Narrativa sueca
Leé un avance de «La buena voluntad», de Ingmar Bergman
Por Ingmar Bergman / Viernes 12 de mayo de 2023
Detalle de portada de «La buena voluntad», de Ingmar Bergman (Fulgencio Pimentel, 2021). Ilustración: Manuel Marsol. Foto del autor: Joost Evers / Anefo - Nationaal Archief.
Le damos la bienvenida a la editorial española Fulgencio Pimentel publicando el avance de un librazo: La buena voluntad, de Ingmar Bergman (2021). Testimonio de su faceta de escritor, menos conocida que la de cineasta, en este texto hay una indagación magistral en la complicada relación de sus padres. Leé este avance del libro traducido por Marina Torres.
Voy a referir ahora el altercado que no tardará en estallar entre Anna y Henrik. Aquí, precisamente, en este ruinoso invernadero de palmeras convertido, por un capricho, en casa de Dios y, por otro capricho, arruinado de nuevo. Siempre es difícil rastrear la verdadera causa de un conflicto. El origen y el estallido son, además, rara vez idénticos (como ocurre con el lugar del crimen y el lugar del hallazgo). Uno puede imaginar bastantes posibilidades, tanto irreflexivas como fundamentales. Se trata de hojear y de especular, esto es un juego de sociedad. ¡Vamos allá! Hay, sin embargo, dos hechos claros. En primer lugar, asistimos al primer enfrentamiento desgarrador entre nuestros dos protagonistas. En segundo lugar, Lutero tiene razón cuando dice que a la palabra que ha echado a volar no se la puede agarrar del ala. Y eso significa que ciertas palabras no pueden retirarse jamás, y tampoco perdonarse. Palabras así van a cruzarse en la confrontación que se describirá a continuación. En realidad yo no sé, como es natural, casi nada de lo que ocurrió ese viernes por la tarde en la ruinosa iglesia de Forsboda. Recuerdo únicamente unas palabras de mi madre: Era la primera vez que estábamos en la capilla y de repente nos enfadamos. Creo recordar que rompimos nuestro amor y nuestro compromiso. Yo creo que tardamos mucho en perdonarnos. Y no estoy segura de que nos hayamos perdonado nunca del todo.
Tal vez deba advertirse que Anna fue toda su vida muy rápida para enfadarse y aún más rápida para reconciliarse. Tenía un carácter vehemente que le era muy difícil sujetar en el corsé de la indulgencia cristiana. Henrik tenía un largo camino antes de manifestar su ira, pero cuando perdía los estribos, era de una brutalidad espantosa. Además, era tan rencoroso que casi resultaba cómico. Jamás olvidaba un agravio, aunque, con manifiesto talento teatral, consiguiera mostrar un rostro sonriente ante quienes lo herían.
Ahora empieza, pues, esta escena, y yo sostengo que empieza justo en este instante: Anna se queda de pie junto al armario del sagrario tapado, tiene la cabeza agachada y los brazos caídos. Empieza a ponerse los guantes que se había quitado para la prueba del armonio. Henrik avanza hasta el comulgatorio para arrodillarse en su manchado y raído cojín. Está de espaldas a Anna, contemplando los cristales de colores de la ventana del coro. ¿La iluminación? ¡Dramática y rica en contrastes! El sol ha detenido su caída ante una nube colmada de nieve que se ha levantado sobre el bosque. La nube forma una pared azulnegra y la luz es blanca y despiadada, pero solo sobre una de las mitades de los rostros. La luz de ajuste sobre la otra mitad se ha apagado en gris.
henrik: Anna. anna: Dime, querido.
henrik: Quiero que… (Se calla).
anna: ¿Qué quieres?
henrik: Cuando nos casemos… ¿no podemos dejar que nos case el viejo párroco Samuel Gransjö?
anna: Pues claro. Si tú lo quieres. henrik: Aquí.
anna: ¿Aquí?
henrik: Sí, aquí, en el coro de nuestra iglesia sin terminar. Solo tú y yo. Y dos testigos, claro.
anna (con dulzura): No entiendo. ¿Quieres decir que nuestra boda se celebre aquí?
henrik: Solo tú y yo y el párroco y dos testigos. La señorita Säll, por ejemplo, y el encargado. Y así inauguramos esta iglesia y nos vinculamos a esta iglesia. ¿No podemos hacerlo así, Anna?
anna: No, no podemos.
henrik: No podemos. ¿Qué quieres decir?
anna: Tú y yo nos casaremos en la catedral de Upsala y nos casará el deán Tisell, que nos lo ha prometido. Y tendremos una boda de verdad, con damas y guardias de honor y el coro de la universidad y montones de parientes y amigos y una cena en el hotel Gillet. Ya nos hemos puesto de acuerdo en todo eso, Henrik, por favor, no se puede cambiar.
henrik: ¡No se puede cambiar! Vamos a casarnos en marzo y estamos en septiembre, ¿no?
anna: ¿Qué crees que dirá mamá?
henrik: Pensaba que ahora ya no te importaban mucho las opiniones de tu madre.
anna: He invitado a la boda a todas mis compañeras de curso de la escuela de Enfermería. Casi todas han confirmado su asistencia. Por favor, Henrik, ya hemos discutido acerca de todo esto.
henrik: Tú me has dicho cómo iba a ser. Mis opiniones me las he guardado para mí.
anna: Tú fuiste el que quiso que cantase el coro. Tú y Ernst habéis decidido el programa. No es posible que no te acuerdes.
henrik: Bueno, y si ahora te propongo que dejemos todo eso, ¿resulta tan imposible?
anna: Sí, es imposible.
henrik: ¿Por qué había de ser tan…?
anna (enfadada): ¡Porque yo quiero tener una boda de verdad! Una fiesta por todo lo alto. Yo quiero celebrarlo. Quiero estar contenta. Quiero que sea una boda sonada.
henrik: ¿Y la boda que yo propongo?
anna: Vamos a dejar esta discusión estúpida porque vamos a acabar riñendo. Y estaría bonito.
henrik: Yo no riño.
anna: No, tú no, pero yo sí.
henrik: Podrías pensarlo, al menos. (Suplicante). ¡Anna!
anna: Ya lo he pensado y de todas las idioteces que he aguantado durante bastante tiempo, este último capricho tuyo es la idiotez más idiota. Y si no lo comprendes, es que eres más idiota de lo que yo pensaba y eso no quiere decir poco.
henrik: ¿Y si yo no quiero?
anna: ¿Qué?
henrik: Si yo no quiero prestarme a ese teatro en la catedral. ¿Qué haces tú, entonces?
anna (enfadada): Pues voy a decírtelo ahora mismo, Henrik Bergman. Entonces, te devuelvo este anillo en este mismo momento.
henrik: Pero… ¡Pero eso es un disparate!
anna: ¿Qué es lo que es un disparate?
henrik: ¿Sacrificas nuestra vida en común, nuestra vida, por un mezquino ritual?
anna: Eres tú el que sacrifica nuestra vida en común por un ridículo, teatral, melodramático, sentimental… yo no sé qué. Mi fiesta es, de todos modos, una fiesta. Todos se alegran y todos se enteran de que tú y yo ya estamos casados, al fin, como Dios manda.
henrik: ¡Pero es aquí donde vamos a vivir! Aquí es donde vamos a vivir, ¿no lo comprendes? Y por eso es importante que empecemos nuestra nueva vida justamente aquí, en esta iglesia.
anna: Importante para ti, pero no para mí.
henrik: ¿No comprendes nada de lo que quiero decir?
anna: No quiero comprender.
henrik: Si me amaras, lo comprenderías.
anna (enfadada): ¡No me vengas con esas monsergas! De la misma manera te puedo contestar que si tú me amaras me dejarías celebrar mi fiesta.
henrik: Tus aires de niña mimada no conocen límites. ¿No te das cuenta de que esto es serio?
anna: Te voy a decir exactamente de lo que me doy cuenta: a ti no te gusta mi familia, quieres humillar a mi madre todo lo que puedas, quieres demostrar tu poder: Anna viene conmigo. A Anna ya no le importa lo que opine su familia. Quieres vengarte de una manera hiriente y refinada. ¡Eso es exactamente lo que quieres, Henrik, reconócelo!
henrik: Es extraño cómo puedes interpretar tan mal las cosas. Extraño y perverso. Pero, naturalmente, es bueno que me entere de…
anna (aún más enfadada): No te quedes ahí con esa cara. ¿Qué risas estúpidas son esas? ¿Te crees que pareces irónico o algo por el estilo?
henrik: … Lo único que veo es que estás de parte de tu familia… contra mí.
anna: … ¿No estás bien de la cabeza o qué? Casi mato a mi madre para irme contigo. Y papá, ¿te crees que se hubiera…?
henrik: … Lo que te pido es un insignificante sacrificio.
anna: … No, tú no estás bien de la cabeza. ¿Sabes qué, Henrik? A veces me resultas lamentablemente vulgar. Tienes una manera de hacerte más…
henrik: … ¿Cómo dices?
anna: … Te haces más tonto de lo que eres, haces una especie de teatro que no te va en absoluto. ¿Sabes qué? Tú te haces el interesante con tu pobreza, con tu infeliz y menesterosa infancia, con tu infeliz y menesterosa madre. Es repugnante.
henrik: … Recuerdo cuando me preguntaste en qué trabajaba Frida y te dije que era camarera. Recuerdo tu tono, recuerdo la cara que pusiste.
anna: … No es necesario andar con la camisa sucia y los calcetines rotos. No es necesario llevar caspa en las solapas y las uñas sucias.
henrik: … Yo nunca llevo las uñas sucias.
anna: … No te lavas y a veces hueles a sudor.
henrik: … Estás hablando demasiado.
anna: … ¡Hombre, claro! El señor pastor no aguanta las verdades.
henrik: … No aguanto que seas cruel. anna: … No me pisotees, Henrik.
henrik: … Es bueno que esta conversación haya surgido antes de la boda.
anna: … Sí, es estupendo. Ahora sabemos dónde nos te- nemos el uno al otro. Estuvimos a punto de cometer un error muy grande.
henrik: … Así es que estás dispuesta a tirar…
anna: … ¿Que soy yo la que tira?
henrik: … No, lo peor es que los dos…
anna: … Sí, es curioso lo fácil que ha resultado.
henrik: … Terriblemente.
anna: … Tengo ganas de llorar, pero no puedo. Debe de ser que estoy demasiado triste.
henrik: … También yo tengo ganas de llorar, estoy terriblemente triste. No quiero perderte.
anna: … Hace un momento no lo parecía.
henrik: … No, ya lo sé.
Distancia geográfica y anímica. La luz del sol se ha apagado en la pared de nieve azulnegra que se alza lentamente sobre el bosque. La luz es gris, pero penetrante. Anna se sienta en la sucia almohada del comulgatorio. Henrik se sienta en el mismo cojín, pero a distancia, dos metros o más. La tristeza es real, pero también la ira y las palabras venenosas que se arremolinan en los nervios y el silencio. Aquí podía terminar el relato de La buena voluntad, puesto que los protagonistas se consideran, ahora y al mismo tiempo, abandonados, extraños y solos. Anna piensa con desagrado en el cuerpo de ese hombre y en sus olores. Henrik piensa con aversión en esa niña mimada y cruel. Los dos piensan (quizá): Horroroso, vivir juntos un solo día, una hora. Humillante. Indigno. Terrible. Todos los caminos se han hundido, los muros brotan como mala hierba.
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