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Estreno de marzo

«Nieves Florecida en Astros»: sobre la estética de lo cotidiano y el cine como encuentro

Por Irina Raffo / Viernes 10 de marzo de 2023
Fotograma de «Nieves Florecida en Astros».

Cine hecho con muy poco medios materiales y con resultados conmovedores. La mirada puesta en aquella cotidianeidad detenida, la de la cuarentena. Irina Raffo destaca el estreno de Nieves Florecida en Astros, la nueva película documental de Sergio De León, y la posibilidad de revivir aquel cambio en la manera de percibir el mundo.

La cuarentena significó para mucha gente un cambio en la percepción, al menos de manera transitoria. En lo personal, recuerdo salir a caminar en pandemia y en diferentes momentos sentir durante la marcha, y al observar lo que me rodeaba, que el tiempo transcurría de una manera diferente. No sólo en cámara lenta, sino también con otra densidad, como si la realidad hubiese desplegado otras cualidades. Esta sensación, similar en algún aspecto al tiempo de la espera es lo que volví a sentir al ver Nieves Florecida en Astros, el último largometraje de Sergio De León que se estrenó el pasado 2 de marzo en Montevideo.

La nueva película documental de De León podría definirse como un retrato-confesión. El lugar: un espacio compartido entre balcones en el último piso de un edificio de la Ciudad Vieja. Los personajes: el propio director y su vecina, Nieves Silveyra. De fondo, un barco carguero ingresa al puerto, un padre y un hijo caminan en una azotea, un grupo de nubes limpian el cielo; más abajo, un camión de reparto de garrafas supergás atraviesa el barrio. Toda la actividad del puerto a lo largo del día, los barcos que ingresan o se van de la ciudad, las grúas, los contenedores, el alumbrado público de la ciudad, cada uno de estos elementos puntúan la película. La estética de lo cotidiano invade la película y construye su propia identidad.

Sobre esta realidad, que a diario quizá pasaría inadvertida, pero en la película cobran un valor fundamental, actividades tan simples como limpiar un vidrio, un almuerzo compartido o la hora de la merienda se convierten en un acontecimiento. Balcón con balcón, entre charlas improvisadas y preguntas que surgen espontáneamente, conocemos un poco más de la vida de Nieves, vecina de Sergio desde hace 15 años. Como espectadores somos testigos de esa conversación familiar entre vecinos que acaba siendo un espacio de confianza en el que se pueden compartir algunas preguntas esenciales: ¿te has puesto a pensar en qué mierda es la vida?, le pregunta Nieves a Sergio con una curiosidad tan real que admite no esperar respuesta. La escucha, los silencios, las frases que quedan por la mitad y se retoman luego, las dudas, el intentar explicar algo y no lograrlo, las preguntas sin respuesta, todos estos gestos son propios de los intercambios diarios entre los dos protagonistas.

Una de las características más valiosas del último documental de Sergio De León es proponer el cine como un espacio de encuentro con el otro. Nos acercamos a un cine que se adapta a las circunstancias del momento presente de la filmación y lleva el ritmo de una conversación real. Respecto a esta cualidad, recuerdo algunas palabras de João Moreira Salles (No intenso Agora, Santiago) respecto al cine de Eduardo Coutinho (Edificio Master, Últimas conversas) por medio de las cuales señala que el director brasileño filmaba con las personas, no hacía películas únicamente sobre o acerca de las personas. Y de esto se trata también el cine documental de Sergio De León: un cine que se construye con el/la otro/a, como una mediación entre el autor y quien se encuentra frente al lente. Por ejemplo, en muchas escenas, Sergio deja la cámara apoyada y filma la situación o acción en curso, sin planificar de antemano el plano cuidadosamente. Por momentos, parece que se olvida de la cámara, o que la dejó encendida por accidente. La distinción— y con ello la distancia— entre quién observa y quién filma pierde fuerza. Recordemos la mítica escena de los Diarios (1983) de David Perlov, en los que el narrador (que también es el director y también quien filma) confiesa al espectador: «ahora debo decidir si filmar la sopa o tomar la sopa». En el caso de De León encontró un dispositivo para poder cubrir y encarnar ambos roles a la vez. En muchos de los planos de la película aparece el cuerpo del director, algunas veces pequeños fragmentos: un brazo, el rostro, las piernas, una parte de torso. Todo sucede siempre desde la mirada del dispositivo que por excelencia retrata nuestra cotidianidad, nuestro teléfono celular.

El director uruguayo filmó toda la película con su propio teléfono. Este dispositivo de registro se transforma en el medio tecnológico perfecto para retratar a Nieves de la manera más íntima y cotidiana posible. El teléfono queda al servicio de la historia de forma natural y construye la configuración espacial de los encuentros entre Sergio y Nieves. La perspectiva estética de la película nace de la necesidad de retratar el vínculo entre ellos dos y logra captar la riqueza de cómo se fortaleció en circunstancias excepcionales. 

Los planos puntean la cotidianidad compartida, y el montaje de la película, trabajo sensible de Magdalena Schinca, refuerza ese ritmo tan particular que conocimos durante la pandemia. Es el tempo de la expectación y la incertidumbre que se hace presente en el propio lenguaje cinematográfico del filme. Hacia la mitad de la película destaca un plano secuencia que se construye como una deriva fotográfica de gran libertad creativa; la cámara parte de una conversación de Nieves al teléfono, la deja para perderse en el cielo girando como un espiral 360 grados y vuelve a ella luego de algunos minutos. El diseño sonoro realizado por Daniel Yafalián refuerza estas digresiones visuales. Ruido de copas y vasos, de cubiertos y otros objetos cotidianos, se mezclan con sonidos que provienen de la ciudad construyendo una identidad sonora muy particular. A este trabajo se añade la composición musical supervisada por Luciano Supervielle, que incluye el tema Triste No.2 interpretado por Federico Araújo, especialista en el compositor uruguayo Eduardo Fabini.

Mientras esperan y se sumergen en su realidad cotidiana, Nieves y Sergio están juntos, se apoyan. La película retrata un proceso de solidaridad entre dos personas que están dispuestas a conocerse cada día un poco más. A medida que avanzamos en la película, accedemos un poco más a la historia de Nieves. Por momentos somos testigos de su soledad; cómo es vivir sola con grandes dificultades en la vista, cómo es y cómo se puede resistir a los 88 años: «adornar la vida», dice ella, «adornar la vida para resistir». Juntos piensan en las razones y los motivos para seguir adelante. Nieves comparte otro consejo: agradecer cada mañana, —«a veces me olvido»—, confiesa, «pero intento hacerlo cada mañana».

Por momentos, el uso de caireles que actúan como filtros ópticos llega para adornar la realidad de Nieves. La protagonista se transforma y se desintegra en varias Nieves de diferentes colores. Una psicodelia de astros refleja la propia identidad de esta mujer de gran fortaleza que a sus 90 años sigue en continuo movimiento. Entre confesiones y rememoraciones de otros tiempos, ella recordará sus años de pupila y con ello las primeras lecturas de Luisa Luisi —poeta uruguaya nacida en 1883 en Paysandú— que dará a través de uno de sus versos parte del nombre a la película:

Partir! . . . Partir, las alas desplegadas

en un gesto de abrazo al firmamento!…

Perderse en las praderas del espacio,

deshecha en luz, y florecida en astros!… 

Hay algo de Luisa Luisi en Nieves Silveyra, y algo de Nieves Silveyra en Luisa Luisi. Quizá se trata de una configuración feminista que toma cuerpo en la película como subtexto, y que de alguna forma muestra la lucha y la resistencia de una mujer a través del arte. Afirma Nieves respecto a sus años de pupila: «No me domaron. Aprendí a callarme la boca». La sensibilidad literaria de la época hace eco en las palabras y la vida de Nieves que se transforma en un ejemplo de voluntad y entusiasmo. Finalmente, un haz de luz entra, Nieves floreció en astros. Comparte con la cámara la lista de sus obras que formarán parte de una exposición:

La vida de amarillo en amarillo

Vivir soñando

Jueves será porque jueves es hoy

Vivir poéticamente

Déjame soñar, solo eso

De León filmó como pudo en plena pandemia, con las herramientas que tenía al alcance. Este tipo de películas, son la que demuestran que no siempre hace falta un gran despliegue técnico, ni grandes esquemas de producción para hacer buen cine. En el caso de Nieves Florecida en Astros, la obstrucción, es decir, el no poder salir, no poder filmar con un equipo profesional ni con las herramientas habituales, se convirtió en la fortaleza misma de la película. Sergio De León tomó las limitaciones del momento como una oportunidad. 

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