Con Silvana Vetö, de Alma Negra
«Nos interesa el pensamiento de lo oscuro»: visita a la librería Alma Negra
Por Escaramuza / Viernes 06 de mayo de 2022
Silvana Vetö y el librero Nicolás González. Foto: Paloma Palomino.
¿Una librería que empieza en plena pandemia? Que las hay, las hay. Visitamos Alma Negra Librería y Plataforma en Santiago de Chile y conversamos con Silvana Vetö, fundadora del proyecto junto a Gaspar García en 2021. Un catálogo en torno a la política, la filosofía, los estudios de género, los feminismos, los estudios queer y la poesía, y una iniciativa con varios frente de actuación.
Sí, hubo librerías que empezaron durante la pandemia. Y que lo hicieron con una apuesta en varios frentes. Silvana Vetö, psicóloga, doctora en historia y cofundadora de Alma Negra Librería y Plataforma en Chile, explica el porqué de este paso que dieron en 2021: «Yo había renunciado a la universidad en la que trabajaba a fines de 2019 para poder comenzar con la librería en marzo de 2020, junto a Gaspar García –amigo que lleva ya más de 10 años trabajando como librero–, pero debido a la pandemia debimos posponer los planes y posteriormente reformularlos para comenzar a pesar de ella. Habíamos imaginado una librería física y comenzamos con una librería online».
Consultada sobre cómo fue esa etapa inicial, Silvana cuenta: «La interacción con l*s clientes fue muy distinta, ya que se producía todo el tiempo por redes sociales. La recomendación de libros, trabajo esencial de un* librer*, es muy distinto en una librería online, de hecho era mucho más limitado. Las recomendaciones se restringían más a lo que nosotr*s íbamos subiendo a redes sociales o en la página de inicio de nuestra web, que a partir de interacciones directas, exceptuando a quienes se hicieron client*s frecuentes más rápidamente. Las recomendaciones, en este sentido, eran más impersonales, sostenidas en nuestros gustos e intereses o en las novedades antes que en lo que l*s clientes buscaban. Revisar un catálogo online, sobre todo si es muy amplio, es mucho más difícil que revisar los estantes de una librería, requiere más tiempo y más habilidades digitales, por lo cual creo que las compras se restringían bastante a un grupo etario particular, no sólo nativos digitales, pero sí te diría que menores de 45 años y también a quienes tenían más claro lo que buscaban».
Sin embargo, una comunidad fue creciendo alrededor de Alma Negra en la virtualidad: «También la forma de difundir nuestro proyecto y de darnos a conocer fue diferente a lo que imaginamos en un inicio, puesto que la difusión es más lenta y más localizada. Funcionaba mucho por Instagram y Facebook y algo, pero menos por Twitter. Por esos medios, como señalé anteriormente, el grupo etario al que llegábamos era más restringido y también más de nicho, vinculado a los intereses más precisos que nos mueven a nosotr*s como proyecto y que nos conectan con algunas personas, es decir, en el terreno de la política, la filosofía, los estudios de género, feminismos y estudios queer, la poesía. Desde otro punto de vista, esta forma de difusión nos permitió también llegar más rápido a otras ciudades del país, lo que en un país tan centralizado como es Chile, no es tan fácil, y al ofrecer un sistema de despachos fácil de entender y concretar, nos hicimos conocid*s también en muchos otros lugares del país».
¿Es posible, entonces, pensar en una librería estrictamente virtual? Silvana cuenta su experiencia: «Ahora bien, en una librería física te conectas también con tu entorno en otros sentidos que no pudimos considerar al comienzo. No sólo vienen quienes conocen el proyecto y comparten esos intereses, sino también, quienes van pasando y ven algo en la vitrina que les llama la atención o simplemente la tienda misma por su propuesta estética. Donde estamos ubicad*s circula bastante gente, es en un barrio conocido de Santiago por las librerías, Providencia, pero también es un barrio de tiendas de manga, por ejemplo, y de otros productos más vinculados a l*s jóvenes, por un lado, cuyas lecturas son algo distintas a lo que hoy ofrecemos, pero que también nos gustaría poder indagar y ofrecer, siempre desde nuestra línea de trabajo. Por otro lado es también un barrio de restaurantes cuyo público, en mi conocimiento, es relativamente distinto de la línea de trabajo de Alma Negra, es decir, no muy cercano a las lecturas políticas críticas de izquierda, a los estudios queer y de género más contemporáneos, al pensamiento no-binario, algo perspicaces con respecto a los feminismos, etc., pero aun así es un público lector con el cual tenemos que interactuar sin descuidar nunca, y eso para nosotr*s es fundamental, nuestra línea de trabajo ético-política-estética».
[Foto: Paloma Palomino]
Lo que ha surgido de este primer año de funcionamiento es relevante. «Creo que Alma Negra es diferentes como librería en varios sentidos. Primero, no somos sólo una librería, sino también, como le hemos llamado, una plataforma, es decir, un lugar de encuentro y de interacción. Somos más un proyecto cultural que sólo una librería. Organizamos talleres y clubes de lectura, hay un espacio para lanzamientos y conversatorios, también para exposiciones de artes visuales (donde hoy tenemos una exposición permanente de la artista chilena Paula Anguita), un espacio donde también nos interesa puedan realizarse en el futuro microconciertos como el que hicimos en nuestra inauguración con Inad, una artista local que nos gusta mucho. La relación entre librería y plataforma, en nuestro caso, es sumamente orgánica. Ambos aspectos responden a nuestra propuesta ético-política-estética, y nos interesa que siga siendo así. En Chile falta esto en general en las librerías (aunque pienso que está cambiando un poco), y creo que eso es algo que nos hace diferentes», cuenta.
Pero hay más, pues, como adelantó Silvana, el trabajo de Alma Negra se refleja en el catálogo, que está «bastante enfocado en las ciencias sociales y humanidades de carácter crítico, en cine y música, aunque también tenemos mucha poesía y narrativa (más ahora que tenemos la tienda física), donde no encuentras cualquier cosa; no vendemos, por ejemplo, libros de autoayuda ni de espiritualidad, como tarot, iching, esas cosas, tampoco de marketing y negocios, no tenemos generalmente los típicos best-sellers. Una vez un vendedor de una distribuidora nos comentaba que él consideraba que un criterio importante para el éxito de una librería era cuantas veces al día tenías que decir que no tenías el libro que algún potencial cliente te estaba pidiendo. Nosotr*s, con Nicolás, librero de Alma Negra, con quien estaba en ese momento, respondimos casi al unísono que no nos molestaba decir que no, que muchas veces incluso nos gustaba, y esto, más allá del cinismo o la ironía, se debe a que nos interesa apegarnos a nuestra línea de trabajo, a nuestra ética e intereses, porque confiamos en que ese es el factor clave de "éxito" del proyecto, más que el no decir no, es decir, a la larga el no "vendernos" a "lo que la gente pide" es esencial y mucho más importante que un gran volumen de ventas logrado por esa vía».
[Silvana Vetö y el librero Nicolás González. Foto: Paloma Palomino]
Cuando se le pregunta por el espacio físico, Silvana es entusiasta al explicar que Alma Negra también está pensada en tanto lugar: «nos distingue también la propuesta estética, que está en total sintonía con la propuesta ético-política. El logo, el diseño y arquitectura de la librería, la música que ponemos a diario en la librería, lo que exhibimos en vitrinas, todo tiene una estética bastante minimal, si se quiere, acogedora, pero minimal. No es una librería donde lo que prime sea la madera, por ejemplo, que es lo clásico, sino las líneas simples, en ladrillo y metal blanco, donde lo que da el color son sólo los libros y donde lo que la vuelve acogedora es la atención, pienso». Quienes naveguen por el sitio de Alma Negra también pueden constatar esta misma línea. A ese respecto, Silvana cuenta: «Es una propuesta estética “oscura” también, no en el sentido que todo sea de color negro, sino en un sentido más contundente, que me parece tremendamente relevante, y tiene que ver con llamarnos Alma Negra como forma de debatir y tensionar la preponderancia de lo iluminado, en el sentido del Iluminismo, de la Ilustración, la confianza en la razón, la voluntad, en la luz del día para pensar, en la claridad de los conceptos, en la transparencia del Yo. A nosotr*s, lo que nos interesa es el pensamiento de lo oscuro, la escritura de noche, más que lo que brilla bajo la luz del sol y nos ciega».
Hablando sobre el impacto que tuvo la pandemia en la actividad de la librería y cuáles fueron los mayores aprendizajes, Silvana reconoce que la pandemia fue de veras un desafío, pues implicó además un cambio de planes personales y profesionales. «En ese sentido, como mencioné más arriba, tuvimos que replantearnos todo, pero la verdad es que no fue tan difícil replantear el asunto, y nos convencimos rápidamente de que podía incluso ser beneficioso partir así, hacernos conocid*s de ese modo primero, para que cuando pusiéramos la librería física –lo que era un riesgo mayor en términos de inversión– fuera un poco más fácil, que tuviéramos ya un público, una comunidad armada». Como cuenta, pudieron hacer talleres, clubes de lectura, conversatorios y lanzamientos de libros de manera virtual, lo que transformó al 2021 en «un año sumamente movido, y por ese medio virtual logramos igualmente hacernos relativamente conocid*s en el medio local». Lo comercial tampoco es menor: «la venta de libros se realizó de manera online, a través de nuestro sitio web y con envíos a todo Chile y retiros en Santiago. Esto implicó, como ya he señalado, que tuviéramos llegada a todo Chile. Enviamos libros desde Arica a Punta Arenas, lo que nos hizo muy felices, pues el tema de la centralización, también cultural, en Chile, es algo que nos inquieta y preocupa».
Luego de ese recorrido, Silvana explica: «Los aprendizajes fueron enormes. Yo por mi lado aprendí a manejar una librería de ese modo, todo online, conociendo a escritor*s, editor*s, distribuidor*s, client*s, por esa vía, lo que a veces facilita las cosas y otras muchas veces las complejiza, pues la interacción sin caras ni gestos no es tan fácil pienso, y puede ser agotadora, pues está la idea de que un* tendría que estar siempre disponible. Por otro lado, Gaspar, que ha trabajado toda la vida en una librería física, tuvo que aprender un manejo de herramientas virtuales que tampoco conocía. Yo creo que ambos nos beneficiamos finalmente mucho de este comienzo un poco distinto». Sin embargo, advierte: «Yo creo que el mayor aprendizaje, como siempre con el trabajo desde la casa, y sobre todo el teletrabajo, es el tema de los límites. Aunque puedas vender un par de libros a las 10 de la noche un sábado porque recibiste un mensaje por Instagram, debes aprender a poner horarios, sin puedes volverte loc* muy rápido y saturar también a tu familia y amig*s con ello».
Desde enero del 2022 Alma Negra abrió sus puertas físicas: «para mí, que siempre soñé con tener una librería, el momento importante era el de la librería física. Siempre imaginé un lugar donde estar, donde conversar con gente que se interesara por la lectura, donde conocer gente interesante también, que fuera un punto de encuentro, y eso sólo ha pasado ahora con la librería física. Me emociona mucho que nos pidan hacer lanzamientos en la librería, que sea un lugar donde haya debate, intercambios significativos, donde la gente se ponga de acuerdo para encontrarse».
Cuando la conversación rumbea hacia las diferencias entre el panorama editorial de Chile y del Río de la Plata, Silvana admite que le falta conocer más la situación uruguaya. «Haciendo esa comparación entonces entre lo que conozco, el panorama editorial argentino y el chileno, creo que las diferencias son enormes, tanto desde el punto de vista del volumen de publicaciones como de l*s lectores. Es ya de perogrullo señalar que en Argentina se lee más que en Chile, pero creo que es verdad y que las razones de esto son culturales y políticas. Chile, el país del neoliberalismo salvaje, no es un país que potencie demasiado la lectura, ni que promueva la industria cultural, en absoluto. Es una vergüenza decirlo, pero es así. Lo más triste es que no siempre fue así, y que, desde un punto de vista histórico, Chile fue el país más relevante del Cono Sur en materia editorial en las décadas de 1940 y 1950. Nuestra historia, sin embargo, se ha encargado de sepultar eso, golpes y dictadura de por medio, y de querer hacernos “campeon*s” de otras cosas, siempre vinculadas al capitalismo global, es decir, a la privatización y la desigualdad. Nuestra educación pública es sumamente deficiente, los libros en Chile están gravados con el IVA, lo que los vuelve prácticamente un producto de lujo, y así es muy difícil generar suficiente masa crítica para el mundo editorial».
Asimismo, agrega: «Hay en Chile muy buenas editoriales, editoriales que pueden tener gran relevancia a nivel hispanoamericano, pero que no logran tal nivel de presencia, por distintos motivos. A los libros chilenos es muy difícil conseguirlos en otros lugares además de Chile, no tenemos gran distribución internacional, ni siquiera demasiada en Argentina o Uruguay, donde, al menos en Argentina, el mercado local es tan grande y fértil, que cuesta que editoriales extranjeras se inserten con éxito». En torno a posibles soluciones, sugiere: «Me parece que en Chile, para que las editoriales puedan trabajar mejor y sacar más títulos al año, tendrían que poder contratar más gente con mejores sueldos, y para eso se necesitan más recursos, los que podrían provenir no sólo de las ventas, que ya sabemos es un círculo vicioso pues no tenemos una cultura que valore demasiado la lectura, sino sobre todo de fondos públicos concursables (los que hay, pero son claramente insuficientes). Chile es un país muy caro para vivir, y trabajar en una editorial no es un trabajo que te permita vivir tan holgadamente. L*s editor*s, y así también en muchos otros oficios, tienen que tener muchos trabajos al mismo tiempo, y todo eso merma, a mi juicio, la productividad editorial, en cantidad y calidad también, por supuesto».
[Foto: Paloma Palomino]
Volviendo a la librería, le preguntamos cuál es su sección preferida y nos dice que prefiere: «la vitrina interior que tenemos, un estante, frente a nuestro escritorio, donde los libros se exhiben no de lomo, sino frontalmente, y donde ponemos nuestros libros favoritos. Es lo que veo todo el día, por lo cual me gusta mantener el equilibro visual, de tamaños, temático, paritario, desde el punto de vista del género de l*s autor*s. También me gusta mucho el segundo piso; es un lugar tranquilo para trabajar, donde también estás en contacto con lo que pasa abajo, porque es un altillo abierto, pero donde no suben much*s client*s porque tiene muy poquitos libros, es más bien lugar de exposición y de talleres». Sin embargo, advierte que hay otras preferencias: «Creo que la sección que más les gusta a l*s client*s son los mesones. Son mesones grandes, con pisos para sentarse alrededor, donde ponemos las novedades importadas exhibidas casi siempre por editorial, entonces es una sección interesante de revisar para quienes son conocedor*s del mundo editorial. Hay un tema con las portadas, con el libro como objeto, y no solamente con sus contenidos».
Al final de la conversación le pedimos que nos recomendara tres libros. Acá van sus sugerencias:
«Tres libros que leí en 2021 y que me gustaron mucho, dos de editoriales chilenas y una argentina.
El poema acecha en los intervalos, de la poeta y ensayista chilena Nadia Prado, publicado en 2021 por una editorial chilena independiente llamada Bisturí 10; Este es el bosque: 25 poemas, de la poeta costarricense Eunice Odio, publicado en 2021 por La Pollera, otra editorial chilena independiente; y Poscrítica, compilado por el filósofo francés Laurent de Sutter y publicado también en 2021 por Isla Desierta Ediciones en Buenos Aires, bajo la traducción del también editor y filósofo argentino, Diego Abadi.
Podría agregar también uno de mis favoritos del año pasado, que no quisiera dejar fuera, y que es En la sombra del sueño americano. Diario (1971-1991), del artista estadounidense y activista gay David Wojnarowicz, publicado por Caja Negra en Buenos Aires».
Dónde está Alma Negra:
Nueva de Lyon 63, Providencia. Santiago de Chile.
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