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Géneros limítrofes

Entrevista a Lynne Tillman

Por Brian Majlin / Jueves 25 de enero de 2024

La autora de libros como Las realidades de Madame Realismo y otras historias y Polvos Raros, entre muchos otros, conversa con Brian Majlin sobre los cruces entre géneros literarios, que sabe orquestar con maestría. Irónica y dueña de un humor certero se deslinda, además, de las atribuciones innecesarias a su gran personaje, Madame Realismo. 

Escritora de culto, crítica literaria y docente podría ser la carta de presentación de la norteamericana Lynne Tillman (1947) para los desprevenidos. De culto, como forma de mencionar el respeto que provoca su trayectoria: ensayos, novelas, cuentos que componen una quincena de libros que ha editado en cuarenta años de carrera literaria. 

Bordeando los ochenta, Tillman, que recientemente ha sido traducida al español en dos ocasiones (Las realidades de Madame Realismo y otras historias, traducido para Ripio por Teresa Arijón; y su primera novela, Polvos Raros, traducido por Ana Flecha Marco para Decay varias décadas después de su publicación original), mantiene siempre un rasgo muy distintivo: la ironía y la pulsión socarrona para desdramatizar las coyunturas. Sin embargo, hurga en ellas y desentraña, con sorna y gracia, las corrientes de pensamiento y los modismos de cada momento.   

Estudiante de diferentes vertientes artísticas, pintura, literatura e historia, completó su mirada del mundo viviendo por años en Europa, rodeándose de artistas renombrados —sobre los que escribió en diversas ocasiones— y después al estudiar un doctorado en Sociología por la Universidad de Nueva York. Esa mirada del mundo permea sus personajes de ficción y no ficción. En una vieja entrevista supo decir que su modo de trabajo, tanto en ficción como en no ficción, estaba ligado a las preguntas: a lo que le provocaba intriga o curiosidad. A tratar de comprender e interpretar. 

Combina géneros, los desarma, juega con ellos. Tillman aprovecha su capacidad de escritura para arriesgar y reírse de los formatos, pero también de los contenidos. Madame Realismo puede indagar entonces en las profundidades de una muestra de pintura, en la densidad de los avatares de un pintor y su obra, a la vez que combina eso con una revisión de fenómenos pop y de consumo masivo como las series de televisión. 

¿Cuándo te diste cuenta que Madame Realismo necesitaba esa fluctuación de géneros para obtener esa voz única que analiza y discute arte, política y sociedad?

No soy una historiadora de arte, soy una escritora de ficción. Pienso sobre arte, literatura, política y sociedad. Siempre, desde que tenía ocho años, planifiqué ser escritora. Pero estaba interesada en todo, quería hacerlo todo. Leí, leí y leí. En la universidad tomé clases de arte y tuve un acercamiento a lo que el trabajo visual implica. Hice películas experimentales y con un colectivo las llevamos a Ámsterdam. Estudié sociología en el doctorado de CUNY y, aunque nunca me doctoré, obtuve todos los créditos. Todo eso que aprendí lo puedo usar, ¿no? Madame Realismo fue una voz, que no trataba de ser una experta, pero que puede hablar de arte, política, cultura, feminismo, etcétera. Puede manifestarlo y representarlo como ficciones. Madame Realismo fue un conducto, un personaje, no era yo, y a través de ella podía abarcar todo tipo de temas con duda, con humor, con filosofía, psicoanálisis, con escritura y atendiendo a la importancia de escribir. 


Si la trajeras a la actualidad, ¿qué crees que diría sobre la cultura de la cancelación o los debates en torno a la libertad artística y la corrección política?

Ella no existe en la realidad, es solo un personaje que visita este mundo en los cuentos. Quizás no querría visitarlo mucho. Ella suele ser irónica, presiona los límites, trabaja con las palabras y los significados, es sensible a los demás pero puede no ser correcta. Se cuestionaría quién determina esos límites hoy en día. Es conocida por hacerse preguntas y cuestionamientos. 

*

Tillman domina el humor con talento, al punto de que elude las preguntas de Intervalo por las preocupaciones coyunturales que Madame Realismo podría tener con una finta humorística y filosófica: «Nada más fue escrita una vez como protagonista de un cuento. Su preocupación, como personaje de ficción, podría ser que ya no existe más». 

Todo es juego de palabras, todo está por escribirse para Lynne Tillman. En ese sentido, en otra ocasión, advirtió que su método de trabajo era caótico y que nunca había tomado clases de escritura, que había aprendido a escribir a través de sus lecturas. Sin embargo, es profesora residente en el Departamento de Inglés de la Universidad de Albany, además de enseñar en el Programa MFA de Crítica de Arte y Escritura de la Escuela de Artes Visuales. 

*

¿Tenés un método para la enseñanza de la escritura? 

Para mis workshops de escritura de ficción en pregrado les hago leer textos y varios autores, de Mavis Gallant a James Joyce a Edith Wharton a James Baldwin, a Denis Johnson y de Lydia Davis a Edward P. Jones y otros. Después discutimos esos textos en el taller y voy señalando el lenguaje que usan los autores, la sintaxis, el estilo; cómo es el devenir de los personajes, la estructura de las historias, sus tonos. Después les pido que escriban sus cuentos en un formato muy corto, no más de 1000 palabras, algo que siempre les parece muy poco. Insisto en la brevedad porque lo que no saben es que desarrollar un cuento es muy difícil y agregar palabras no hace que escribir sea más sencillo, en general lo hace peor. Con estudiantes graduados es diferente y en los talleres discutimos la escritura en profundidad. En ambos talleres leemos los textos palabra por palabra, oración por oración y les sugiero otras formas de decir. Soy una lectora puntillosa, más interesada en cómo se escribe que en lo que se está escribiendo.


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Leé un fragmento del cuento «Madame Realismo»

Madame Realismo leyó que Paul Éluard había escrito: Nadie inuyó el origen dramático de los dientes. Visualizó a su dentista, un hombre serio que insistía, con suma gravedad, en que le había salvado la boca.

El televisor estaba encendido. Desde hacía horas. Años. Estaba ahí. TV a la carta, una gran libertad. ¿Burroughs no había dicho, acaso, que hoy había más libertad que nunca antes? ¿Eso no equivalía a decir que hoy las cosas son más como son que nunca antes?

Madame Realismo oyó que el presentador, ignorando que estaba en el aire, decía: Hola, víctimas. Después... diez segundos de nada, una publicidad, las noticias y La chica de la tele.

Inhaló su cigarrillo con ferocidad y sopló fuerte el humo. La televisión se autointerrumpe: un hombre con pañales corre por una plaza asustando a los niños. Los medios lo bautizan El Hombre Pañal.

El humo y su aliento hacían un sonido sibilante que le gustaba, y por eso lo repetía. Cuando la llamaban por teléfono soplaba en el tubo y parecía que jadeaba.

Había leído en un informe de negocios que los fumadores son menos productivos que los no fumadores porque pasan parte de su horario laboral contemplando el aire mientras inhalan y exhalan. Ella podría estar ganando tiempo o reservándose su tiempo. Todas las ideas están casadas.

Él pensó que ella exhalaba el humo con fuerza para hacerles saber a los otros que estaba ahí. Dijo que su cara le recordaba una película japonesa. Ella no tenía ganas de hablar, el teléfono era exigente como un lactante no destetado. Cualquier cosa puede ser un objeto transicional. Nadie hablaba de límites, todos hablaban de fronteras. Y mis fronteras se mueven, pensó, como sucede después de una guerra, cuando los países pierden o ganan territorio según hayan ganado o perdido. El poder siempre determinó qué es lo correcto.

Oído al pasar: una joven madre le enseña a su hijo a compartir sus juguetes, los juguetes que de verdad le importan. El chico aprende que hay cosas a las que puede llamar propias. Las fronteras se conquistan en la batalla.

A Madame Realismo no le interesaban los alardes. Los hombres peleando en los bares, con las narinas dilatadas y las caras enrojecidas, con las narices que se les llenaban de mocos y los mocos que colgaban en las peleas por un atado de cigarrillos, un insulto, una mujer. Pero quién entendía a los hombres o, más aún, lo que en realidad querían.

La idea que tenía Dalí de la libertad sexual, por ejemplo. Un hombre con su pene «erecto, completo y magnífico hunde a una joven en una tremenda y deliciosa confusión, sin la menor protesta [...]. Este es», escribe Dalí en 1930, «uno de los actos más puros y más desinteresados que puede realizar un hombre en nuestra época de corrupción y degradación moral».

Madame Realismo se preguntó si El Hombre Pañal sentiría lo mismo. Ese día se había cruzado con un mendigo. Cuando lo tuvo bastante cerca, tan cerca que casi podía olerlo, leyó lo que estaba escrito en su pin. Decía COMPORTATE. Somos acontecimientos corrientes unos para otros. No es necesario conocer bien a la gente para saber cómo comportarse.

Fragmentos de «Madame Realismo», en Madame Realismo. Trad. Teresa Arijón. Buenos Aires: Ripio, 2021, 17-18.

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