100 años del Ulysses
100 años del «Ulysses» de Joyce: guía de lectura y relecturas
Por Caetano Galindo / Miércoles 02 de febrero de 2022
Primera edición del «Ulysses», publicado en París (1922). Foto de Geoffrey Barker.
Hoy se cumple un siglo de la primera publicación del Ulysses, de James Joyce, y Caetano Galindo ofrece un viaje por este libro tan genial. Traductor de la novela al portugués, Galindo sabe de sobra por qué vale la pena meterse en esa selva de palabras. Además, el poeta brasilero Sérgio Medeiros relee a Joyce en clave pictórica.
Un viaje a través del Ulysses
Hace
cien años se publicó en París el Ulysses
de James Joyce. La publicación fuera del mundo anglosajón demuestra lo difícil
que fue que el libro saliera a la luz. Editores de varios países, asustados,
prefirieron mantenerse al margen de una empresa que les parecía arriesgada.
Desde
entonces, sin embargo, el libro se convirtió (poco a poco) en el mayor clásico
del modernismo literario, y estableció fuertemente su influencia sobre (sin
exagerar) toda la prosa literaria del siglo XX y, por supuesto, del XXI.
Innovador, radical en su forma y en su técnica, el Ulysses sobrevive hasta hoy como una de las manifestaciones más
intensas del espíritu humano. Una profunda declaración de amor al ser humano,
hombre o mujer, impulsada por un espíritu de tolerancia y ternura. Una
maravillosa excepción a un canon literario que tiende a seleccionar como “clásicas”
obras más duras, melancólicas, trágicas y, seamos sinceros, desencantadas. El Ulysses, que cierra con una famosa
repetición de la palabra “sí”, es un libro por completo afirmativo, de
aceptación, de esperanza y de optimismo. Sin darle la espalda a la muerte, a
las tragedias, a los grandes y pequeños dolores de la cotidianeidad y de la vida,
enfrenta todo esto con ecuanimidad, pacificación y sabiduría.
No
es poco.
De
veras.
Ahora
bien, es necesario tener en cuenta algo más. Hoy en día existen varios
estudios, sobre todo en el campo conocido como “narratología cognitiva” y en la
interfaz entre la teoría literaria y los estudios darwinianos, que se dedican a
analizar la novela como una especie de “laboratorio” en el que podemos ampliar
nuestras capacidades cognitivas, empáticas y psicológicas en un “entorno seguro”,
es decir, una ficción, un entorno en el que nuestras decisiones y opiniones no
conllevan riesgos y pérdidas reales, en el que podemos ejercitarnos en
situaciones nuevas, complejas y difíciles, y ampliar poco a poco nuestra
capacidad de análisis, de convivencia y, así, volvernos cada vez más “humanos”.
En general, esto se piensa en términos de la “trama”. O sea, de las escenas y
los argumentos, de las situaciones que presentan las novelas y de las
dificultades y dilemas en que colocan a sus personajes. Todo lo anterior, por
supuesto, también está presente en el Ulysses.
Pero hay algo diferente, que también puede ser responsable por la permanencia
de la novela en la conciencia, y en el canon literario. Porque el Ulysses, como sabemos, es un libro “difícil”.
Pocas personas hacen una primera lectura de la novela plenamente satisfactoria.
Requiere tiempo, requiere incluso ayuda.
No
obstante, no es un proyecto “sádico”. Joyce no quiere ser difícil sólo porque
puede. O porque eso lo acerca al corazón de la crítica literaria. Mi opinión, tras
décadas abordando el libro y después incluso de haber escrito una guía de
lectura que denominé “visita guiada” (Sim,
eu digo sim. São Paulo: Companhia das Letras, 2016), es que la dificultad
en el Ulysses puede ser el
combustible que transforme la máquina de empatía de la novela en un supercohete
sin precedentes.
El
libro no facilita la comprensión de aspectos a veces básicos. ¿Quién dijo esta
frase acá? Y, esperá, ¿esa frase fue realmente dicha, o sólo pensada? ¿Y por
quién? ¿Es el narrador? Y, si es el narrador, o si es un personaje, ¿por qué
esa persona pensó eso en ese momento? No hay en el texto explicaciones
tradicionales como “pensó cuando se dio cuenta de aquello parecía una
repetición de x, y, z”. El narrador del Ulysses
a veces parece tener tanto para dar como tú, lectora. Te muestra las cosas y
te deja sola tratando de ver si tienen sentido.
¿Y
qué es eso sino un entrenamiento ninja de nuestra capacidad de empatía y
comprensión? La propia dificultad del libro es una máquina de ejercitar, no
nuestro frío intelecto, ni ningún cerebralismo analítico, sino en el fondo las
propias capacidades que necesitamos emplear cada día para entender el mundo, a
los demás y a nosotros mismos.
¿Por
qué ha dicho esto tal persona? ¿En qué estará pensando? ¿Por qué este asunto le
hizo llegar a esa conclusión?
Leer
el Ulysses es agudizar nuestra
capacidad de leer el Ulysses. Es
cierto. Pero también es mejorar nuestra capacidad de leer prosa literaria. Y,
sobre todo, es afilar nuestra capacidad de leer al ser humano. Y esto se suma a
un segundo punto. Mucho ya se ha dicho de que parte de la revolución operada
ahí por Joyce fue equiparar al Odiseo de Homero con un “don nadie”, un “hombre
común”. Pero cualquier lectura del Ulysses
comprenderá que Leopold Bloom, el protagonista, puede no ser rey y líder
militar de un pueblo, pero no hay nada de “común” en él. Es un tipo
absolutamente único.
¿Y
si la novela nos dice eso también? ¿Que, si utilizamos todos los mecanismos de
lectura más agudos, el tiempo suficiente, y si le dedicamos toda nuestra
atención (a un grado al que ni siquiera estamos acostumbrados), acabaremos
viendo que nada ni nadie carece de interés? ¿Que bajo cada Bloom se esconde una
Odisea?
¿Por qué un libro con fama de incomprensible sigue siendo central después de cien años? Bueno, la vida es incomprensible. Y tratar de encontrarle sentido exige todo de nosotros. Atención, curiosidad, afecto. El Ulysses es como la vida.
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Todas las ilustraciones son del poeta Sérgio Medeiros. Ver poemas visuales de Medeiros acá
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