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Apuntes desde la librería

Lectores buscan escritores: el librero como conector atento

Por Facundo Rojí Sanseviero / Viernes 08 de noviembre de 2019

Las nuevas tecnologías, el cambio en los hábitos de lectura y las diferentes formas de acercarse a un libro han multiplicado las voces que auguran la extinción del oficio de librero. Facundo Rojí, librero desde hace más de veinte años, recoge algunas reflexiones y pensamientos sobre el oficio, su valor y desafíos actuales.

En una nota del diario El País de Madrid, de hace ya diez años o más, se invitaba a la reflexión en torno al solemne oficio del librero. Con una mirada casi apocalíptica, el periodista dice que «el librero, con los tiempos que corren, no tardará en ajarse y perder la savia de su significado y dentro de poco se sumará al censo de especies extinguidas con los mamuts y los gramófonos». Lo cierto es que seguimos vivos y leyendo, no sé en realidad por cuánto tiempo.

Por supuesto, yo tengo mis propias teorías apocalípticas con respecto a la extinción del librero, entre ellas la sustitución de este por cíborgs con un bagaje cultural infinito al estilo Google. Mientras tanto, propongo compartir algunas reflexiones respecto al tan mentado oficio.

El primer requisito para cualquier librero es amar los libros, en el sentido más amplio e inclusivo; disfrutar de su lectura, compañía y presencia en los estantes, de su calidez y aroma, y por supuesto, de los infinitos universos que contienen.

El segundo requisito, a mi entender, es saber escuchar para poder descifrar lo que está buscando el lector o lectora que se acerca a la librería. Destaco la escucha dado que muchas veces, los libreros caemos en las trampas de creernos los amos de la sabiduría; no hay nada más aburrido que un librero sabelotodo. Seamos humildes entonces, mediante la escucha.

De todos modos, también es verdad que un librero debe tener un amplio bagaje cultural que le permita construir una identidad, un perfil distintivo de esa librería, y eso va a estar dado por, quizás, la tarea más importante de todas: la selección de libros. Un librero se define por la relación que establece entre esa selección de libros y los lectores que concurren a la librería; es una ecuación en permanente diálogo. En la vorágine de títulos ofrecidos por el mercado, en el que la oferta es mucho mayor a la demanda, aparece el librero como conector entre esos libros elegidos y los distintos lectores y lectoras, que van desde lecturas infantiles y juveniles hasta ensayos y textos académicos.

Con el advenimiento de internet y los cambios en el acceso a la información, tanto los libreros como los lectores han ido modificando su acercamiento a los libros y la lectura. Es habitual que lleguen clientes con sus smartphones y una selección de libros ya preestablecida, o con la fotografía de las tapas y la pregunta instantánea «¿tenés este libro?». Sucede también que los libreros nos apoyamos en internet para informarnos, leer notas y reseñas, descubrir nuevas editoriales; la época del catálogo de libros impreso (habitual en cualquier editorial) ha dado lugar y está siendo sustituida por la visita a distintos sitios web.

Es muy difícil augurar qué sucederá con el oficio de librero, con las librerías como espacios de encuentro y diálogo dada la vertiginosidad de los cambios, cada vez más rápidos; podríamos quedar en ridículo fácilmente realizando cualquier pronóstico. Sí quiero destacar que el desafío seguirá siendo colaborar en el encuentro de los lectores con sus libros, mediante la escucha atenta y humilde.

Para finalizar, y más allá de nuestra posible «extinción», los momentos más gratificantes para un librero tienen que ver con el reencontrarse con un lector o lectora que vuelve a agradecer una recomendación, una sugerencia o una simple charla. Si nos extinguimos, que se nos encuentre leyendo… y hablando sobre libros.

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