Literatura infantil
#8M: una ingeniosa Sherezade, la intrépida Gretel y otras protagonistas entrañables
Por Virginia Mórtola / Viernes 03 de marzo de 2023
«Scheherazade und Sultan Schariar», de Ferdinand Keller (1880).
No es de ahora que la literatura infantil y juvenil cuenta con grandes personajes mujeres. Valientes, arrojadas, desprejuiciadas: Virginia Mórtola nos lleva de la mano a revisitar las personajes más entrañables de todas las épocas, incluyendo la contemporaneidad de la literatura uruguaya.
Es a partir de los años sesenta, con los estudios de género y las reivindicaciones feministas, que empiezan a cuestionarse los modelos femeninos que proponían los libros para niñas y niños plagados de princesas bellas, llenas de virtud, dóciles y obedientes, con la contracara malvada en las terribles y feas brujas. Desde entonces, y cada vez más, niñas y mujeres han entrado con fuerza a poblar las historias de la literatura infantil y juvenil como protagonistas valientes. Ocupan lugares protagónicos y tienen roles activos en el desarrollo de la trama.
Las librerías se llenaron de ofertas editoriales dedicadas a rescatar las vidas de mujeres intrépidas con la serie Antiprincesas publicada en 2015 por la editorial Chirimbote, y Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes, otra serie publicada a partir de 2017 por Planeta. En este auge se inscribe Uruguayas rebeldes, escrito por Soledad Gago (Planeta, 2020), un libro local, con biografía de mujeres uruguayas ilustradas por artistas de aquí; y ¿Quiénes son ellas? (2021), de la maestra Tania Fernández, libro financiado por los Fondos Concursables en el que se presentan doce científicas uruguayas contemporáneas.
Por otro lado, está la colección Érase dos veces, de la editorial Cuatro tuercas (2018) que reescribe cuentos clásicos en los que las princesas se revelan. Sucede que la literatura infantil es un verdadero caldo de cultivo para el análisis de las ideologías. En ella encontramos los valores que defendemos los adultos y queremos transmitir a los niños y las niñas: a veces es con una clara intención y explicito, y otras veces no tanto, aunque es inevitable que se cuele y navegue entre líneas. En las sociedades contemporáneas es «políticamente correcto» promover historias con mujeres protagonistas y rebeldes, al punto de transformar los clásicos. El mercado, siempre atento, se ha sumado a esta tendencia.
Lo cierto es que las jóvenes princesas han sido las protagonistas de todas las historias de antaño: Blancanieves, Cenicienta, Rapunzel, Aurora. Son sus nombres y sus historias las que conocemos. No sabemos los nombres de los príncipes, porque no tenían. Eran los hijos del rey obligados a someterse al mandato paterno de salir a buscar una princesa para mantener la tradición real. Sí, la idea del amor romántico funcionaba para mujeres y varones, y el casamiento como valor esencial también.
Pero hubo otras jóvenes y niñas que emprendieron grandes aventuras. Sherezade, protagonista y narradora de Las mil y una noches, conoce todas las historias y las cuenta noche tras noche al cruel rey Shahriar para mantenerse viva. Ella nos lleva por un entramado de cuentos que son su estrategia para demorar la muerte. Todo comienza con un engaño: el rey Shahriar, furioso ante el engaño de su esposa, la mata y decide vengarse de todas las mujeres casándose cada día con una joven a quien degüella a la mañana siguiente. El reino pronto se queda sin doncellas. Sherezade, hija del visir, arma un plan con su hermana Doniazada para casarse con él y vencerlo a puro cuento. El poder de la palabra y la curiosidad insaciable seducen y fascinan al rey que, cada noche, al finalizar una historia sucumbe al encantamiento de la promesa de una nueva aventura para la noche siguiente. En «Sherezade o la construcción de la libertad», uno de los ensayos que forman parte de La frontera indómita, Graciela Montes describe así a la protagonista:
la contadora, la que fabrica, con sabiduría y paciencia, una red de resistencia contra la ferocidad —y la tremenda falta de humor, además— del rey Schariar, la que, a pura palabra, impide que el alfanje caiga en su nuca y la degüelle, como antes a cada una de las pobres esposas por día de ese revanchista implacable.
Los hermanos Grimm (1812-1815) —y antes Perraul (1697)— recopilaron historias de la tradición oral. Así conocimos a Caperucita roja, una pequeña que se atrevió a cruzar un bosque, sin miedo, para ir a visitar a su abuelita enferma. Y a Gretel, una niña con el coraje de engañar a la bruja, empujarla al horno y liberar a su hermano, además de tener la lucidez de retomar el camino a casa.
El personaje de La Sirenita, de Hans Christian Andersen (1837), escuchó sus deseos y tomó decisiones arriesgadas al punto de perderlo todo. En Alicia (1865), de Lewis Carroll, la protagonista saltó al país de las maravillas y el sin sentido, donde conoció un manojo de seres extraños que multiplicaron sus preguntas, y sobrevivió a la reina de corazones. La rebeldísima Jo, segunda de las tres Mujercitas, creadas por Louisa May Alcott, es una escritora apasionada, rebelde y audaz, que se rehúsa a quedar encerrada en los estereotipos femeninos de su época.
Matilda (1988), de Roald Dahl (sí, el de las polémicas), muestra a la niña más ávida de historias, capaz de sobrevivir a su caótica familia, a la directora Tronchatoro y elegir su destino. Dorothy (1900), la protagonista de El maravilloso mago de Oz, escrita por Frank Baum, recorrió un camino lleno de peligros, hizo amigos y se enfrentó al temible mago. Pippi Calzaslargas (1945), de Astrid Lindgren, la entrañable pelirroja de trenzas tiesas, vive sin adultos junto a su caballo Pequeño Tío y su mono Señor Nilso y no va a la escuela; es una niña que rompe con todas las convenciones, un personaje que sacude la mirada adulta y la cuestiona.
En nuestro país, Pateando lunas (1993), de Roy Berocay es el primer libro con una protagonista que rompe fuerte con los modelos convencionales dentro de los cuales se solía ubicar a las niñas. Y también encontramos, entre otras, a Martina valiente, escrita por Federico Ivanier en el 2004 y la saga posterior.
Podrían llenarse calles y plazas si sigo enumerando. La literatura infantil y juvenil, de todas las épocas, está poblada de entrañables personajes femeninos.
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