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Universos inesperados

Moscas x el rabo: canciones de un hombre que canta

Por Alicia Migdal / Martes 06 de febrero de 2024
Gabo Ferro en el Centro Nacional de la Música (2014). Foto: Augusto Starita / Ministerio de Cultura de la Nación, Argentina.

Vuelve Alicia Migdal y sus estupendas moscas por el rabo. Sobre Gabo Ferro, la reinterpretación de tangos, la muerte temprana (un disparate), y porque, a pesar de todo, «la música es adictiva, canta en nuestro nombre, concentra obsesiones, hace del emisor un dios laico pero no menos terrible». 

Escucho a Gabo Ferro. Su perfecta afinación, su voz aguda y plena. Su voz no binaria, como la caracterizó alguien.

Tardíamente descubro su disco «Loca», versiones personalísimas y estremecedoras de tangos enunciados por mujeres, aunque escritos, la mayoría, por hombres. En una entrevista, este hombre preciso, seguro, que sabe lo que busca y encuentra, explica el éxito arrollador pero escondido en la historia que tuvieron en los años 20 las cantantes, las mujeres de escenario, que él reivindica en «Loca», desde su lugar, asumiendo un yo femenino pero sobretodo retorciendo estilísticamente letra y música hasta arabescos dolorosos. Escuchamos lo que creíamos conocer. Con Gabo, escuchamos otra interpretación o encarnación. Una situación estética incomparable, que no se puede comparar, realmente. Gracias a dios 

Gabo Ferro, performer intenso y austero, desde los 90 en la escena under porteña con su grupo de hardcore Porco. Anduvo por acá, se expresó bellamente sobre «Final», el tema de Darno y Cunha, produjo un cancionero fervoroso y arriesgado a partir de «Canciones que un hombre no debe cantar», después de los años en que enmudeció musicalmente y se dedicó a estudiar Historia, para volver con todo y morirse joven y hermoso, hace poco. Qué dolor. Qué disparate. 

Pero la música se conjuga en presente, no como la lluvia borgeana que siempre sucede en el pasado. Alcanza con un clic y se derrama con total control. «Yo no sé qué me han hecho tus ojos», ese valsecito que Canaro escribió para su amante Ada Falcón y que es el hilo conductor del documental de Sergio Wolf sobre ella. Como con todos los temas de Gabo, la experiencia de escucharlo es distinta si una lo mira o lo escucha, a la antigua. En cada caso, los matices de su encarnación, los divinos detalles de su comprensión y reinterpretacion de la letra, nos hunden en universos sensibles inesperados.

A «Percal», «Tormento», «Arrepentido», ¿los habíamos escuchado antes? No estoy segura. «La belleza canónica espanta lo que quiero decir», afirmó Gabo en una entrevista. Y en su forma de cantar, de elegir los acentos, está su historia personal, su exposición íntima a través de estos tangos y antes, siempre, en la poesía de esas canciones: letra, música y estilo de cantar. Hay que escuchar «El beso urgente», «El amigo de mi padre», «Volver a volver» y tantas canciones que escribió y compartió sin tregua hasta morir a los 54 años, hace poquito. Una historia personal y social, un caso único de cruces de intereses y realizaciones, de estar en la vida 

Como se sabe, la música es adictiva, canta en nuestro nombre, concentra obsesiones, hace del emisor un dios laico pero no menos terrible que el de las religiones, de los Dionisos que conducen al éxtasis y al agradecimiento de la mente y el cuerpo.

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