.

Jane Bennett es profesora del Departamento de
Ciencia Política en la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad Johns
Hopkins (Estados Unidos), especializada en Filosofía Política. En este libro, publicado
originalmente en 2009 y el más citado de su trayectoria académica,
Bennett
parte de una hipótesis bien concreta:

Si estoy
en lo cierto en cuanto a que una imagen de la materia como algo inerte alienta
nuestra práctica actual de un consumo agresivamente dispendioso que pone en
peligro al planeta, entonces una materialidad experimentada como una fuerza
viva con capacidad agencial podría alentar el surgimiento de una sociedad más
ecológicamente sustentable
(pág.
123).

La
hipótesis de Bennett se argumenta a partir de una sólida teorización
sobre la vitalidad intrínseca de la materia,
para quitarla del lugar de sustancia pasiva. Para ello, en Materia vibrante, Bennett nos propone adentrarnos en un proyecto
filosófico y político; el materialismo
vital
. La autora nos invita a reflexionar y cuestionar la idea moderna
según la cual existe una tajante división entre la materia y la vida, idea que
promovió la persistencia de la ignorancia sobre la vitalidad de la materia y
sobre la historia de la filosofía de la materia. Concomitantemente, este proyecto
supone disolver binomios ontoteológicos como vida/materia, humano/animal,
orgánico/inorgánico, voluntad/determinación. El materialismo vital propone
también generar interacciones inteligentes y sustentables con la materia
vibrante, con lo cual promueve una teoría política menos antropocéntrica, que
considera la vitalidad de la materia, la agencia material y la efectividad de
las cosas no-humanas.


Tradiciones y conceptos

Para desarrollar el proyecto
filosófico y político del materialismo vital, Bennett se basa en distintas
tradiciones filosóficas, entre ellas la epicúrea, spinozista, nietzscheana y
vitalista. También bebe de la filosofía de la ciencia y de la ecología, a
través de los aportes de Bruno Latour, Romand Coles, Val Plumwood, Freya
Mathews, entre otras, así como en escritores de ciencia y literatura, como
Charles Darwin, Henry David Thoreau, Franz Kafka y Walt Whitman. A su vez, el
materialismo vital de Bennett se inscribe dentro del campo del conocimiento y
reflexión de los nuevos materialismos. Para ahondar en el debate entre las
distintas filosofías de la materia, que buscan responder a la interrogante de
cómo la materialidad importa, Bennett abreva de la tradición de Demócrito,
Epicuro, Spinoza, Diderot, Deleuze, antes que del materialismo de Hegel, Marx y
Adorno. Bennett opta por esto ya que entiende que el materialismo histórico, al
referir a las estructuras socioeconómicas humanas, pasa por alto la vitalidad
de la materia y reduce la agencia a lo humano. Por su parte, el materialismo
vital pone énfasis en las contribuciones de las fuerzas no humanas que operan
en la naturaleza, en nuestros organismos y en los artefactos.

Inicialmente, Bennett nos introduce
cuidadosa y pormenorizadamente al vocabulario necesario para recorrer los
distintos onto-relatos que, a lo largo del libro, contornean el materialismo
vital. El término
actante, por
ejemplo, fue desarrollado por Bruno Latour para designar a una fuente de acción
que puede ser humana, no-humana o una combinación entre ambas. El concepto
cuerpos conativos es aquel de Spinoza,
que refiere a cuerpos (humanos y no-humanos) que cuentan con una peculiar vitalidad,
un impulso activo, tendencia que aumenta y se potencia cuando los cuerpos se
agrupan. La noción de
poder-cosa
propuesta por la propia Bennett nos invita a prestar atención a los actantes
para visualizar cómo las cosas, la materia, lo no-humano, afectan a otros
cuerpos al potenciar o debilitar su poder. El concepto
ensamblaje de Deleuze y Guattari, es empleado para ampliar y
distribuir la agencia de modo tal que ésta refiera a un grupo conformado por
humanos y no-humanos, a un campo ontológicamente heterogéneo, a un ensamblaje
de materialidades vibrantes.

En suma, se trata de un vocabulario
que aporta a un objetivo concreto: 
«teorizar una materialidad que es fuerza
tanto como entidad, energía tanto como materia, intensidad tanto como
extensión
» (pág. 69). Y un proyecto político que persigue fines muy
claros: 
«experimentar más
horizontalmente la relación entre las personas y otras materialidades
» y también «dar
un paso en dirección a una sensibilidad más ecológica
» (pág. 46).


Ciertos experimentos

Al mismo tiempo, y a través de una
serie de experimentos teóricos, Bennett pone en juego los conceptos previamente
presentados. La autora teoriza acontecimientos para facilitar la comprensión y
el uso del vocabulario propio del materialismo vital
; de
este modo, un apagón, una comida, una basura, dan lugar a reflexiones sobre
encuentros entre actantes ontológicamente diversos, algunos humanos y otros
no-humanos, pero todos materiales. Se trata de una
serie de onto-relatos especulativos enfocados en la capacidad activa, terrenal,
de la materia vibrante, en los que la autora da voz a una vitalidad inherente a
la materialidad y evidencia la compleja red de conexiones que se generan entre
distintos cuerpos.

Uno de estos experimentos teóricos
centra su atención en la comida y las ideas sobre la alimentación. Bennett
propone entender a la materia comestible como un actante que opera dentro de y
junto a seres humanos, ya que influye en los estados de ánimo, el temperamento,
las disposiciones cognitivas y las decisiones humanas. Desde la propuesta
teórica de Bennett es posible estudiar al ensamblaje generado en la alimentación
entre cuerpos humanos y no-humanos como un cuerpo conativo que puede llamarse 
«consumo estadounidense» o bien «crisis de la obesidad».
Este experimento teórico en torno a la alimentación señala que la mayor parte
de las investigaciones sobre la materia no-humana provienen de las ciencias
biológicas, mientras que desde las ciencias sociales y las humanidades la
cuestión de la materialidad suele ser abordada únicamente desde los actos
humanos. Frente a esto, el materialismo vital de Bennett nos invita a científicos
y científicas sociales y de las humanidades a entender la materia como una
presencia ontológicamente real, viva y activa y, a partir de esto, prestar más
atención a la fuerza de la materialidad.

Otro experimento de Bennett para
poner en práctica la teorización del materialismo vital se construye en torno a
la red eléctrica de Estados Unidos y a un apagón que, en agosto de 2003, afectó
a cincuenta millones de personas, más de cien centrales eléctricas y veintidós
reactores nucleares. Desde el materialismo vital es posible, propone Bennett,
pensar la red eléctrica como un ensamblaje de carbón, sudor, campos
electromagnéticos, programas informáticos, flujos de electrones, afanes de lucro,
calor, estilos de vida, combustible nuclear, plástico, fantasías de dominio,
estática, legislación, agua, teoría económica, cable y madera, entre otros
actantes entre los cuales siempre existe algún tipo de fricción. Así, el
proyecto de Bennett adopta el compromiso de evitar tanto el antropocentrismo
como el biocentrismo para centrarse en la materia.
 

¿Cuál es el propósito de estos
onto-relatos? Bennett lo explicita de la siguiente manera:

La intención aquí es sacudir la
cadena diamantina que ha unido la materialidad con la sustancia inerte y ha
situado lo orgánico al otro lado de un abismo que lo separa de lo inorgánico.
La intención es articular la elusiva idea de una materialidad que es en sí
misma heterogénea, en sí misma un diferencial de intensidades, en sí misma una
vida. En este extraño y vital materialismo no hay ningún momento de pura
inmovilidad, ningún átomo indivisible que no esté en sí mismo atravesado por
una fuerza virtual
(pág. 138).

Seguramente quien lea este libro
podrá imaginar y componer otros onto-relatos a partir de la propuesta de
Bennett. Otros experimentos teóricos que promuevan pensar en ensamblajes de
materia vibrante formados por cuerpos humanos y no-humanos. Nuevos experimentos
que nos conduzcan a terminar con el hábito conceptual de dividir el mundo entre
vida orgánica y materia inorgánica.

Desde ya, el materialismo vital entiende que la frontera
entre vida y materia es un asunto problemático y complejo. Para argumentar a
favor de la disolución de estas tajantes fronteras, nuestra autora toma aportes
del vitalismo crítico, que cuestionó el modelo mecanicista imperante sobre la
naturaleza y abrió un debate entre la filosofía y la ciencia de principios del
siglo XX. Propuestas conceptuales como el
Bildungstrieb
de Immanuel Kant, la
entelequia de
Hans Driesch y el
elan vital de Henri
Bergson son analizadas por Bennet para acercarnos a distintas propuestas que
representan variadas formas de retratar la
fuerza
vital
presente en toda materia. Así, su proyecto filosófico y político persigue
la búsqueda de un materialismo en el que la materia es figurada como una
vitalidad que actúa dentro y fuera de los
yoes;
una
fuerza vital que debe tenerse en
cuenta aún sin tener un sentido o una intención.


Teoría política

Concomitantemente, Bennett pone en diálogo el
materialismo vital con la teoría política a través de la ecología política y,
de este modo, aborda la cuestión de la capacidad política de los actantes. Así
es como formula la idea de que la materia vibrante tiene efectos concretos en
la teoría política, a través de una revisión de conceptos clave como
público, participación política y lo
político
. Desde este marco, Bennet se vale de los aportes teóricos de John
Dewey, Jacques Rancière y Bruno Latour para desarrollar una analogía entre un
ecosistema y un sistema político y, de este modo, hilvanar elementos para la
elaboración de una teoría de la acción política que admite que tanto humanos
como no-humanos forman parte de un
público
capaz de modificar el reparto de lo sensible dentro de un orden político, de un
ecosistema.

¿A qué aspira el materialismo vital en su diálogo con la
teoría política? A ampliar el alcance de la democratización. A que la
democracia se abra a otras voces, a que incorpore a aquellos cuerpos humanos y
no-humanos que no han sido considerados. El materialismo vital no pretende
lograr la igualdad entre los actantes sino abrir nuevos canales de comunicación
entre los miembros de un cuerpo social. En palabras de Bennett:

Necesitamos
no solo inventar o volver a invocar conceptos como conatus, actante,
ensamblaje, pequeña agencia, operador, disrupción y otros por el estilo, sino
también idear nuevos procedimientos, tecnologías y regímenes de percepción que
nos permitan entrar más estrechamente en contacto con los no-humanos, o
escuchar y responder más cuidadosamente a sus estallidos, objeciones,
testimonios y proposiciones. Pues estas manifestaciones son profundamente
importantes para la salud de las ecologías políticas de las que nosotros
formamos parte
(pág. 232).

El esfuerzo reflexivo que se realiza en este libro para
reconocer las materialidades no-humanas como participantes de una ecología
política expone la preocupación del materialismo vital por indagar en formas
más efectivas y sustentables de vincularnos con la materia. En este sentido,
Bennett se pregunta si el ambientalismo es al día de hoy el modo más
convincente para cuestionar la ecuación entre prosperidad y consumo, para
construir economías políticas más sustentables al interior o en las adyacencias
del capitalismo global. La autora nos recuerda que el ambientalismo considera a
los animales, las plantas, los minerales, los no-humanos en general, como un
medioambiente pasivo o bien como un contexto para la acción humana. Mientras tanto,
el materialismo vital considera a los cuerpos humanos y no-humanos como parte
del ensamblaje de actantes. El ambientalismo reclama por la protección y el
manejo racional del ecosistema, al tiempo que el materialismo vital postula que
debemos vincularnos más estratégicamente entre las distintas materialidades que
formamos parte del ecosistema en tanto orden político.

En este sentido, Bennett destaca tres posibles ventajas
del discurso del materialismo vital sobre el discurso del ambientalismo. En
primer lugar,
materialidad es un
término que puede aplicarse tanto a humanos como a no-humanos, es una rúbrica
que tiende a horizontalizar las relaciones entre unos y otros y que, de este
modo, ayuda a prestar más atención a los complejos entrelazamientos que se
generan en estos ensamblajes. En segundo lugar, la idea de una
materia vibrante, viva, nos permite
tomar distancia de la idea de la naturaleza como un proceso intencional y
armónico y, al mismo tiempo, como un mecanismo ciego, con lo cual el materialismo
vital irrumpe en los modos de concebir la naturaleza, tanto en el organicismo
teleológico como en el mecanicismo. En tercer lugar, el materialismo vital nos
recuerda a los humanos que somos una diversidad de cuerpos; nuestra propia
carne está habitada y constituida por diferentes cuerpos.


A modo de cierre

Este interés por modos de producción y consumo más
sustentables en nombre del encuentro entre una diversidad de materialidades
vitales (en lugar del cuidado del medioambiente), cuenta con una tradición vasta.
Para quienes quieran seguir transitando esta línea, ahí están Freya Matheus,
Bruno Latour, Donna Haraway, Karen Barad, Sarah Whatmore, Félix Guattari, entre
otras autoras y autores que dialogan con el proyecto filosófico y político de
Jane Bennett. Por eso
es
innegable que se trata de un texto con una cierta dificultad, que por momentos
puede resultar un poco áspero, ya que se vale de conceptos teóricos complejos y
está cargado de mucha teoría y reflexión filosófica.

Si bien podremos
disfrutar más de este libro al contar con lecturas previas en el campo de la
Filosofía y la Ciencia Política, no hay que desesperar y abandonar la lectura
por no ser una persona especializada en estas áreas del conocimiento. Bennett,
como buena profesora, nos ayuda a comprender los conceptos clave para
adentrarnos en el materialismo vital y, como ya mencioné, los ilustra
magistralmente a través de sus experimentos teóricos. Y también nos regala
muchos apartados para atesorar y leer una y otra vez, como el
Credo Niceno para quienes aspiran a
adherir al materialismo vital, con el que cierra este libro:

Creo en
una materia-energía, la creadora de las cosas visibles e invisibles. Creo que
este pluriverso está atravesado por heterogeneidades que están continuamente
haciendo cosas. Creo que está mal negarle la vitalidad a los cuerpos, fuerzas y
formas no-humanas, y que una prudente dosis de antropomorfización puede ayudar
a mostrar esa vitalidad, aun cuando esta se resista a ser traducida por
completo y exceda mi capacidad de comprensión. Creo que los encuentros con la
materia viva pueden corregir mis fantasías de dominio humano, destacar la
materialidad común a todo lo que existe, revelar una distribución más amplia de
la agencia y darle una nueva forma al yo y a sus intereses. 
(pág. 257).

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