Recorridos guiados
La vida pública de las imágenes
Por Mariangela Giaimo / Lunes 18 de noviembre de 2024
Escena de «Three Women», de Robert Altman (1977).
Con la idea de que «los museos no son espacios inamovibles y nuestra vida está más llena de imágenes conectadas de lo que creemos», Mariangela Giaimo hace dialogar Un puñado de flechas (2024), de María Gainza, con El prado inadvertido (2022), de Estrella de Diego. Conexiones a través del Atlántico y obras que descubren otras obras.
El prado inadvertido y Un puñado de flechas llegan como un amparo. Con años de distancia en publicación, sus autoras, Estrella de Diego y María Gainza respectivamente, se acercan a las imágenes desde un gesto enaltecedor pero delicado, astuto y cercano, para reivindicar su importancia dejando claro que pueden ser eje de discurso en tiempos de exceso. En las redes sociales, en los entornos digitales, en nuestra vida cotidiana, hay imágenes por aquí y por allá, tan reiteradas que pasan a ser invisibles, casi transparentes, generando un plano turbio, ansioso y gris. Ya todo es igual. Estrella de Diego y María Gainza, con suma experticia, ofrecen un remedio a la desensibilización y superficialidad en la percepción: los museos no son espacios inamovibles y nuestra vida está más llena de imágenes conectadas de lo que creemos.
Ambas escrituras son afables, con una potente voz personal (basta con escuchar a las autoras en podcasts, verlas en videos) que dan ganas de tomarse un café con ellas. En realidad, de escucharlas y seguirlas cual fan que sigue a su influencer preferida. Sí, ambas abren camino y, lejos de la superficialidad, son referentes en sus campos de acción. De Diego es ensayista y catedrática en España y Estados Unidos —ha visitado nuestro país también en su rol académico—, comisaria —es decir, curadora de arte—, también columnista de El País y lleva en su haber varios libros y premios. Es actualmente integrante del Patronato y la Comisión permanente del Museo del Prado y su estrecho vínculo de años con la institución da surgimiento a este libro: el exdirector de ese museo, Miguel Zugaza, le propuso hacer una relectura de la pinacoteca desde el feminismo, lo queer y la decolonialidad.
Por su parte, María Gainza, quien nos visitó recientemente para la Noche de las Librerías en Escaramuza, es una escritora argentina que viene de la crítica de arte y del periodismo, al tiempo que ha sido muy premiada y su libro El nervio óptico (2014) ha sido un exitazo. Hace poco perdió a su madre y, mientras desarmaba su cuarto en la casa familiar, hizo un repaso de su colección de libros, en especial de revistas y y coffetable books, experiencia sobre la que escribió para Intervalo.
Estos libros son una especie de propuesta curatorial: sus autoras seleccionan, contextualizan y conectan con un tono particular —y desde dos narrativas diferentes entre sí— un acercamiento a las imágenes, al hecho iconográfico, con ese giro que pone a la visualidad como objeto central de nuestras vidas. De Diego vincula las obras del Museo del Prado con otros museos y sus colecciones, es decir, hace una especie de historia del arte en la que hay muchas citas a diversos autores, hay muchos datos, y hay muchas valoraciones, desde algo que llamaremos microhistoria del arte, y hace, claro, crítica cultural. En especial, traza líneas conceptuales entre colecciones de museos, entre imágenes visuales que dialogan por fuera de las clasificaciones arbitrarias de la curaduría del momento —eso que ella llama fortuna crítica para los vaivenes en los gustos y criterios de distinción y calidad—. Particularmente, inicia con Las Meninas, de Diego Velázquez, y sus posibles interpretaciones, así como derivas en varias salas del Museo: «cada vez que vuelvo el cuadro es otro, más grande o más pequeño, más oscuro o más claro, dependiendo del día y del deseo» y es una delicia cómo lo engancha con Las señoritas de Aviñón, de Pablo Picaso, en el MoMa, así como genera otras conexiones de producciones artísticas.
En todo el libro subyace y se expresa firmemente la política de las imágenes y por lo tanto del museo, tanto que la contraportada retoma esta parte de texto:
Los museos, como las palabras y las historias y las imágenes, van cambiando a cada paso; llenándose de narrativas diferentes y nuevas, las que exigen los cambios en el gusto, las que persiguen las transformaciones en el concepto de calidad; las que se construyen, aun sin saberlo, desde las leyes del extranjero: traer y llevar preguntas.
A propósito, leer este texto nos lleva a la serie televisiva argentina Bellas Artes, y las peripecias de gestión del conservador director de museo Antonio Dumas (Oscar Martínez) y sus embates a lo políticamente correcto. Volviendo a sus conexiones, se despliega con la estatua del Hermafrodito durmiente, El Cid de Rosa Bonheur, bodegones de Clara Peeters, entre otras, para desarrollar su enfoque de género, y el feminismo, a las artes, así como el decolonialismo, mientras hilvana fenómenos contemporáneos desde las modas curatoriales al exceso de turismo cultural.
Podríamos decir que De Diego utiliza el ensayo pero lo adereza con tintes de autorreferencialidad. Ella como autora se plasma en la misma escritura:
De pronto me pregunto si hago bien en ser tan permisiva con Picasso: una historiadora de género no debería, quizás ser condescendiente con este cuadro ni con su autor por motivos obvios.
Así, da cuenta de su vivencia personal, que acaba siendo una estupenda descripción de una experiencia estética. También son deliciosas las notas bibliográficas del final —una joyita en sí mismas—, en que desata las citas del texto.
De este lado del Atlántico
Gainza viene de El nervio óptico (2014), que antecedió a De Diego en el recurrir al yo para narrar aspectos cotidianos de la vida y asociarlos a varias referencias de alguien que tiene una enorme cultura visual y sonora. El experimento, sofisticado en las obras que refería pero irreverente en la lengua, funcionó con éxito. Un puñado de flechas ahonda en esta exploración y la lleva a otros confines. Hace poco, en una entrevista, Gainza dijo que desde El nervio la categorizan en autoficción, término que no le es muy suyo, pero que, si lo es, espera que sea un buen ejemplo de eso. Su universo visual trasciende el mundo del arte, y también alude al diseño, la música, el mundo del entretenimiento, los medios de comunicación —además de la literatura.
Al comienzo del libro se encuentra, en un boliche en Chacarita, con Francis Ford Coppola, quien le comenta —justo antes de explicarle lo que dará nombre al libro—, que el vestido que llevaba puesto Gainza le recuerda al uniforme de las obreras de fábricas soviéticas. Ella escribe: «Quizás para otra mujer ese comentario hubiera sido una ofensa, pero a mí me resultó una imagen preciosa porque me sentí Bjork en Bailarina en la oscuridad». Aquí tenemos la magia de entrecruzar universos semánticos, y recuperar sentidos —justamente es lo que remarca ella misma, recuperar imágenes—. Lo apunta ligeramente acá, por ejemplo, «¿cuántas cosas nos interesan en relación a una? Casi todas». Esa frase simple y directa es la que resume su hermoso gesto.
En cada uno de los ensayos breves —muchos de ellos escritos a demanda y agrupados en este libro por recomendación de su amiga escritora Mariana Enríquez—, explora con maestría diversos matices del género y usa el humor, la ironía o el suspenso como ayuda. Un caso: el perfil de un coleccionista anónimo, el relato fantasioso con aires de terror con una posible doble de la autora, la explicación de la propuesta artística de Cézanne, entre otros asuntos. Lo hace con una escritura en apariencia liviana, que termina siendo fascinante: «Es muy de esta época que todo lo que empieza como un misterio termine en un meme» o «Creo que lo que me fascinaba de ese tipo de sucesos es lo mismo que me cautivó de los stickers de WhatsApp que durante muchos meses fui seleccionando como autoproclamada curadora del Museo del Rancio». Y la cito de nuevo: «Esta inclinación que empezó a crecer dentro de mí iba a contrapelo de las agendas del buen gusto». Todas estas frases están en un mismo párrafo, en que maravillosamente nos engancha con el mundo del arte, las imágenes y los medios de comunicación.
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