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Performance con equipaje mínimo.

Lo inmaterial como materia, o de las potencias de la coreografía

Por AniMale / Martes 05 de abril de 2022

La inmaterialidad en el arte surge frente a la urgencia ecológica. Magdalena Leite y Aníbal Conde, AniMale, reflexionan sobre las implicaciones del prescindir de las cosas. Como advierten, «el interés por lo inmaterial hoy surge como un gesto de cuidado al planeta y a los cuerpos (y no cuerpos) que lo conforman». Ese gesto hace que se detengan en formas mínimas y volátiles de creación. 

I. Las cosas

El mundo está lleno de cosas. Cosas que se compran, que se consumen, que se rompen, que se tiran, que se acumulan, que se extrañan, que se ensucian, que se pudren, que se juntan, que se amarillean, que se tuercen, que se retuercen, que se doblan, que se desdoblan, que se humedecen, que se llenan de hongos, que se secan, que se resecan, que se quiebran, que se resquebrajan, que se estrujan, que se componen, que se ponen, que se permean, que se permeabilizan, que se alisan, que se alistan, que se alinean, que se aliñan, que se contabilizan, que se inventarían, que en el mejor de los casos se reciclan y que finalmente en algún punto de su historia, se descomponen contaminando todo lo que haya a su alrededor. La primera preocupación entonces en un mundo finito y con espacio limitado es tratar de no hacer más cosas [1]. No producir más cosas [2]. No acumular más cosas. No cargar más cosas. 


II. Las obras

Si bien lo inmaterial como materia en el arte no es algo nuevo, (para algunos surge en 1971 cuando el dólar pierde su respaldo en oro [3], la idea se separa de la materia y la experiencia pasa a ser un valor de cambio en tanto es capitalizable) lo novedoso hoy parecería ser el enfoque ecologista en un sentido político amplio, anticolonial y transfeminista [4] del término: el interés por lo inmaterial hoy surge como un gesto de cuidado al planeta y a los cuerpos (y no cuerpos) que lo conforman. Es decir que parte de la crítica a un sistema económico que promueve el crecimiento constante basado en la explotación de los cuerpos y del planeta y propone, desde la producción artística, alternativas más cuidadosas con lx otrx y con el entorno. Esta preocupación ha ido generando un campo estético específico en las artes escénicas vinculadas a la coreografía, que podría resumirse en el statement: que tu obra quepa en una mochila. 

Algunos ejemplos de obras pertenecientes a este campo son las de Mette Edvardsen [5], como la biblioteca de libros vivos, que consiste en personas que se aprendieron libros enteros de memoria y una asiste a escucharles, o su obra Blacken la que va llenando el espacio de objetos que no están presentes sino a través de la palabra. Los invoca nombrándolos de una manera repetitiva y así va llenando la sala con mesas, sillas, ventanas, una planta que es regada, etc. Toda la dramaturgia se construye a partir de la palabra en un espacio limpio y vacío. O el caso de Tino Sehgal, que trabaja solo con performers en espacios museísticos en base a acciones simples como caminar, correr, bailar y cantar. O Jule Flierl con su obra From breath to matter; Bárbara Lázara en México y su despliegue vocal performático; Vera Garat en Uruguay y su investigación sobre las frecuencias, la vibración y el sonido, notablemente en su último trabajo con Rodolfo Opazo, BEL, o 35 minutos en España y su relación con la palabra hablada y el arte de acción. Todxs y a su manera se ubican en la misma búsqueda de generar entramados complejos a partir de materialidades mínimas y volátiles, y aunque no se enuncien explícitamente desde los cuidados, producen una estética que los implica.


III. La coreografía

De lo anterior podemos inferir que en el siglo XXI la coreografía se libera de su condición de dispositivo de captura (Lepecki, 2007)  vinculado al orden y a la reificación de los cuerpos, para convertirse exactamente en su opuesto, en el arte que posibilita una mirada encarnada, en movimiento y vida. En términos de Rancière, podríamos diferenciar la «coreo policía», asociada a la partitura rigurosa en la que el bailarín es intercambiable y no tiene agencia, de la «coreo política», que la devela como una tecnología no contaminante para la organización del movimiento en comunidad e interespecie. Esta última se podría asociar a la práctica [6], en tanto propone un tipo de partitura flexible que consiste en una serie de reglas a interpretar por un sujeto con agencia y responsable de las decisiones a tomar. El interés principal son las relaciones que se producen a partir de las negociaciones [7] para que el movimiento continúe. La analogía con lo social no es difícil. Estos movimientos pueden verse tanto en la escala más pequeña, los de un individuo y sus negociaciones con la realidad en pos de la propia supervivencia, como en la escala macro, en los movimientos de carácter social, por ejemplo, como las manifestaciones y la protesta [9]. Esa capacidad de construir a partir de entramados invisibles pero arraigados en el cuerpo que tiene la coreografía es lo que la hace privilegiada a la hora de buscar claves para la (re)construcción de un entorno respetuoso de la vida [8] toda.


IV.  Práctica inmaterial

Del arrullo de la montaña.

Realizar en grupos de 2 personas.

Buscar un tono con la voz en el que resuenen las dos voces. Sintonizar las voces como un llamado y volver al silencio.

Una persona cierra los ojos. 

La de ojos abiertos canta una canción muy dulce, puede ser el recuerdo de una canción no tan conocida. Canta como si estuviera arrullando y cuidando a la otra, que se mueve y se deja mecer por la canción con los ojos cerrados, intentando hacer un movimiento sin ninguna imagen de referencia en la mente. En el momento que aparece una imagen, cambiar de movimiento. 

Los movimientos deben ser como preguntas, intentando encontrar el primer movimiento de la infancia, un movimiento fuera de foco, apenas delineado, el movimiento más antiguo y más nuevo. 

Alternar los roles.


[1] Sehgal, Tino y Hans Ulrich Obrist (2021) Entrevista en el Museo del Chopo, minuto 13.45.

[2] Raworth, Kate (2017) Economía rosquilla. Paidós.

[3] Macias Osorno, Zulai (2017) Trio A, Cover y Videoclip: la expansión de la danza hacia un pensamiento coreográficoUAM Cuajimalpa.

[4] Preciado, Paul (2020). Yo soy el monstruo que os habla. Anagrama.

[5] Edvardsen, Mette et al. (2019). El tiempo es lo único que tenemos. Caja Negra.

[6] Parkinson, Chrysa (2009). Self interview on practice.

[7] Coccia, Emanuele (2020). Metamorfosis. Cactus. 

[8] Puig de la Bellacasa, María (2017). Matters of care. U of Minnesota Press, citada porAnabella Pareja Robinson.

[9] La liga tensa.

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