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Colección de relatos

Refugios y revelaciones en «La casa en llamas», de Ann Beattie

Por Gera Ferreira Rodríguez / Sábado 15 de marzo de 2025
Portada de «La casa en llamas», de Ann Beattie. Trad. Virginia Higa. Chai, 2022.

Los cuentos de Ann Beattie han sido publicados puntualmente desde 1973 en The New Yorker. Esta reunión de sus relatos que ofrece Chai, titulada La casa en llamas y con traducción de Virginia Higa, «no solo es una prueba más de su excelencia como narradora, sino también un recordatorio de que, en medio de la confusión, siempre hay espacio para el entendimiento y la reconciliación».

La casa en llamas (Chai, 2022) es una antología de los mejores cuentos publicados por la célebre escritora Ann Beattie (Washington, 1947) en la revista The New Yorker entre 1973 y 2006. Las trece piezas elegidas, dispuestas de manera cronológica, cubren ni más ni menos que treinta años de su producción y por primera vez son traducidas al español, gracias a la mano experimentada de Virginia Higa (Bahía Blanca, 1983). Virginia ha realizado aportes constantes y sonantes para traer a nuestra lengua autores/as contemporáneos/as de probada jerarquía: Tundra (Chai, 2020), de Abi Andrews; Idiófono y Ocho (Chai, 2021 y 2024 respectivamente), ambos de Amy Fusselman; Devenir animal (Sigilo, 2021), de David Abram; Nuestras esposas bajo el mar (Sigilo, 2023), de Julia Armfield; y Querida amiga, desde mi vida te escribo a tu vida, de Yiyun Li. El reciente libro de Anne Truitt, Daybook (Chai, 2024), completa el interesante recorrido de Higa en este rubro, sin mencionar su escritura creativa ―Los sorrentinos (2018) y El hechizo del verano (2023)―, que ameritaría dedicarle otras páginas.


Tengo bastante sentido común como para evitar tener conversaciones importantes por teléfono.

Del cuento «El vals de Cenicienta»

Los relatos de Beattie, al menos los que componen esta selección ―que prescinde, por cierto, de transparentar los criterios aplicados en el volumen―, suelen comenzar in media res, es decir, con la historia empezada en un segmento previo o posterior a las acciones narradas, un punto ciego para les lectores, desde el cual se arrastra un conflicto o un estado de cosas con las que nos familiarizamos en el transcurso de la lectura, sea por intuición o por descubrimiento. El pulso narrativo de Beattie es magistral, realmente sólido, preciso y tiende hacia lo económico (en términos expresivos) para capturar las emociones de sus personajes, sus pensamientos (que elige bien cuándo materializar en palabras) a partir de algunas pinceladas epocales o alusiones de contexto citadino. A propósito, se ha dicho de Beattie de forma reiterada, aunque no en vano, que es una de las maestras del minimalismo narrativo. A estos componentes, la autora endosa períodos de diálogos tan bien distribuidos y calibrados que por momentos le disputan al narrador la lámpara del patio, el pasillo de la cocina, el sillón de la sala de estar (posiciones estratégicas en la intimidad doméstica desde donde enfoca las historias). A veces uno solo quiere escuchar una buena conversación, y en el libro de Beattie eso ocurre.


Si la gente no discutía frente a sus amigos significaba que no tenían problemas.

Del cuento «En la noche blanca»

La horma de estos cuentos, cuya extensión parece calculada a punta de bisturí, no es de ejecución breve, pero tampoco extensa, lo cual permite que las historias respiren sin apuro sobre la página y se genere un efecto de tensión que descansa sobre la espera, operando entre el refugio y la revelación. Así, la incertidumbre sobre el final de cada texto se hace desear de manera efectiva, y muchas veces no configura como tal al culminar el recorrido: en La casa en llamas nunca recibimos en bandeja una resolución. A la apuesta formal se suma el vaivén rítmico que Beattie imprime a cada texto, propiciando no solo un vínculo disfrutable entre los diversos narradores que comparecen (utiliza la primera y la tercera del singular de manera alternada pero con igual dominio) y los personajes, sino que indaga hábilmente en torno a la privacidad apresurada de sus protagonistas, desgranándo y la desgrana sin que lo notemos.


Sus manos son tan grandes que hay que mirar bien para ver que sujeta una taza y que no está bebiendo café de sus manos como se bebe agua de un arroyo.

Del cuento «Horario de Greenwich»

La casa en llamas aborda temas como el divorcio, las dificultades de la monogamia, la infidelidad, las desavenencias familiares, las transformaciones que nos llevan a repensar nuestras identidades, los problemas de la maternidad y paternidad. Son tópicos envueltos, por lo general, en una atmósfera de tensión e incomodidad, centrados en las vidas de jóvenes y adultos de clase media blanca en Estados Unidos, preocupados también por el paso del tiempo y la edad. A su vez, las historias presentan un enfoque crítico sobre el sueño americano, propio de la generación de escritores a las que pertenece Beattie, tradición en la que los lectores y lectoras avezados en la tradición del cuento norteamericano apreciarán con nitidez las reminiscencias estilísticas de Raymond Carver, John Cheever, Lorrie Moore y J.D. Salinger, entre otres.


Es una maldición tener una cara que no expresa lo que quieres decir.

Del cuento «La casa en llamas»

Con su característica prosa íntima y observadora, Beattie ofrece un caleidoscopio de experiencias que, aunque ancladas en lo cotidiano, resuenan con la intensidad de una revelación, y logra captar el estado de vulnerabilidad que nos define como seres humanos. Así, sus personajes se convierten en espejos que reflejan nuestras propias inseguridades y anhelos, y nos lleva a cuestionar las conexiones más cercanas. Podría entrar en detalle sobre cada texto pero realmente es preferible quedarme a las puertas del libro e invitarlos a que ingresen. Decía que la exploración de los vínculos emocionales se convierte en el corazón de La casa en llamas. A medida que los personajes enfrentan sus propios derroteros, Beattie plantea preguntas sobre la lealtad, el perdón y la capacidad de redención. ¿Es posible reconstruir una relación rota? ¿Qué papel juega el pasado en nuestra capacidad de perdonar y de aceptar? Estas interrogantes provocan una reflexión sobre cómo construimos nuestros refugios emocionales y la fragilidad de esas estructuras frente a la adversidad, sin dejar de lado el humor o ciertas ocurrencias que Beattie desperdiga con ingenio en el libro para señalarnos cómo los lugares que nos ofrecen seguridad también pueden convertirse en prisiones.


En el momento en que dejas de amar algo, en el momento en que dejas de estar atento, llegan las cosas y la gente equivocada.

Del cuento «Piedras en la pared»

La casa en llamas desafía al lector a reflexionar sobre las complejidades de las relaciones interpersonales y la naturaleza de la identidad. Con su estilo inconfundible, Ann Beattie nos invita a sumergirnos en un mundo en el que los vínculos son a la vez un refugio y un campo de batalla, y en el que el fuego de la crisis puede dar lugar a la esperanza y la renovación. Este conjunto testeado de cuentos no solo es una prueba más de su excelencia como narradora, sino también un recordatorio de que, en medio de la confusión, siempre hay espacio para el entendimiento y la reconciliación. Si bien las llamas del presente, de la vida en sociedad (asimilamos todo de una forma apresurada y sin mayores peajes), pueden consumir nuestras certezas, también existe la oportunidad para reconstruir lo que se creía perdido. Pero, claro, se pierde demasiado tiempo tratando de entender a los demás. Y de eso también va este muy buen libro.

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