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Entrevista a Guido Arroyo, de Alquimia

Panorama editorial: la chilena Alquimia

Por Ezequiel Figueredo / Jueves 08 de junio de 2023
Algunas portadas de Alquimia Ediciones.

Seguimos haciendo un atlas de editoriales latinoamericanas. Guido Arroyo, en representación del equipo de Alquimia Ediciones, responde con inteligencia y compromiso las preguntas que le propone Ezequiel Figueredo. Una charla signada por la búsqueda de «obras que están cruzadas siempre por la política y reflexión; escritas por gente que no se quedan solo en el siempre feble "nicho" literario, sino que abordan otros mundos».

Ezequiel Figeredo: Tienen doce años, ¿cómo ven el panorama editorial desde que nacieron hasta ahora en relación a la recepción de editoriales independientes en las librerías y en el público?

Guido Arroyo: Muy diferente. Para bien y para mal. Comencé a experimentar en la edición de libros a los veinte años, en el 2006. Era un aspirante a bibliófilo y, fuera de eso, no sabía nada del oficio. En esa época tampoco había un circuito estable de ferias, ni distribuidoras que acogieran a sellos independientes. Solo un puñado de librerías apostaban por exhibir libros que solíamos hacer a mano o en imprentas rústicas. El rol del editor se anclaba a la pasión. Al ensayo-error. La cultura de sensibilidad anarquista del do it yourself. Con el tiempo el fenómeno edición independiente se puso de moda. Autorías importantes, que solían publicar en trasnacionales, apostaron por sellos pequeños. El oficio y su cadena laboral —felizmente— se profesionalizó y nacieron distribuidoras y librerías dedicadas solo a la edición independiente. Pero esa consagración supuso también cierta frivolidad. Sellos hechos exclusivamente para cumplir nichos de mercado, sin ninguna pasión lectora detrás. Sellos armados para subsanar las ganas de aparición de sus editores, en cuyas redes sociales aparecen elles como figuras centrales. Sellos formados por editores que no atienden sus stands, que no transportan cajas de libros, que nunca han hecho un inventario y no saben cómo funciona una imprenta. 

Por otra parte, el término «independiente» se fue desdibujando (en lo personal ya no lo ocupo para aludir a Alquimia). En nuestro caso, si bien sostenemos mucha autonomía, nos debemos ya a un público lector que, a veces, cuando publicamos cosas muy salidas de nuestra esencia, nos «castiga» cariñosamente (lo que vemos en los likes y en las ventas). Y hay una estructura que mantener. Por ende, creo que la recepción que han/hemos ganado los sellos autónomos ha sido mucha. Pero percibo que desde la pandemia en adelante atravesamos un proceso en el que se están leudando los proyectos. Algunos medianos se achican, otros vuelven a su esencia, otros se diluyen con las trasnacionales. Hoy en Chile, por ejemplo, hay sellos independientes publicando libros de influencers tratados en términos de edición estilística como influencers. Eso no tiene ninguna diferencia con lo que hace Planeta.  

EF: Recuerdo a la Cooperativa Editores la Furia, ¿qué les quedó de esa época de gran revuelo de editoriales «nuevas» de la escena editorial en Chile? ¿Y cómo siguen ahora en una asociación de editoriales de Chile?

GA: Difícil pregunta. Chile es el país más eclosionado en términos de asociaciones editoriales. Existen más de seis y pareciera que nunca se puede llegar a un acuerdo común en nada. Esto se traduce en que no tenemos una feria internacional que sirva como referencia y eso  —creo— nos hace mal a todes. En cuanto a la cooperativa en sí, agrupación que dejé muy apenado —y atormentado— en el año 2017, solo podría decir que fui uno de los miembros/editoriales fundadores y que, en ese entonces, a los sellos que la formamos nos interesaba muchísimo más pensar en formas de hacer e intervenir políticas culturales que el mundo editorial en sí. De todos esos sellos solo queda uno dentro de la agrupación. 

EF: Desde Uruguay, en Chile veo al Estado acompañando al mercado para impulsar a las editoriales. ¿Es así? Las editoriales universitarias también son un ejemplo vistas desde acá, ¿qué nos pueden contar al respecto?

GA: Totalmente cierto. En Chile existe un gran apoyo estatal que abarca muchas áreas de la cadena del libro. Se subvenciona la impresión de obras de carácter patrimonial o registros que tristemente tienen baja rentabilidad, como la poesía, el teatro y el ensayo. También hay líneas de apoyo para la traducción, el fortalecimiento de microeditoriales, librerías, espacios de mediación de lectura, etcétera. Si bien hay una cierta deuda con respecto al enriquecimiento de nuevas lectoras y lectores, es indiscutible que dinero se invierte. Ahora, el verdadero problema es que la lógica que opera para obtener esos recursos es propia del modelo impuesto por la dictadura cívico-militar: el neoliberalismo que obliga a la concursabilidad feroz. Cada año hay perdedores y ganadores. Nosotros mismos como sello solemos pasar de obtener varios fondos a ninguno o, lo que resulta más complejo, que el mismo proyecto obtenga 70/100 puntos un año y al siguiente 100/100. Creo que se acabó el tiempo de los fondos concursables. Se debe orientar el apoyo a conformar una industria cultural más robusta y diversa. Al final todos los actores de la cadena del libro nos necesitamos. Lo que más importa es ampliar la sociedad civil que consume cultura, que lee en el transporte público, para que así nuestros oficios se vuelvan trabajos y nuestros libros tengan un sentido más amplio. Ya hizo crisis el modelo de financiar muchos nichos que no conforman un ecosistema sustentable. 

En cuanto a los sellos universitarios, hay muchos y muy buenos. La mayoría recibe un aporte basal de la institución, pero el riesgo y calidad de sus apuestas editoriales resultan increíbles. Recomiendo mucho el trabajo de Ediciones UDP, UV, UACH y USACH. Además, la mayoría de las y los editores detrás de esos sellos son escritores que además llevan años en el oficio.

[Guido Arroyo].

EF: ¿Les parece que hay un como una cordillera de distancia en la relación entre las editoriales entre Chile y Uruguay? Pero, ¿la cordillera desaparece con Argentina, que está presente en el catálogo de ustedes, por ejemplo?

GA: Sí, toda la razón. Hay muchos sellos chilenos publicando autorías argentinas y viceversa. Pero el Río de La Plata opera como una doble barrera. Me baja mi pulsión culpógena con tu pregunta (fui formado en una casa protestante donde casi no había libros). En Alquimia hemos publicado a una decena de autorías argentinas y ningún hermano uruguayo, aunque estuve a punto de hacerlo el año 2012. Intentaré subsanar, más temprano que tarde, aquel error. 

EF: ¿Por qué les parece que ocurre eso? ¿Esa distancia es por no cruzarse tanto en ferias internacionales? ¿O hay cuestiones más estructurales?

GA: Yo creo que se trata más de lo primero. Incluso te diría que hay ciertas tensiones muy bobas entre la cultura chilena-argentina que se diluyen entre la chilena-uruguaya. Pero en este oficio gran parte de las decisiones se toman en ferias y la ausencia de cruces pasa la cuenta. Cuando la gloriosa FED y La Furia cumplan veinte años (y falta poco para eso), sería hermoso una crónica en la que se narre cuántos libros se definieron en esos pasillos, entre coleges, birra/chela o pucho/tuca en mano. Esas ferias explican gran parte de las ediciones de autores de países cruzadas, de coediciones, de stands colectivos, de este nuevo escenario de la industria del libro que me sigue y seguirá resultando un espacio donde siento plena comodidad.   

EF: ¿Nos pueden contar un poco sobre el autor Juan Pablo Shuterland del libro Grindermanías del ligue urbano al sexo virtual, que en su primer libro Papelucho gay en dictadura indaga desde la autoficcion o biografía novelada la cuestión gay en épocas tanto de la dictadura militar como en la militancia de izquierda? También cómo en su último libro, desde un autor local, indagan en las relaciones atravesados por la tecnología, las redes y demás.

GA: Es un lujo poder trabajar con Juan Pablo. Un autor que en sí mismo intersecciona muchos movimientos. Precursor del activismo por la lucha contra la discriminación al mundo LGTBIQ+, autor de las primeras obras narrativas en Chile que tematizan las periferias del mundo gay (a la par con Lemebel), y un teórico de lujo que reflexiona sobre el dandismo, el neobarroso y las tecnologías del sexo actuales. Todo esto sumado a que debe de ser uno de los escritores más encantadores que he podido conocer. El proceso de edición de aquella biografía novelada lo recuerdo entrañable. Desde la autoficción, Shuterland logró armar un aparato estético que dispara esquirlas contra el conservadurismo del partido comunista ochentero, contra la concertación chilena que mantuvo en muchas facetas intacto el modelo dictatorial. Y en el medio están sus fotografías personales. Recuerdo que pasamos una tarde mirando los textos impresos y pensando dónde podrían ir, lo que volvió el libro en unas memorias cuya primera tirada (de mil doscientos ejemplares) se agotó en dos meses. En Grindermanías mezcla sus experiencias biográficas como usuario de la plataforma, y el hecho de que sea la primera app en la historia reciente que tecnifica la distancia entre un cuerpo y otro. Reflexiona de forma lúcida sobre cómo ciertas prácticas sexuales ligadas a la urbe se están anulando para siempre gracias al deseo tecnificado vía apps. Y eso es algo que sucede a nivel global, independiente del relato de género o rango etario. De Juan Pablo podría decir, además, que encarna, junto a otras autorías de Alquimia como Nona Fernández o Elvira Hernández, todo los que nos interesa como sello. Obras que están cruzadas siempre por la política y reflexión; escritas por gente que no se queda solo en el siempre feble «nicho» literario”, sino que abordan otros mundos. Eso es algo que compartimos vitalmente todo el equipo de trabajo de Alquimia. 

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