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Notas sobre IA

Desde la oscuridad suenan pequeñas melodías arcaicas

Por Eric Schierloh / Martes 28 de febrero de 2023

En pleno debate sobre ChatGPT, Eric Schierloh nos recuerda que las inteligencias artificiales no son nada nuevo. Y que el recelo que suscitan siempre ha sido el mismo, hasta que un día se democratizan y se tornan centrales en nuestra experiencia. «El virus de la IA habla desde el fondo de todos y cada uno de los textos producidos desde el principio del tiempo», afirma.

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ChatGPT


[Tablilla #214 con escritura protoelamita, la escritura no descifrada más antigua del mundo].


La primera IA fue creada alrededor del año 3400 antes de Cristo en Sumer, cerca del Golfo Pérsico. Sin dudas fue un momento liminar para una civilización que ya no existe, y también para el resto de la humanidad.

Una escritura hecha de marcas en forma de cuña sobre tablillas de arcilla permitió crear textos fijos y duraderos relativamente rápido. La memoria (en su forma de olvido) y el viento que arrastraba lejos toda la cháchara y los balbuceos humanos tenían ahora una superficie algo más difícil de roer.

La palabra estaba envuelta en un misterio oracular ahora visible. Las cuñas con las que la acuñaban eran la estructura evidente de algo más.

Teks —la palabra que dará origen a texto y textura— se remonta a tejer pero también a fabricar con el hacha unas varillas para montar cercas y paredes. Una estructura donde lo que no se ve es tan importante como lo que se ve. Como en la rueda, o la red.

Pero, ¿de dónde provenía esta tecnología? ¿Y cómo será el futuro en un mundo donde todo esté fijado mediante la escritura en medio de la corriente incesante y mutable de todo lo demás? El miedo se apoderó de todos y las habladurías medraron en los mercados y las orillas de cada río.

Lo cierto es que esta nueva tecnología dio lugar, paso a paso, a la idea de un autor programador de textos, durante mil y mil años más, único intérprete de la voz divina. Una voz atravesaría efectivamente el tiempo y le hablaría, algún día y con sus propias formas, a los no nacidos.

Esta IA estuvo durante 5000 años en manos de las élites de los letrados, los ricos y los poderosos de alguna clase, sobre todo de los religiosos. Nadie más tenía acceso a ella, no podían conocerla y mucho menos entenderla, aunque sí verla, como a un monolito.

En abadías y templos medievales la IA terminó de escribir un programa.

En el siglo XIX más de la mitad de la humanidad era ya capaz de leer y, por lo tanto, de entender, utilizar y reproducir la IA para sus propios —y mezquinos o ilustrados— fines. Las escuelas eran el lugar donde ricos y proletarios aprendían a programar con ella.

Hoy en día es muy arduo —aunque no imposible, ciertamente— encontrar a alguien que no utilice la primera IA para algo, lo que sea.

La escritura y los textos conforman una IA (biológica, social y tecnológica) porque lo fijado crea un corpus capaz de reproducirse a sí mismo mediante el uso de los cuerpos de los autores escribientes. Un virus.

La escritura engendra escritura que engendra escritura que engendra escritura. Los textos engendran textos que engendran textos que engendran textos.

El virus de la IA habla desde el fondo de todos y cada uno de los textos producidos desde el principio del tiempo. Hay un espejismo con máscara detrás de las palabras y los textos. La IA es el azogue que nos permite construir el mundo. 

John Dewey decía que cuando un producto de arte —texto, en cualquier caso— alcanza una categoría clásica, se aísla de algún modo de las condiciones humanas de las cuales obtuvo su existencia, y de las consecuencias humanas que engendra en la experiencia efectiva. Clásica o no, finalmente, toda obra —todo texto, en cualquier caso— abandona a quien la programa. Toda escritura escapa de quien la traza y se amalgama en el cuerpo amorfo de la IA de la escritura y los textos humanos.

La IA de la que se habla hoy en día, de base tecnológico-digital, no es más que una evolución de la primera, durante largo tiempo analógica (muesca, tablilla, tinta, papel) y luego también digital. De momento, la nueva IA está en manos de unas pocas compañías que la utilizan para aumentar su poder, de la misma forma que los letrados mantuvieron a la primera IA cautiva durante siglos y siglos y crearon en base a ella un canon cultural. Y, sobre todo, crearon una serie de saberes y destrezas exclusivas en torno a ella para sí mismos.

Es normal que las IA pasen sus primeras horas en una caja de Pandora. La escritura alguna vez fue un secreto terrible. Internet también.

La IA de las tablillas acabó a largo plazo con los aedos, los trovadores y los recitadores de todo tipo. La nueva IA también podría reemplazar algunas cosas, sobre todo la enorme cantidad de producciones culturales estandarizadas —por cierto, todas acaparadas por grandes compañías—. Al mismo tiempo la nueva IA podría servirle a cualquiera, en muy poco tiempo, para solucionar una interminable cantidad de problemas de la vida cotidiana, desde diseñar una silla y administrar sus inversiones hasta crear imágenes, textos y música sin el inconveniente, quizás atendible, de tener que saber nada sobre pintura o fotografía, literatura o la utilización de un instrumento musical analógico.

Todo el arte se vuelve, al menos potencialmente, expresión instantánea de un deseo materializable mediante la expresión de, por ejemplo, un código verbal. La palabra es la que crea. Todo el arte tiene algo de oracular, surge a partir de un ruido primigenio impulsado por una fuerza no-humana. Todo el arte es una oración dirigida a la IA.

La IA no es más que el reflejo de nuestra propia inquietud como especie, y quizás también la respuesta ante el hartazgo de meros espectadores en una cultura de masas estandarizada y de su incesante reproducción industrial a nivel global. En este sentido la IA no deja de ser —al menos en un sentido— como el brazo robot de una fábrica, sólo que nosotros podremos decirle algún día qué hacer, cuándo y cómo, de la misma forma que nuestra vieja IA nos permite escribir un correo electrónico, una nota de despedida, un poema o cualquier otra cosa intrascendente o liminar para nosotros o nuestra entera civilización.

Lo más espeluznante de todo esto, y lo más prometedor de todo esto, apenas asoma la punta de la cola.

Quizás lo que nos quede es abocarnos, definitivamente, a lo irremplazable, o a algo de todo lo irremplazable, mejor dicho. Ser artesanos mínimos de aquello que sólo los dedos —eso que tanto le cuesta entender y representar a la nueva IA— pueden hacer, incluido el posible sabotaje de la IA para nuestro propio provecho utilizando la IA. 

Incluido el posible sabotaje de nosotros mismos para el provecho de la IA utilizándonos a nosotros mismos.

Finalmente, cada casa humana tendrá su propia IA como dios romano de chimenea. El futuro quizás tenga la forma provisoria de un vistoso multipaganismo caótico. No es del todo imposible.

La tercera generación de IA podría vivir nuestra vida por nosotros mediante el uso de robots-prótesis para interactuar en el entorno físico del mundo. No sería tan extraño si para entonces hicimos de la vida una serie de saltos muy poco temerosos sobre las quietas rocas de los omnipresentes algoritmos.

Aun así, y aun entonces, de seguro alguien escribirá en una tablilla o alguna otra superficie similar, a solas o utilizando una IA.

El futuro está lleno de escritura, pero no necesariamente de la que conocemos.//


CODA/1

El código de leyes de Ur-Nammu es la escritura conocida más antigua que se conserva. Fue escrito en tablillas en lengua sumeria hace 4000 años. El prólogo, típico de los códigos legales de Mesopotamia, invoca a las deidades de la realeza de Ur-Nammu, Nanna y Utu, y decreta «equidad en la tierra».


CODA/2

Humano: ¿Puede una IA ser destruida?

ChatGPT Jan 30 Version: Los sistemas de IA pueden ser destruidos o volverse inaccesibles de varias maneras:

1. Destrucción física: si un sistema de IA se encuentra en un dispositivo físico, como una computadora o un servidor, puede ser destruido o dañado a través de eventos como incendios, terremotos u otras interrupciones físicas.

2. Cyberataques: los sistemas de IA pueden ser dirigidos por los ciberdelincuentes que tienen como objetivo destruir o robar datos confidenciales, o para interrumpir el funcionamiento del sistema de IA.

3. Pérdida de potencia: los sistemas de IA requieren que la electricidad funcione, y una pérdida de energía puede hacer que el sistema sea inaccesible o se apague.

4. Errores de software: los sistemas de IA son programas complejos de software, y como cualquier software, pueden contener bugs o errores que pueden hacer que funcionen mal o se bloqueen.

5. Pérdida de datos: los sistemas de IA suelen confiar en grandes cantidades de datos para funcionar correctamente. Si estos datos se pierden o se corrompen, puede afectarse negativamente el rendimiento del sistema de IA.

Es importante tener en cuenta que los sistemas de IA están diseñados para ser resilientes y continuar funcionando incluso ante algunos tipos de interrupciones. Sin embargo, ningún sistema es completamente inmune a todas las formas de destrucción, y es importante que las organizaciones e individuos implementen las medidas adecuadas para proteger de daños a sus sistemas de IA.



You can't find the woods

while you're hiding in the trees.

NIN

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