Escucha plurisensorial
Un bajo continuo: texto performático a cuatro manos
Por AniMale / Sábado 23 de noviembre de 2024
Foto: Lu Lee (@lu.lul).
Tras meses de intenso trabajo escénico, el dúo AniMale vuelve con un texto que explora la sonoridad del mundo a cuatro oídos y a cuatro manos: «Hay cosas que soy capaz de escuchar y que no suenan. Quizás de eso se trata una escucha que se mueve más allá del sentido que la contiene, una escucha plurisensorial».
Protocolo de trabajo
Poner el temporizador en diez minutos.
Escuchar todo lo posible hasta que suene la alarma.
Poner el temporizador en diez minutos.
Escribir de manera automática (escribir sin parar) sobre lo escuchado hasta que suene la alarma.
Resultado de la escucha simultánea de dos cuerpos
1.1 Estamos haciendo los diez minutos de escucha diaria. Es de tarde y no hay tanto ruido en la calle. Pasan de manera irregular los ómnibus y las motos, son los motores más fuertes. Después los pájaros, no son muchos, pero alguno hay. Es un alivio escucharlos, son gaviotas o distintos tipos de pájaros que se acercan al mar. Cuando se escuchan es como un bálsamo para el esqueleto, como un baño de suavidad en todo el cuerpo. Incluso cuando son muchos y se están yendo a dormir o al despertar, escucharlos es como un masaje interno. Los motores no. Solo uno de todos los ómnibus era eléctrico, silencioso. Las ciudades del futuro son silenciosas, escondidas, el logro último será camuflarse con la naturaleza. Las motos no ayudan, hace frío y el cielo está blanco, nublado pero lechoso. Se siente el frío solo con mirar por la ventana. Hay un motor de aire acondicionado que suena como bajo continuo. Me acuerdo de la clasificación de sentidos que hace Marta Tafalla y pienso que el oído tiene por lo menos dos capas, una interna en la que suena la canción Impecable y otra que percibe el motor del aire acondicionado. Me pregunto cómo estará sonando el ambiente en el momento en que alguien esté leyendo este texto y tenga esta voz como voz interna y quién sabe qué como sonorización ambiente… Eso que estás escuchando ahora, en este mismo momento. Qué casualidad que esa canción esté sonando en este momento, es una canción muy simple, la estuvimos tocando el otro día. Es un acorde, uno solo creo… a ver si me acuerdo, era Re menor, Sol, Do, Fa. Eran esos acordes sin parar. Y te arman toda una canción hermosa con muchas partes. Entonces por lo menos dos tipos de oído, y bueno, en realidad como en un origen todos los sentidos eran uno, hay una relación entre todos y puedo escuchar con la piel. De eso se trata este ejercicio, de algo un poco imposible. No puedo dejar de escribir y pienso cuánto espacio serán diez minutos de escritura. Por lo pronto parece ser una página en Times New Roman tamaño 12 interlineado 1.5, porque este texto se tiene que estar por terminar, en cuanto suene la alarma, que va a ser en cualquier momento, en algunos segundos, ahora.
1.2 Un bajo continuo inunda el ambiente como un colchón sonoro sobre el que rebotan otras texturas, otros sonidos. Los autos resoplan a los lejos, a un vidrio de distancia y algunos pasos más. Repiquetean también otras voces que suenan como llamados. Son cantos, cantos de pájaros que reclaman su lugar en la ciudad. Por ahí leí que los insectos en las ciudades se ven forzados a comunicarse con más volumen del que lo harían en el bosque. Estamos inmersos entre gritos de insectos que no somos capaces de escuchar. Cierro los ojos para prestar más atención a lo auditivo pero ni bien lo hago siento un olor a polvo, un olor característico de las alfombras que ya tienen varios años. Mi cuerpo está acostado boca arriba sobre una textura peluda y calentita que desprende un aroma que me lleva de la mano al living de la casa de mis abuelos en el campo, sentados al lado del fuego, elles, yo, como ahora, en la alfombra. A lo lejos suena una puerta que se cierra de golpe y unas llaves que golpean unas contra otras. El sonido de los pasos en la escalera atraviesa las paredes, soy capaz de ver a la vecina bajando un escalón, otro escalón, escalón, escalón, escalón, escalón, escalón. Ausencia de pasos. Se cierra otra puerta. Mi cuerpo está suspendido a cinco metros del nivel de la calle, me imagino flotando entre los sonidos, imagino mi cuerpo como un espacio en el que resuenan sensaciones y lo dejo volar, suspenderse entre los pájaros, los autos, y ahora también bocinas y el ladrido de unos perros que se apresuran por acallar a estas últimas. Pienso cuánta gente como yo estará en este momento escuchando esos perros; el sonido de los ladridos nos une como una comunidad de escucha itinerante y fugaz. Trago saliva y escucho el sonido de mi garganta pero también siento como se mueve mi cuello, mi cabeza se reacomoda y mis piernas también. Hay cosas que soy capaz de escuchar y que no suenan. Quizás de eso se trata una escucha que se mueve más allá del sentido que la contiene, una escucha plurisensorial.
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