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Dislocaciones de sentido

Un elefante (disfórico) en la sala

Por anguirú-laboratorio disidente / Miércoles 09 de agosto de 2023
Paul Preciado (foto divulgación) y portada de «Dysphoria mundi» (Anagrama, 2022).

«La obra de Preciado no es únicamente un ejercicio crítico y contundente sobre la urgencia de reflexionar sobre lo que nos está sucediendo como humanidad; también es una respuesta política para resituar el lugar de la filosofía»: el Proyecto Anguirú reseña Dysphoria mundi (Anagrama, 2022), de Paul Preciado. Hacia una ética de lo común...

Qué difícil reseñar un libro tan lúcido que nos deja sin aire y sin palabras. Esta fue la sensación leyendo Dysphoria mundi (Anagrama, 2022) de Paul Preciado, un filósofo que no necesita presentación y que, sin embargo, demuestra, una vez más, no solo cuán necesaria es su mirada en y sobre el mundo sino la sensibilidad y la osadía que se requiere para repensar-nos en él.

La obra de Preciado no es únicamente un ejercicio crítico y contundente sobre la urgencia de reflexionar sobre lo que nos está sucediendo como humanidad; también es una respuesta política para resituar el lugar de la filosofía, un sitio desde donde «(...) alertar acerca de las consecuencias del tipo de conciencia que la especie humana ha desarrollado a través de una especialización tecnológica para la dominación, la destrucción y la muerte» (p.92-93).

Detener la máquina de la violencia supone un golpe, una nueva forma de comprensión que reagrupe lo que hemos disgregado. Siguiendo a Latour [1] , es la necesidad de borrar las fronteras disciplinares y políticas, volviendo a ver «la pauta que conecta» [2]. Esta nueva mirada implica, además, entender que desde la pandemia del 2020 el tiempo y el espacio se han reconfigurado, se han desviado. Los sucesos acaecidos desde las llamas de Notre Dame, el virus del Covid-19, el ataque al Capitolio, las movilizaciones mundiales a favor del aborto y en contra del racismo, pasando por las explosiones químicas en Beirut, ejemplifican nuestro estado actual de muerte y exterminio, consecuencia de lo que Preciado llama el poder petrosexorracial.

Para Preciado, la disforia no solo describe un tipo de diagnóstico que se realiza desde la psiquiatría para patologizar a las personas cuya identidad de género no se alinea con los supuestos binarios y heteropatriarcales de la contemporaneidad, sino que es también una oportunidad de llevar adelante un zap filosófico, es decir, un modo de desplazamiento que implica resignificar esta noción para pensar el mundo. Tal ejercicio conlleva dejar de hacer foco en lo que se constituye como lo «anormal» para comenzar a mirar el mundo que produce y reinstaura jerarquías y binarismos. Según el autor, la condición mundial actual es la de una disforia generalizada, un signo de la resistencia de una gran parte de seres que se niegan a ser subalternizadxs, formas de vida que anuncian un nuevo régimen de saber y político-visual desde el cual pensar la transición planetaria (p.21-22). 


«Nuestra señora de lo real, ruega por nosotros»

La pandemia del VIH, como la del Covid-19, han puesto sobre la mesa que vivir en comunidad implica la existencia de una biopolítica que, en su definición, elige y descarta los cuerpos que serán sacrificados. «El virus ya se está racializando y feminizando» (p.239). Al generar un contrapunto entre la crisis del sida y la aparición del Covid-19, Preciado advierte líneas de continuidad entre ambos fenómenos y subraya que «toda política es viral» (p.205) e histórica. En sus palabras: 

[...] si antes eran el sistema inmune y el funcionamiento del virus los que habían servido como base metafórica para pensar el funcionamiento del ordenador y de los ataques en internet, ahora la metáfora del virus informático vuelve sobre el cuerpo y las políticas de género y sexuales y lo satura todo. (p.203)

Las epidemias, de este modo, materializan en el cuerpo individual y colectivo lo que Preciado llama somateca, la gestión biopolítica ya existente, radicalizando y desplazando sus técnicas y permitiendo extender las medidas de inmunización ya existentes a la población en general. 

Los virus, de esta forma, no hacen más que materializar e intensificar formas de dominación y explotación ya presentes (p.113). Por su condición ontológica, ni vivos ni muertos y en constante mutación, Preciado los compara con otras entidades a las cuales nunca se les ha dado una existencia plena y que han sido catalogadas como dañinas y subalternas: mujeres, personas trans, discapacitadxs, extranjerxs, entre otrxs, «(...) parásitos sociales que amenazan la integridad del cuerpo soberano nacional masculino» (p.185). 

El autor analiza cómo la virología ha explicado los virus compartiendo un lenguaje con el internet, la cibernética que inicia en los años 90 y también con la guerra. El VIH fue pensado como un modelo computacional que flexibilizó los límites entre lo vivo y lo no vivo. Este tipo de lenguaje también fue usado en medio de la pandemia del Covid-19 por personas que desde discursos antigénero asemejaron el virus con una «pandemia trans», negando la existencia de estas identidades y abogando por la contención de la expansión de los derechos de estas personas así como se contiene una pandemia. 

«El virus ya no es simplemente, como después de Nietzsche, un hombre sin dios, sino una entidad sin hombre» (p.202). Porque, como el texto nos recuerda constantemente: Wuhan está en todas partes.


Out of joint (fuera de lugar)

Como ya lo demostró en obras anteriores, la perspectiva crítica de Paul Preciado es indisociable de un gesto creativo y propositivo en lo que a categorías de análisis atañe, pero también por el invitarnos a un recorrido por múltiples ámbitos localizados —pero, como nos advierte, fuera de lugar—, en diversas partes del globo, e incluso más allá. En la segunda mitad del libro el autor identifica en la contemporaneidad una serie de dislocaciones de sentido de entidades, elementos o fenómenos tan variables como el tiempo, la vida, el código, el hogar, la respiración, los autos, la moda, la verdad, el trabajo, el nacimiento, la vida, el dolor, la democracia, la muerte, entre otros. 

En la escena contemporánea, el perfecto ensamblaje de acciones, objetos, cuerpos, paradigmas y tecnologías parece verosímil, pero no lo es. Está repleto de incongruencias, riesgos y peligros para los seres vivos y para la supervivencia del planeta Tierra. Es un gesto disfórico que continuemos fingiendo que las «cosas» funcionan, cuando a todas luces ya estamos frente a un colapso de proporciones. 

¿Qué significa respirar, si el aire que respiramos nos asfixia? ¿Cómo construimos ciudadanía en urbes donde buena parte de la población es migrante y se le niega el reconocimiento como ciudadanxs? «¿Qué significa hablar hoy como transexual, como homosexual, como cuerpo racializado… si la transexualidad, si la homosexualidad, si la raza… no existen?» (p.213). ¿Qué sentido tiene el hogar, si en él debemos permanecer confinadxs durante meses? ¿Dónde encontramos privacidad y qué quiere decir «libertad», si nuestros teléfonos móviles, esos que llevamos hasta al baño, son usados como dispositivos de ciberbiovigilancia y devienen en una especie de órgano digital? En suma, ¿por qué admitimos a estas como condiciones bajo las cuales seguir viviendo?

Preciado no está describiendo solamente la situación de los sujetxs disidentes y los más excluidos —que, sin duda, otra vez, son los más vapuleados—. Está hablando, en cambio, de un estado global y generalizado en el que no hay una brújula que paute un camino hacia la dignidad colectiva, haciendo extensivo lo colectivo a seres no humanos y a la tierra. Por eso resulta incómodo transitar la lectura de estas páginas, que están repletas de detalles irónicos y descripciones duras de digerir. Sin embargo, al mismo tiempo es un libro tremendamente estimulante, pues nos devuelve de manera contundente la fuerza de la interpelación. 

Los impulsos que devienen del sentirnos interpeladxs se revelan, entonces, como un hilo del cual jalar para reelaborar la mirada que tenemos de la realidad, y así proponer una que se contraponga a la normative gaze o mirada normativa que identifica el autor como tecnología de poder. Pero esta acción debe implicar, también, un desplazamiento orientado a desarmar la primacía que actualmente tiene el individuo, situando en su lugar una ética de lo común. Para ello, dice Preciado, debemos «cambiar la infraestructura misma de la percepción» (Preciado, 2022: 263) y generar nuevos consensos a través de los cuales la ciudadanía conforme una sociedad que le permita defenderse.

En la escritura de Preciado se diluyen las fronteras que paradójicamente está analizando, pero eso ocurre en un entre sueño, vigilia y delirio febril, mientras transita la enfermedad del virus y en un largo proceso posterior, mientras se recupera. En ese derrotero, Preciado advierte que «es nuestra relación con el espacio y el tiempo, con el cuerpo vivo de los otros y con nuestros propios cuerpos la que está siendo profundamente modificada» (p.255). Ya no hay estados definidos (Dentro, fuera. Lleno, vacío. Seguro, tóxico. Masculino, femenino. Blanco, negro. Humano, animal. Nacional, extranjero. Cultura, naturaleza. Público, privado. Orgánico, mecánico. Centro, periferia), puesto que transicionamos a un nuevo escenario de excepción política y social que afecta cómo nos sentimos, percibimos y relacionamos. La única certeza es el sentido, pero ¿acaso todavía podemos producirlo?

Preciado dice en un momento: «Cada biblioteca es una biografía». Cada libro cuenta la historia de alguien, es signo de alegrías, pasiones y frustraciones. Libros que existen para un otre, leídos y sin leer, títulos que recorren y atraviesan nuestras vidas, se acumulan, tejen vínculos, se olvidan, reclaman y se divorcian. Los libros son para Preciado la excusa para hablar de su vida, su identidad, de los amores fallidos, de los libros que supieron construir su mirada y lo llevan hasta una torre en Canadá, en donde desnudo frente a una computadora escucha sobre la existencia de un nuevo virus, suceso que lo lleva a su vez a recordar la primera vez que escuchó la palabra virus y homosexualidad. En ese momento de su infancia se le revelaba atrozmente que en su cuerpo ya se escondía la marca, la historia de una muerte anunciada. «Nunca estamos donde realmente estamos» (p.138). Este pasaje que lo encuentra escribiendo un libro, otro libro, es también en el que se está escribiendo esta reseña. Dysphoria mundi.

Por Laura Recalde y Luisina Castelli. 

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Notas

[1] Latour, Bruno. Nunca fuimos modernos. Siglo XXI: Buenos Aires, 2007.

[2] Bateson, Gregory. Espíritu y naturaleza. 2a ed. 2a reimp. Amorrortu: Buenos Aires, 2002.

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