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Mi surrealismo personal 

La locura en mí

Por Natalia Zito / Martes 10 de octubre de 2023
«Among the long shadows», de Marie Čermínová/Toyen (1943).

Los límites entre sueño y realidad son porosos, así como también lo son aquellos entre la supuesta cordura y la locura: un nuevo ensayo de Natalia Zito en diálogo con la poeta italiana Alda Merini. Hoy, Día Mundial de la Salud Mental, un texto sobre la extrañeza, la marginación y el gesto de observarse en las fugas. 

Cuando tenía ocho años, tuve por primera vez mi propio dormitorio, me tocó el cuarto de servicio de un departamento enfrente del Jardín Botánico, en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, un cuarto muy cercano a la puerta de entrada, también de servicio. La primera noche en ese cuarto soñé lo siguiente: la casa era un manicomio del que yo quería escapar; en un descuido de mi madre, logré salir por esa puerta de servicio y llegar hasta el ascensor al que conseguí subir y apretar el botón para que me llevara a la planta baja. Un instante después del alivio al verme afuera descubrí que el ascensor giraba sobre su propio eje, como una suerte de calesita y no conducía a ninguna parte. Entendí, aún dentro del sueño, que mi huida había sido prevista e ingeniosamente evitada por mi madre italiana. Comprendí entonces que no habría salida y probablemente desperté. 

*

Alda Merini fue una poeta italiana, que vivió entre 1931 y 2009, una figura dentro de la literatura de ese país, que vivió batallando con diversos trastornos mentales y consecuentes internaciones que la mantuvieron siempre en cierta marginalidad. Su obra fue reconocida en su país, pero en Argentina, por ejemplo, es poco o nada difundida. La loca de la puerta de al lado (Tránsito, 2022) es un libro sobre la locura o, mejor dicho, escrito con la locura, un relato sobre su estadía en los manicomios, pero también una visión crítica desde adentro y, por momentos, desde afuera de la locura y sus razones. 

Dice La loca de la puerta de al lado:

La educación que nos daba mi madre nacía del terror que emanaba de su belleza. […] rebozaba maternidad hasta lo inverosímil. […] De niña, soñaba con una cosa: con no ser su hija. (p. 100)

*

En ese cuarto propio que era el cuarto de servicio, después de aquel sueño del manicomio, desarrollé una locura acotada: el sonambulismo. Una mañana desperté con los zapatos puestos dentro de la cama, debajo de las sábanas, sin ningún recuerdo que me lo explicara. Tuve, por primera vez, miedo de mí. En otra oportunidad, mi madre me despertó mientras yo, sentada sobre mi cama, abría y cerraba con fuerza los cajones de mi cómoda. No pude explicarme qué hacía, apenas mi madre me devolvió a la cordura. Recuerdo su mirada desconcertada y una ligera sonrisa en sus labios que tampoco supe explicarme. 

*

Dice La loca de la puerta de al lado:

[...] el convento de la vida lo encontré después, en el manicomio. Allí sufrí mientras todos callaban, porque todos tenían prohibido pensar. (p. 108)

*

Algunos años más tarde, quizá a los once o doce años, desperté ante la puerta del dormitorio de uno de mis hermanos, al encender la luz. Me descubrí ahí parada, como a punto de pedir o decir algo, como si me hubieran devuelto de pronto a mi cuerpo; me encontré conmigo misma, mezcla de asombro y angustia, como si fuera una extraña o una loca.  

*

Dice La loca de la puerta de al lado:

La loca de la puerta de al lado existe realmente: es una vieja perezosa y borrachuza, coronada por una mata de falsos rizos, y chismosa como buena vecina de corrala. […] Está encorvada como el demonio. (p. 105)

*

Fui una niña impredecible durante las noches hasta mi adolescencia en donde al parecer la locura se circunscribió a los límites de mi cama y solo algunas veces hubo quienes dijeron que hablaba y hasta que mis palabras sonaban coherentes. Pero una vez, recién llegada a los veintipico, el teatro del sueño se las ingenió para volver a desplegarse. Era una de las primeras veces que dormía con un novio que resultó exmarido. Desperté en la mañana, sobresaltada ante la presencia de una mujer joven y hermosa, vestida como una mucama sexy de los noventa, sosteniendo una bandeja a punto de decir: el desayuno está servido. Estoy segura de haber tenido los ojos abiertos. No recuerdo cómo hice para que desapareciera. Para describir lo que sentí, voy a apropiarme y reescribir una frase de Borges en «La pesadilla» [1]: referida, mi visión no es nada; vivida, fue terrible. 

*

Dice La loca de la puerta de al lado:

La locura es también un vínculo mágico con la realidad, es una forma de sacar las púas para enfrentarse a un enemigo que tal vez no existe, pero que sin duda ha preparado el terreno en la intimidad de su escondite secreto. (p. 88)

*

Al escribir estos párrafos, descubro algo que no había notado antes: desde que escribo literatura, el sonambulismo y las alucinaciones oníricas me han abandonado. Pero no creo que escribir sea una forma de cordura. Mi madre tenía una frase perturbadora: «no solo hay que ser sino parecer». Recuerdo haber confrontado esas palabras con Descartes, Kant o Hegel e increíblemente, a pesar de que la razón me indicaba otros caminos, mi madre no perdía potencia en su mandato de cuidarse de la mirada de los otros. «¿Qué van a decir?» era su tormento también sobre mí. La locura en el mundo de mi madre significaría, entonces, desentenderse de los otros, soltarse de las miradas y hacer. Estoy loca cuando no soy, cuando no soy consciente de mí, cuando no necesito reconocerme ni que me reconozcan, cuando no hay yo: ahí es cuando escribo. 

*

André Bretón creía que «el mundo del sueño y el mundo real no hacen más que uno» [2]; en palabras de Borges, Shakespeare escribió: «estamos hechos de la misma madera que nuestros sueños» [3] y Alda Merini escribió en Delirio amoroso, otro de sus libros —todos en relación con la locura—: «Si no me ayudan, seguramente enloqueceré. Es más, ya estoy loca» [4].

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Notas

[1] Borges, Jorge Luis. Siete noches. Emecé, 1995, p. 52.

[2] Breton, André. Los vasos comunicantes. México: Serie del volador, 1965, p. 58.

[3] Borges, Jorge Luis. Siete noches. Emecé, 1995, p. 42.

[4] Merini, Alda. Delirio amoroso. Madrid: Altamarea, 2020, p. 90.

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