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De estos tiempos

No es casualidad estar acá: dos novedades de poesía uruguaya

Por Magdalena Portillo / Jueves 13 de febrero de 2025
«Nature morte: chaudron, cruche, et légumes, sur une table à trétaux», de Henri Victor Regnault (1850–53). The MET Collection.

En 2024, Pez en el hielo editó los libros Paisajes que insisten, de Alejandra Gregorio, y Para decir, de Eloísa Avoletta, poesía uruguaya netamente contemporánea. Sobre un libro en el que «las cosas se siguen moviendo, las luces de la casa de la infancia permanecen prendidas», y otro que invita a ser leído en voz alta, en el que hay «una sensación de extrañeza que no se llega a revelar del todo», Magdalena lee y reseña. 

[Portadas de Para decir (Pez en el hielo, 2024) y Paisajes que insisten (Pez en el hielo, 2024)].


Paisajes que insisten (Pez en el hielo, 2024), de Alejandra Gregorio

Lo primero con lo que nos encontramos al momento de abrir el libro Paisajes que insisten es con dos epígrafes que, de alguna forma nos anuncian y nos reciben para adentrarnos al universo poético de Alejandra Gregorio: 


Cuales son las últimas palabras que decimos 

en nuestra vida?... 

...Cuando murió mi madre, estaba hablando 

con los animales que se reunían en el techo... 

...ustedes los animales dijo 

sus últimas palabras todas dispersas. 

Laurie Anderson 


Miramos el mundo una sola vez, 

en la infancia. 

El resto es memoria. 

Louise Gluck 


Los paisajes de los que Alejandra nos habla son paisajes que insisten, que están ahí, algunos escondidos, otros más a la vista. Pero todos ellos marcan una presencia que nos recuerda que, todo el tiempo, estamos rodeándonos de aquello que muchas veces sin darnos cuenta se nos mete en el cuerpo y se manifiesta en nosotros. De esta manera, el vivir se vuelve una tarea de contemplación, en la que la escucha y el mirar se detienen para abrirles las puertas a ese mundo sutil por el que una mirada, un gesto, un objeto, un animal o una sombra se convierten en esos paisajes que nos muestran de qué estamos hechos. 

Alejandra Gregorio es una contempladora de su propia poesía. Se mueve entre sus versos con un cuidado quirúrgico. Coloca a las palabras con la atención que estas requieren. Sus poemas son la tierra de la cual nacen estos paisajes. Sus manos hacen la tarea. La sabiduría de un animal en su lenguaje, insistiendo en decir algo sin palabras, solo gestos, solo vida en el moverse y observar, expresar la emoción dentro de su mudez y, de esta forma, mostrarnos que la certeza que puede llegar a demostrar un animal muchas veces es la que nos falta a nosotros, que poseemos el habla y aun así hay veces que no nos alcanza para expresar aquello que sentimos. 


...aunque en el fondo sienta que sí 

que hago todo esto para estar cerca 

o para sentir que aprendí algo 


En Paisajes que insisten, las cosas se siguen moviendo, las luces de la casa de la infancia permanecen prendidas. Cada objeto cumple su función con esa indiferencia que hace que, quien los observa, se detenga por un instante a ahondar en el eco de esos recuerdos que parecieran ser paisajes derrumbados, pero no, aquí no hay derrumbe, las cosas siguen ahí, para mostrarnos algo que nos diga que tambien nosotros estamos. 

El ejercicio de contemplación que Alejandra realiza en cada poema logra llevarnos a las cosas más sencillas. Sin embargo, Alejandra sabe que es ahí, en ese lugar, entre esas cosas, donde el paisaje nace y se revela. Donde es uno mismo también quien va naciendo entre las cosas constantemente. 

Alejandra desafía el paisaje dentro de su quietud. Lo escucha, le pide que le muestre algo: para sentir que aprendí algo. Hay poemas en los que aparecen rituales cotidianos. En que la acción que se realiza, ya sea dar vuelta a la manzana o desenredar cables, llevan a la autora a mirar más allá de dicha acción, sin necesidad de descifrarla del todo, solo quedarse con el aprendizaje, o con la mirada y la inocencia de quien apunta con sus manos al aire. 

Aquí los paisajes aparecen en diferentes formas. Los hay pequeños, los hay grandes, están aquellos que no se ven, que no se muestran, pero se hacen sentir acompañados por una sensación de vida, que insiste en mostrarse a través de las palabras. 

Paisajes que insisten es el primer libro de una autora que, a través de su sensibilidad, nos va revelando aquello que muchas veces no se ve, pero está ahí, insistiendo en que la vida puede ser eso también, unas manos desenredando un cable, un cuerpo cayendo con esa imagen, aprendiendo que una es eso. Un sentir entre tanto cemento y quietud. Un paisaje dentro de otros paisajes. 

Alejandra Gregorio nació en Montevideo en 1993. Es dramaturga, actriz y directora. Egresada del Instituto de actuación de Montevideo y de la Tecnicatura Universitaria en Dramaturgia por la EMAD. Ha sido galardonada con el premio Juan Carlos Onetti, por la Intendencia de Montevideo, en dos ocasiones: 2020 y 2021. 


Para decir (Pez en el hielo, 2024), de Eloísa Avoletta

En Para decir, Eloísa Avoletta se pasea entre las palabras y se detiene en aquellas imágenes que le hablan al cuerpo, desde el lugar en que este se mueve, en que la acción de una mano apoyada en su pecho puede durar segundos. Sin embargo, al ponerlas en palabras, esas acciones se vuelve eternas y acompañan el sentir entre paisajes naturales y cotidianos, el entendimiento una ráfaga. Nacida en Montevideo, en 1995, Eloísa es música y poeta. Forma parte del trío musical Animales de poder, en el que le da voz a las canciones que acompañan Julia Somma (batería) y Agustina Santomauro (guitarra). 

En este libro, leemos el ritual de cerrar heridas, de aprender de ellas y ver cómo realizan su huida... Eloísa dice lo que tiene para decir desde un lugar de crecimiento y sabiduría. Elige desde qué lugar decir lo que dice, porque sabe que esas cosas ya estaban ahí antes y, una vez dichas, nacen de su jardín barrancos ajenos, desolados, plantas en habitaciones vacías, observa los gestos ajenos y entiende los propios. 


Hay cosas que puedo adivinar de mi cuerpo 

otras que solo padezco 


Eloísa invita al lector a leer estos poemas en voz alta. Que salgan de la voz hacia aquello que nos rodea y nos cobija. Que sea el cuerpo también quien los pronuncie y así, que sea el cuerpo palabra líquida manifestándose con el sentir. El agua como figura clave en Para decir, para dejar que las cosas sucedan, sigan su curso, porque, si hay preguntas, es mejor que aparezcan solas. Porque la naturaleza no entiende de pausas y a estos poemas los cubre un silencio como un murmullo, como el sonido de un río alejado. 

Hay algo sensorial en los poemas de Eloísa que acuna y acompaña en este ejercicio de lectura. Hay una sensación de extrañeza que no se llega a revelar del todo. 


esos pactos que tenías con la noche y las pantallas 


En este poema, el paso del tiempo ante la ausencia no solo duele en el cuerpo, sino también en el recuerdo. Cumpleaños que llegan y que serían de otra forma, deberían ser de otra forma. Pero ya no. Porque la persona ya no está. Aparece esa herencia en los gestos y en el cómo mirar, que sigue manteniendo vivo el recuerdo de quien se fue. Que se largue un aguacero, ese final del poema, como un ritual, un grito del cielo que devuelve la fuerza y hace que se respire hondo. Seguir, porque tengo quien florezca. 


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