Arte y feminismo
Birgit Jürgenssen
Por Mariangela Giaimo / Lunes 16 de enero de 2023
Interior de «I am, Birgit Jürgenssen» (Prestel, 2018).
Mariangela Giaimo reseña I am, el monumental catálogo sobre la artista Birgit Jürgenssen (1949-2003) editado por Prestel, y tiende puentes entre la obra de la austríaca y de otras mujeres pioneras en el arte feminista.
Te dicen arte feminista y pensás en grandes referentes como Barbara Kruger, Cindy Sherman, Guerrilla Girls, Judy Chicago, Mary Kelly, entre muchísimas otras que te vienen a la cabeza. Luego te topás con un libro —tapa delicadísima en imagen y tipografía—que parece contenerlas a todas. Va de la mano de una mujer desconocida por estos lados. Es una, pero son muchas. Viene de Europa Oriental y, cuando vas a indagar en su biografía, ves que murió a los 54 años. Ahí meditás sobre las ausencias y los vacíos que hay en torno a muchísimas artistas y lo inabarcable que parece la producción artística y, por suerte entendés, que mientras haya libros como estos podés seguir llenándote de referencias.
Mientras pienso en escribir sobre ella —con ese apellido impronunciable, Jürgenssen, y de nombre Birgit—, me surge la duda de cómo hacerlo sin que quede una oda o un festejo post mortem sobre alguien que manejó diversas herramientas y soportes —su práctica multidisciplinaria la ejerció como fotógrafa, pintora, escultora, performer, videoartista— con un discurso sobre la identidad femenina y las presiones sociales para esencializarla y fijarla en una posición subalterna. La herramienta principal de trabajo de Jürgenssen para mostrarnos la exclusión y la diferencia de lo femenino fue la operación surrealista: yuxtaponer elementos de universos semánticos diferentes y establecer nuevas conexiones de significación.
Profesora en la Universidad de Artes Aplicadas y en la Academia de Bellas Artes de Viena, las propuestas de Jürgenssen están en diálogo con la historia del arte, el estructuralismo de Claude Levi-Strauss —era una gran lectora, así como también se dedicó a escribir sobre las teorías de la psicología, el arte y la literatura—. En este sentido, cómo no traer a la gran Simone de Beauvoir y releer El Segundo Sexo (1949) —sí, un clásico de los clásicos y piedra fundamental para los feminismos actuales—. Coinciden en la indagatoria, el mood y las preguntas: ¿cómo puede realizarse un ser humano dentro de la condición femenina? ¿Cuáles conducen a un callejón sin salida? ¿Qué circunstancias limitan la condición de la mujer? Tales preguntan tienen mucho que ver con la artista y la afirmación presente en el título del libro: I am (Prestel, 2018). Ese yo estoy-yo soy es una identidad en devenir, una construcción continua. Una búsqueda.
El libro fue realizado por Natascha Burger, directora del Estate Birgit Jürgenssen en Austria, que sigue promoviendo intensamente a la artista, y por Nicole Fritz, directora del Kunsthalle Tübingen de Alemania. Este es un catálogo de exhibición y funciona de maravillas. Pasás las páginas y te encontrás con imágenes de las obras, excelente calidad de diseño, textos pensados y escritos por diversos autores de varias nacionalidades y disciplinas, que hacen que se proponga, casi, como un objeto en sí mismo.
Encuentro varias imágenes. Por ejemplo, Untitled (Self with Little Fur) (1974-1977): es una fotografía de un ser mitad mujer y mitad zorro, un autorretrato que explora lo que es y lo que implica ser mujer. En ese camino va desarrollando la fotografía analógica, también la cianotipia, el rayograma como Man Ray, hasta la fotografía digital: sigue con el autorretrato pero cambia el animal. Años más tarde, pasa a una zebra, pero no solo su rostro, sino también el resto del cuerpo hasta las rodillas. La metaformosis aquí habla de la otredad y de los animales que, así como las mujeres, son esos otros primitivos, naturales: lo domesticado. En el libro, esa búsqueda se la asocia con El venado herido, de Frida Kahlo (1946), pintura en la que Kahlo inserta su rostro en el animal con nueve flechas que le atraviesan el lomo y el estómago. Brigit no propone un bicho inocente, sino uno astuto y con garras.
Otra fotografía sobre ese soy-estoy es Delantal de cocina para ama de casa (1975). Otra vez ella como cuerpo representado tiene un cartel que pende de su cuerpo: es una cocina. Así ridiculiza al arquetipo de la ama de casa —aquella que nos lleva a los años cincuenta, el American way of life y el ángel del hogar—. Entonces, cómo no pensar en Semiótica de la cocina (1975), video-performance de Marta Rosler que se presenta identificando los utensillos de cocina (como una anticocinera mediática). Mientras la propuesta de Jürgenssen es delicada y lo hace con ironía pequeña, esas que se detectan como un punto tal el pollo que hornea —una mujer que cuelga con su cocina, y que ¡es su cocina!—, Rosler, en cambio, demuestra rabia en el video: sus gestos cortantes y su voz con fuerza. El toque inocente también se puede vincular con la propuesta inicial de Cindy Sherman y la serie Fotograma sin título#14 (1978), en el que evidencia la construcción del ser mujer/es y las diferentes apariencias-categorías por medio de las cuales se las clasifica. Luego, a posteriori con los años, Sherman se propone exagerada, remarcada, casi como el monstruo kistch de apariencia femenina, del travestismo, desde el sin piedad con lo equilibrado, lo limpio, y lo perfecto.
Zapato embarazado (1976) es una escultura de un zapato gastado que en la punta posee una extensión; una tela que parece una media sostiene pequeños bultos. Mientras tanto, Zapatos cama (1976), como el nombre lo indica, se trata de pequeñas instalaciones de metal que entre el ser sandalias o camas sostienen unas materialidades textiles como cuerpos. Aquí ya tenemos un cierto grado de lo siniestro, que viene a incomodarnos de forma más elocuente.
Y también aparecen en mi cabeza imágenes de algunas esculturas de Louise Bourgeois, de telas y hierros. En 1976), propone I Want Out of Here!, (1976), otro autorretrato que la muestra presionando el cuerpo hacia un vidrio, con el rostro apretado y unos grandes ojos mirando al espectador. La mano también se apoya sobre ese vidrio, esa caja de cristal, con un anillo argolla que, suponemos, es de esposa. ¡Otra referencia! La imagen de Ana Mendieta, con la serie (Sin título [Impresiones del cuerpo sobre vidrio]) (1972) en la que también utiliza el recurso del vidrio, pero desfigura más fuertemente su rostro y su cuerpo desnudo.
Creo que observar la obra de Jürgenssen es adentrarse en varias líneas en el discurso feminista de los setenta con abordajes estéticos que remiten a la ironía con tintes aniñados, sutiles o delicados, hasta zonas más oscuras, deformes y feas. A ese abanico se suma las referencias o dialogos con sus pares. Desconozco si es algo buscado o pura concidencia, pero esas conexiones en tema y forma evidentes la convierten en una especie de conectora de imágenes y temáticas. Sí, el yo estoy-yo soy significa más que nada una pregunta sobre la primera persona, pero también sobre un plural construido desde varias mujeres.
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