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Silencios para nada falsos

Newsletters: un puñado de elogios y una advertencia

Por Pía Supervielle / Martes 20 de agosto de 2024
Compartimos una excelente y personalísima guía de newsletters, las cartas de nuestros tiempos digitales. Pía Supervielle, devota de estos correos que llegan con puntualidad a tu casilla, orquesta la lista de sus preferidos y las razones para suscribirse a newsletters que a veces están un poquito alejados de nuestros intereses más asumidos. 

Cada vez leo menos noticias. No sé cuándo sucedió, pero hubo un momento en que me harté. Los estudios sobre medios dicen que no soy la única; según el informe del Instituto Reuters de la Universidad de Oxford de este año cuatro de cada diez personas consultadas declaran evitar a veces o con frecuencia las noticias. 

El asunto es que encontré algunos antídotos para combatir mi fastidio y mantener, contra todo pronóstico, una buena dieta informativa. Mi antídoto preferido está en la casilla de correo y se llama newsletter y desde hace unos años —sobre todo en el mundo anglosajón— está muy en boga. Soy una mujer de mi época y el correo electrónico todavía sigue siendo un espacio que atesoro, me da seguridad, no me invade, es silencioso, si quiero lo abro y, si no quiero, lo dejo ahí cerrado. Así que descubrí que las newsletters son, para mí, una de las mejores maneras de estar al tanto de lo que pasa, de lo que no pasa, de lo que alguna vez pasó, de lo que tal vez pasará. 

Estoy suscripta a más de treinta newsletters; todas las semanas sumo, al menos, una nueva. Obviamente no las leo todas, pero me gusta que estén ahí, esperándome. El formato me entusiasma tanto que mi tesis de maestría fue un estudio del estado de situación de las newsletters en Uruguay y, además, implicó el desarrollo de Arbitraria, mi propio boletín que sale los domingos, cada quince días. Arbitraria le debe todo a El hilo conductor, la newsletter de Malena Rey que forma parte del medio digital argentino Cenital. También tiene mucho de Mil Lianas, la carta que publica todos los viernes Agustína Larrea en eldiario.ar, y Viejo Smoking, la genialidad de Cecilia Absatz que llega todos los domingos a las seis de la tarde. 


Pero quiero volver a Uruguay

Me encanta, por ejemplo, que haya newsletters sobre la campaña electoral como Galleta de campaña escrita por Diego Cayota y Santiago Soravilla (solo para suscriptores de El Observador) y Derrotero electoral de Guillermo Draper (gratuita para los usuarios registrados de Búsqueda); ambas me ayudan a ordenar y a entender el caos de la agenda informativa que, ya lo dije, me niego a seguir. Celebro que Rafael Rey tenga su espacio para hacer entrevistas a escritores y escritoras de Latinoamérica en Ajeno al tiempo; que Francisco Álvez Francese nos lleve de paseo por sus lecturas y sus viajes europeos a través de Nueva Decadencia; y que todas las quincenas haya un envío de Intervalo que se ocupa de un asuntos del mundo de los libros o que recapitula lo que se ha publicado en esta revista de Escaramuza. 

En mi casilla de correo hay, ya lo dije, demasiadas newsletters: de economía (nada más alejado de mi área de interés), para corredores (nunca lo fui), de novedades sobre el mundo de los medios y cambios en el periodismo (imposible de seguir los permanentes cambios de rumbo), de documentales (gracias Juan Pablo Mansilla por todo lo que nos das); de libros y literatura (estas sí que las leo todas); de reflexiones sobre la nada o sobre la vida (me encantaría poder leerlas más de lo que las leo); de tecnología, alimentación, artes visuales, filosofía, series y televisión. Y así podría seguir hasta el hartazgo. 

Hoy tengo que elegir, algo que —advierto— no me sale bien, pero bueno... Esta es una diminuta selección de newsletters que leo con detenimiento y, en algunos casos, con admiración.  

Una calle me separa. Vivo en una ciudad y cuando tengo la fortuna de poder viajar, por lo general, elijo conocer ciudades. Jamás podría haber sido arquitecta, pero todo lo que refiere al urbanismo me apasiona. En ese sentido, la newsletter de Federico Poore —magíster en Economía Urbana, licenciado en Ciencias de la Comunicación, fanático del cine— es tesoro que guardo para leer con calma y dedicación. Poore abre otras ventanas (culpable de que haya sumado una nueva newsletter a mi listado), referencia investigaciones académicas, le hace guiños al universo cultural y me ayuda a poner en palabras algunos asuntos que observo y no sé cómo explicarlos. ¿De qué va Una calle me separaÉl lo explica así: «Vivienda, movilidad y espacio público: datos, ideas e información para pensar nuestra vida en las ciudades». Sale todos los viernes en Cenital.  

Diario de la procrastinaciónDiego Geddes es argentino, periodista, se lo puede escuchar en el programa «No dejes para mañana» de Radio con vos; yo lo leo cada sábado en su Diario de la procrastinación. En 2018 —cuando empezó con esto de las newsletters— definió su proyecto así: «Un cuaderno de apuntes sobre la vida cotidiana, un disparador de temas de la realidad y una mirada sobre los consumos culturales actuales. Y, sobre todo, un ejercicio terapéutico para combatir la procrastinación». Geddes escribe precioso y además me hace reír. ¿Se necesita más? Si te convencí te va a llegar todos los sábados de mañana. 

Gárgola digital. No sé cómo llegué a la newsletter de Ainhoa Marzol, imagino que fue gracias a Mar Manrique —especialista en newsletters y medios digitales española—; la cuestión es que Gárgola digital me resulta una genialidad. ¿Por que? Porque es buenísima en su curaduría y porque me mantiene más o menos al día en un universo voraz como el de internet.  Marzol es española, con una Maestría en Gestión Cultural, sus temas son tecnología, redes sociales, memes y cultura pop. Su último envío —en España agosto es mes de vacaciones— hizo una lista de las diez cosas para contemplar este verano de descanso y relajación (guiño guiño al libro de Ottessa Moshfegh) que me encantó.   

Letras americanas. Cada quince días el escritor mexicano Emiliano Monge publica en El País de Madrid un boletín con las coordenadas necesarias para saber qué hay de nuevo y valioso en el ancho mundo de la literatura del continente. Monge, además, siempre me deja frases que guardo, por ejemplo esta: «el silencio falso de los libros». Confieso: me da mucha envidia el trabajo de Emiliano Monge. 

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