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Narrativa brasilera en traducción

[Traducĕre #4] Amara Moira por Penélope Chaves Bruera

Por Penélope Chaves Bruera / Martes 28 de junio de 2022
Penélope Chaves Bruera (foto: Matías Martínez) y Amara Moira (foto: Cintia Antunes).

Para celebrar el Día del Orgullo LGBT Internacional, Penélope Chaves Bruera traduce del portugués a la escritora brasilera travesti Amara Moira (1985). Como indica Penélope, este cuento de Amara propone «un lúdico ejercicio joyceano que intentamos presentar en el fragmento traducido para esta edición, así como una mirada desenfadada del sexo entre dos personas trans».

Placer (fragmento)

Un año desde que ya había dejado (ah ¿sí?, ¿de verdad dejaste? ¿así de fácil?) de ser ese hombre que me habían enseñado que era y la vida ahora era descifrar el atrás de cada mínimo gesto, pensar qué se quería decir a través de ellos. Por un lado, aspirantes a hombre y/o mujer, autodidactas del género, personas cuyo género solo se reconoce en función de un «saber extraordinario» (lo que no siempre es suficiente para un reconocimiento pleno, pero que de todos modos habilita una flexibilidad interesante), y, por el otro, especialistas diplomades en alguna de las dos categorías, licenciados por decirlo de alguna manera, gente entrenada una vida entera para ser hombre o mujer, el título pegado en la frente (¡y que difícil es responderle a un título!), así era como yo dividía al mundo ahora y, autodidactas o licenciados, me era extraña la actuación de ambes, así como la mía y la de este chabón. Ya nada era natural. Me parecía cómico, incluso, que él diera chirlos en la cola sin preguntar si podía, engrosando la voz, queriendo bancar al hombre muy seguro de sí, una seguridad que no era difícil de ostentar delante de mí, chicata como estaba. ¿Será que era así como él me veía también? Ahí mirala, tratando de ser una pendejita delicadita igual a como tuve que actuar toda mi vida, acostándose abajo, jugando a que me deja tener el control… y en eso de creer que yo lo dejaba, que era solo un juego, ¿quién, de hecho, controlaba qué? Hombre, mujer, todo eso no era más que un juego y yo en la duda si debía, por miedo al fracaso, tratar todo aquello como un amistoso o, al contrario, asumirlo de entrada como un partido oficial, con los puntos marcando la tabla de posiciones. ¿No te sacás el resto?, arriesgué. Soy yo que te pregunto eso… seguís igualita a cuando entraste al cuarto, solo te sacaste las sandalias. Sandalias que él mismo intentó sacarme y no lo dejé por miedo al olor a pata y porque me parecieron grandes mis 39/40. Mentira, también estoy sin los lentes, vos me sacaste los lentes, y es casi peor que si me hubieses dejado desnuda. ¿Con eso querés decir que desnudarte está mal? No mal y él ni me dejó terminar la oración, que ya me empezó a dar unos besos y a meter la mano por abajo del vestido, tanteando muslo, cola, acá y allá entrometiéndose entre bombacha y piel, queriendo porque quería sacármela y yo petrificada, mirando. Mamá no quiere que le vea la conchita, dijo él, haciendo una voz de niño mientras me rozaba las partes íntimas, y yo solo no solté una carcajada porque en el fondo adoré ese conchita suyo, una cosa tan absurda, y me dio curiosidad de ver a dónde iba todo eso. Él se copó. Viendo que yo no veía nada ni me resistía, corrió la bombacha hacia el costado y dejó la conchita libre para seguir la charla. Mamá tiene vergüenza de mí, quiere que sea distinta. ¿Ah, sí, conchita?, ¿diferente en qué sentido?, preguntó él mirándola profundamente a los ojos mientras la sostenía entre los dedos, yo estirada en la cama, un brazo a cada lado, inmóvil, solo sintiendo el tacto e imaginándome la escena. No tan para afuera, respondió ella … quiere que sea más para adentro, más interna. Pero a vos, conchita, ¿a vos cómo te gustaría ser? Me parecés tan linda. Ella no sabía responder con palabras, se quedó muda, pero las facciones que fue adquiriendo indicaba, para horror de su dueña (si es que se puede hablar de dueña), que estaba encantada, que le había gustado el elogio. Pará, yo no quería esto, intenté decir, pero él largó un ¡shh!, estoy hablando con la conchita, dejá que nos entendemos. ¿Ya besaste en la boca, conchita? ¿Tus labios ya conocieron otros labios? Ella indicó que no en sus dedos, que ahora la envolvían con firmeza, y se congeló al sentir que la bocota se acercaba. Distribuyó chupadas y lamidas que la cubrieron entera, a ella que desconocía las caricias del género, ese género de intimidades. ¿Para qué había vivido hasta ese momento? Conchi, ¿te puedo decir Conchi? Tengo alguien para presentarte, ¿querés conocer a alguien? Ella tuvo miedo, pero en aquellas manos, por aquellas manos, ella lo quería todo e indicó que sí atolondrada, dijo que sí sin saber a ciencia cierta qué quería decir él con eso. Abrió un sobre de preservativo grandote, más del doble del tamaño tradicional, solo este para que me entre la pija, jugó, pero no tengas miedo, te la voy a poner con cuidadito, te prometo. Ella ya no tenía miedo, era yo, pero no tenía fuerzas para resistirme. Lo dejé. Todavía me acuerdo escucharlo decir Guto, creo que dijo Guto, un placer, trayéndolo todo encapuchado hasta ella para hacer las presentaciones correspondientes. ¿Cuánto tiempo duró? No sé, solo sé que me desperté grogui con él sentado al lado mío en la cama, risueño, acariciándome la cara con una mano y sosteniendo, con la otra, una bolsita rara, gomosa. El cuerpo me dolía entero y yo ahí mareada, desorientada, sin entender nada ni lograr moverme. Forcé los ojos para tratar de identificar lo que tenía en la mano, pero él la alejó, riendo, nonono, tenés que adivinar primero. Encima me preguntó si quería una pista, pero antes de que le respondiera algo me dijo que había tenido una buena charla con Conchi y, ya que vos no la anduviste tratando muy bien, ella quería saber si a Guto no le gustaría un poco de compañía. Me besó diciendo que aceptó la propuesta al toque y que ahora todavía no está como yo siempre soñé, más interna, más para adentro, pero mirá que por lo menos está más plana, eh. Acercó la bolsita pegajosa, era ese preservativo gigante y adentro hasta había algo. Mis ojos se humedecieron y él me secó las lágrimas con ternura, diciendo que todo iba a estar bien. Se fue sin apuro hacia la puerta y me dejó tirada en la cama, solita. ¿Te sentís mejor, linda?, soltó saliendo del cuarto, el final de la frase casi inaudible con él en el pasillo. Yo no sabía la respuesta, pero él, una vez más, no esperó la respuesta. 


Prazer (fragmento)

Um ano que já tinha deixado (ah é, tinha mesmo?, simples assim?) de ser esse homem que me ensinaram que eu era e a vida era agora decifrar os por trás de cada mínimo gesto, pensar o que se queria dizer por meio deles. De um lado, aspirantes a homem e/ou mulher, autodidatas do gênero, gente que só tem seu gênero reconhecido em função do "notório saber" (o que nem sempre é suficiente para um pleno reconhecimento, mas que de todo modo permite uma interessante flexibilidade), e, de outro, especialistas diplomades em alguma das duas categorias, bacharéis por assim dizer, gente treinada uma vida inteira para ser homem ou mulher, o título pregado na testa (e como é difícil contestar um título!), era assim que eu agora dividia o mundo e, autodidatas ou bacharéis, eu estranhava a atuação de ambes, assim como a minha própria e a desse rapaz. Mais nada era natural. Achava, inclusive, engraçado ele me dando tapas na bunda sem perguntar se podia, engrossando a voz, querendo bancar o homão todo seguro de si, segurança que não era difícil ostentar diante de mim, cegueta como eu me encontrava. Será que era também assim que ele me via? Ah, ó lá ela tentando ser menininha delicadinha igual tive de fazer toda a vida, deitando por baixo de mim, brincando de me deixar no controle... e nisso de achar que eu deixava, que era só brincadeira, quem é que de fato controlava o quê? Homem, mulher, tudo era não mais que um jogo e eu em dúvida se devia, por medo do fracasso, tratar aquilo como amistoso ou se, ao contrário, assumia era logo a partida como oficial, valendo pontos no ranking. E o resto, não tira?, arrisquei. Eu é que te pergunto... tá do jeitinho que entrou no quarto, só sem a sandália. Sandália que ele próprio tentou tirar e que eu não deixei por medo de estar com chulé e por achar grandes meus 39/40. Mentira, eu tava também sem óculos, você me tirou o óculos, e isso é quase pior do que me deixar nua. E quer dizer que ficar nua é ruim? Ruim não e ele nem deixou eu terminar a frase, já foi me beijando e enfiando a mão por baixo do vestido, apalpando coxa, bunda, aqui e ali intrometendo-se entre a calcinha e a pele, querendo por que querendo tirá-la e eu só petrificada olhando. Mamãe não quer que eu veja a bucetinha dela, ele disse, fazendo voz de criança enquanto bulia nas minhas partes íntimas, e eu só não desatei a rir porque no fundo amei aquele bucetinha dele, coisa mais absurda, e fiquei curiosa pra ver aonde isso daria. Ele se empolgou. Vendo que eu não via nada e nem resistia, puxou pro lado a calcinha e deixou a bucetinha livre pra continuar a conversa. Mamãe tem vergonha de mim, queria que eu fosse diferente. Ah é, bucetinha?, diferente como?, perguntou ele olhando fundo em seus olhos enquanto a sustinha entre os dedos, eu estirada à cama, um braço pra cada lado, imóvel, só sentindo os toques e imaginando a cena. Assim não tão pra fora, ela respondeu... queria que eu fosse mais recolhida, mais interna. Mas, você, bucetinha, como é que você queria ser? Te achei tão linda. Ela não sabia responder com palavras, ficou muda, mas as feições que foi assumindo indicavam, para horror da dona (se é que dá pra falar em dona), que ela estava encantada, que gostou do elogio. Pára, eu não queria isso em mim, ainda tentei dizer, mas ele já tascou logo um xiu!, tou conversando com a bucetinha, deixa que a gente se entende. Já beijou na boca, bucetinha? Seus lábios já conheceram outros lábios? Ela fez que não em seus dedos, que agora a envolviam firme, e gelou sentindo a bocona se aproximar. Distribuiu chupadas e lambidas por ela inteira, ela que desconhecia as carícias do gênero, esse gênero de intimidades. Para que tinha existido até então? Búcy, posso te chamar de Búcy? Tenho uma pessoa pra te apresentar, você quer conhecer uma pessoa? Ela teve medo, mas naquelas mãos, por aquelas mãos, ela queria tudo e fez que sim afobada, sim sem nem saber ao certo o que ele queria dizer com isso. Abriu uma embalagem grandona de camisinha, mais que o dobro do tamanho da convencional, só essa pra caber no meu pau, brincou, mas não precisa ter medo, eu vou pôr com jeitinho, juro. Ela já não estava com medo, eu é que estava, mas não tinha nem força pra resistir. Deixei ir. Lembro ainda de ouvir ele dizer Guto, acho que ele falou Guto, prazer, trazendo-o todo encapuzado até ela pras devidas apresentações. Quanto tempo aquilo durou? Não sei, só sei que acordei grogue com ele sentado ao meu lado na cama, risonho, fazendo carinho em meu rosto com uma das mãos e segurando, na outra, um saquinho esquisito, gosmento. O corpo me doía inteiro e eu ali tonta, atordoada, sem entender nada nem conseguir me mexer. Forcei o olho pra tentar identificar o que havia em sua mão, mas ele a afastou de mim, rindo, nananão, primeiro tem que adivinhar. Ainda me perguntou se eu queria uma dica, mas mesmo antes de qualquer resposta falou que teve uma conversa boa com a Búcy e, já que você não tem tratado ela muito bem, ela quis saber se o Guto não ia gostar de uma companhia. Me beijou dizendo que aceitou na hora a proposta e que agora ainda não tá do jeito que eu sempre sonhei, mais interna, mais recolhida, mas tá pelo menos mais plana, olha. Trouxe o saquinho gosmento mais perto, era aquela camisinha grandona e dentro havia alguma coisa mesmo. Meus olhos se umedeceram e ele secou minhas lágrimas com ternura, dizendo que tudo ia ficar bem. Foi sem pressa em direção à porta e me deixou jogada na cama, sozinha. Mais aliviada, linda?, soltou saindo do quarto, o final da frase quase inaudível com ele no corredor. Eu não sabia a resposta, ele mais uma vez não esperou a resposta.

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SOBRE LA AUTORA

Amara Moira es una escritora brasilera. También es investigadora, travesti, trabajadora sexual y putafeminista. En 2018 se doctoró en Letras por la Unicamp con una investigación titulada A indeterminação de sentidos no Ulysses de James Joyce [La indeterminación de sentidos en Ulysses de James Joyce]. El proceso de su transición coincide con los primeros años de la investigación doctoral, durante los cuales trabaja como prostituta en las calles de Campinas, Estado de São Paulo. Según sus propias palabras, se descubrió escritora al relatar sus andanzas de puta, quien bancaba económicamente a la escritora y a la investigadora. Estos relatos fueron publicados en un blog y en su cuenta personal de Facebook, para en 2016 transformarse en el libro E se eu fosse puta [Y si fuera puta]. Desde entonces ha publicado el poemario Neca (2019), da clases de literatura, es columnista semanal de BuzzFeed Brasil y sigue militando por los derechos de las trabajadoras sexuales. 

SOBRE LA TRADUCCIÓN

«Placer» se publica junto a otras manifestaciones artísticas en la antología Orifícios políticos por la editorial brasileña Gosto duvidoso en 2020. La edición incluye una variada propuesta que transita crónica, manifiesto, cuentos, poesía, performance… en fin, tantos soportes como expresiones del placer podamos practicar en un Brasil que ya era distópico incluso antes de verse azotado por la pandemia de COVID-19 frente a una clase política indiferente y negacionista. La prosa de Amara propone al lector un lúdico ejercicio joyceano que intentamos presentar en el fragmento traducido para esta edición, así como una mirada desenfadada del sexo entre dos personas trans. Para examinar la traducción podemos pensar en el nombre de sus personajes, Conchi y Guto: Conchi, diminutivo de «conchita», vulgo de vulva, proviene del portugués Búcy, diminutivo inventado de buceta, vulgo de vulva. Guto ha caminado un poco menos entre las dos lenguas: se trata del diminutivo de Gustavo en Brasil. Algo así como cuando apodamos a los Ignacios, «Nachos» o a los Marianos, «Nanos». Otro elemento importante de la escritura de Moira es su recurrente acceso a las jergas y expresiones populares brasileñas, elementos que en este cuento percibíamos que lo dotaban de una comicidad característica. Intentamos recrearlos y evitar en la medida de lo posible equivalencias neutralizantes, de ahí el miedo a «tener olor a pata» (pt. chulé), la desenvoltura cuando está «chicata» (pt. cegueta), los atrevidos «chirlos en la cola» (pt. tapas na bunda) y el deseo «atolondrado» (pt. afobada). Nada nos impedía usar «mal olor en los pies», «ciega», «nalgadas», «atontada» o incluso un higiénico «pene» en vez de la elección más vulgar «pija» que además corresponde con más honestidad a nuestro uso rioplatense. Me inclino, sin embargo, a explotar (y explorar) la potencialidad de nuestro español como una decisión tan política como el disfrute de los orificios que propone la lectura. La narrativa de Moira no solo nos cede una muestra experimental de las nuevas y viejas maneras de coger y de escenificar el género en un mundo que se cae a pedazos, sino también nos abre la puerta a otras formas de traducir, en la que se contemplan saberes otros y subjetividades otras

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