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Series y libros

Es más de lo que puedo decir de ciertas series: «Curb Your Enthusiasm» y David Byrne

Por Patricia Turnes / Viernes 26 de julio de 2024
Larry David y J. B. Smoove en «Curb Your Enthusiasm».

Hay algo que une la serie Curb Your Enthusiasm, de Larry David, y el libro Cómo funciona la música, de David Byrne: la experimentación y los cruces con el sinsentido. Por qué una serie alcanza la longevidad y las apreciaciones siempre lúcidas de Byrne sobre la música de hoy, y de otras eras.

La serie

Entre 1989 y 1998 se emitió Seinfield, una serie de humor irreverente sobre cuatro amigos bastante excéntricos que viven en Nueva York. Muchos conocerán a Larry David por haber sido el creador, junto a Jerry Seinfield, de aquella serie que marcó una época y rompió todos los esquemas impuestos hasta aquel momento acerca de lo que debería ser una sitcom.

Gracias al éxito que tuvo aquel programa y a la condición de guionista millonario que le generó, David pudo forjar un alter ego homónimo para la pantalla. Tan cascarrabias que está al borde de ser disfuncional, su personaje no para de meterse en líos mientras vive su vida como celebridad. 

Pero los inicios no fueron fáciles. Cuando terminó Seinfield, Larry David fracasó en el cine. Se planteó entonces volver al stand-up como en los inicios de su carrera. Jeff Garlin, el cómico, lo apoyó. Pero le puso como condición que fuera más allá del monólogo y retratara las interacciones con las personas que participaban en la preparación y la producción de los episodios. Larry David propuso a HBO hacer un especial de una hora sobre la vida de un monologuista. La idea fue aprobada, aunque le indicaron que su amigo y colega Jeff Garlin debería salir también en la serie como su manager.

Si hay un mérito que tiene Curb Your Enthusiasm es que después que vemos esta serie no podremos dejar de pensar «¡Esto que me pasó fue re Larry David…!». Así como existe el adjetivo kafkiano, debería existir otro para denominar el tipo de sucesos ridículos y embarazosos que retrata esta serie. Enredos, malos entendidos, secretos que se hacen públicos, cumplidos que salen mal, transgresiones, problemas con la autoridad, desafío a las convenciones sociales, son el tipo de situaciones que aparecen retratadas por Larry David. Quizá sea uno de los pocos comediantes que ha encontrado una manera simpática de reírse de la estupidez humana, de la hipocresía, hasta de lo ridículo que puede resultar el exceso de corrección política. Solo podría compararse en esta virtud a Ricky Gervais.

El entusiasmo duró bastante, si consideramos que esta comedia mala onda empezó en HBO en el año 2000 y este año cumple casi un cuarto de siglo. La temporada 12, que se estrenó en febrero, es la final según su creador. Con humor incómodo y situaciones cotidianas llevadas al absurdo, Larry David ha logrado sacarle jugo a su ventaja diferencial: la autenticidad. 


Algunos apuntes 

Los capítulos de Curb… transcurren en general en Los Ángeles. Parece como si la cámara siguiera a David en su rutina. El naturalismo es de las características más destacables de esta serie. Sin embargo, nada está librado al azar en ella. Hay un finísimo trabajo de improvisación sobre un esquema general bastante elaborado que hace que cada pequeña situación cotidiana, cada conflicto, transcurra aparentemente desconectado del anterior, para terminar en un final tipo bola de nieve en el que todas las situaciones se concatenan y caen sobre el espectador. 

Curb your enthusiasm es una comedia incatalogable e innovadora, rodada con una sola cámara que abrió el camino de la experimentación para cómicos que vendrían después, como Louis C.K. o incluso Lena Dunham. Los personajes, inspirados en gente real, son memorables. Para quienes aún no han visto aún esta serie de culto, aquí va una breve descripción de cada uno de ellos:

Jeff Greene (Jeff Garlin): es el manager y amigo inseparable de Larry. Está siempre listo para ir a jugar al golf o a almorzar con él. Es un hombre bonachón, optimista, un poco infantil, y sin demasiado carácter ni voluntad propia, dominado tanto por su esposa Susie, como por el propio Larry. Hernán Casciari describió a la serie de Larry David como «el día a día de un quijote posmoderno que lucha contra los molinos de la hipocresía cotidiana». En ese caso, Jeff sería Sancho.

Susie Essman (Susie Essman): es la esposa de Jeff. El vestuario kitsch que luce le destaca la personalidad. Es un personaje muy bien construido, quizá es la némesis del protagonista: confiada, ingenua, bondadosa, buena esposa, educada. Es la víctima ideal de las bromas de un personaje tan travieso como Larry David. Comparten mucho tiempo juntos porque ella es la esposa de uno de sus mejores amigos. También rivalizan en esa cercanía a Jeff. Susie monta en cólera cada vez que descubre alguna de las mentiras de Larry David. También es celosa, posesiva, irascible y vengativa. Excelente comediante, es impresionante el trabajo que hace.

Cheryl (Cheryl Hines): Es la exesposa de Larry, siempre lista a recordarle lo mal que hace las cosas, a darle lecciones morales, lista para creer lo peor que se dice sobre él. Su nuevo marido, Ted Danson (interpretándose a sí mismo) es, en cierta medida, uno de los rivales de Larry. 

Leon Black (JB Smoove): Pasó de ser un personaje secundario a convertirse en uno de los fundamentales. Sincero, sabio y tonto a la vez, malhablado, vago, es el compañero de vivienda de Larry. Anda todo el tiempo en ojotas y shorts, estilo gangsta, un vestuario que le va bien y lo hace aun más bufonesco. En la vida real, este actor era el payaso de la clase, desde chico hacía reír a todos con sus improvisaciones. «Hazlo natural» fue la única directiva que le dio Larry David a JB Smoove para esta serie.

Richard Lewis (Richard Lewis): Se interpretaba a sí mismo en la serie. Era amigo de Larry en la vida real. Falleció de un ataque cardíaco en febrero de este año, a los 76 años. En uno de los capítulos, mientras jugaban al golf, Larry y él bromeaban acerca de cuál moriría antes.

Es habitual ver, además de estos personajes, a algunas estrellas invitadas que interpretan versiones ficticias de ellos mismos. Uno de los casos es el de Bruce Springsteen, que hace un cameo en el episodio 9 de la última temporada de la serie. Durante una reunión, Larry David cambia su vaso de agua por el de Springsteen. Consecuencia: Larry termina contagiando a Springsteen de COVID, lo cual obliga al Jefe a cancelar una gira. A partir de este incidente, el prestigio de Larry David cae en picada, en especial cuando el fandom de Springsteen se vuelve contra él.

Larry David bromeó alguna vez en relación a su irreverente serie: «Solo puedo esperar que un día HBO recupere el sentido y me de la cancelación que tanto merezco». Pero eso nunca sucedió. La genial Curb your enthusiasm llegó a un fin, sí, pero fue por decisión de su creador. Según se despide en un comunicado: 

Ahora que Curb llega a su fin, tendré la oportunidad de despojarme por fin de este personaje de Larry David y convertirme en la persona que Dios quiso que fuera: el ser humano atento, amable, cariñoso y considerado que era hasta que me descarrilé interpretando a este personaje maligno. Larry David, me despido de ti. No echaremos de menos tu misantropía. Y para aquellos que quieran ponerse en contacto conmigo, pueden hacerlo en Médicos Sin Fronteras.


Y ahora el libro 

«Mucha agua ha pasado bajo el puente desde que el ser humano empezó a hacer música en el Planeta Tierra…» ese parece ser el concepto que articula el libro Cómo funciona la música, de David Byrne (Sexto Piso, 2014). Estamos frente a una obra de divulgación muy bien documentada. Pero que también conformará a quienes ya se habían deleitado con Diarios de la bicicleta (2009), las crónicas sensibles a la vez que cargadas de humor que el artista escribió mientras pedaleaba a través de diferentes ciudades del mundo. 

A lo largo de las páginas de Cómo funciona la música, el talentoso músico escocés nos hace tomar conciencia de cómo se han modificado a lo largo de la historia los recintos en los que suele sonar la música en vivo. Este ensayo nos permite reflexionar acerca de cómo cada uno de esos lugares, se trate de catedrales, palacios, salas de ópera o bares, han tenido influencia tanto en la duración de las composiciones, como en el comportamiento del público.

[Folleto de la gira «Stop Making Sense», de The Talking Heads, en Inglaterra (1984)]. 

Cito un fragmento: 

Entretanto, en la misma época, había gente que iba a escuchar ópera. La Scala fue construida en 1776; la sección original de la orquesta consistía en una serie de casetas o habitáculos, en lugar de las filas de asientos que hay hoy día. La gente comía, bebía, hablaba y hacía vida social durante las actuaciones; el comportamiento del público, parte importante del contexto musical, era muy diferente entonces. En aquellos tiempos la gente hacía vida social y se gritaban unos a otros durante la representación. También gritaban hacia el escenario, para pedir bises de arias populares. Si les gustaba un tema querían oírlo de nuevo, ¡ya! El ambiente era más parecido al del CBGB que a cualquier sala de ópera contemporánea.

Lo de Byrne sería una especie de «Historia de la sensibilidad», parafraseando a José Pedro Barrán, pero musical. Nos hace dar cuenta de hasta qué punto la música ha sido siempre resultado de circunstancias culturales. Incluso el comportamiento del público frente a la música ha variado dependiendo de la ideología dominante en cada época. 

El capítulo que trata sobre música grabada contiene importantes revelaciones. Es capaz de desasnar a los neófitos en esta temática: muchos de los progresos que se dieron en el siglo XX para registrar la voz humana, así como los instrumentos musicales, tuvieron que ver con investigaciones que realizaban en los laboratorios de Alexander Bell para mejorar el sistema de telefonía. 

El exlíder de los Talking Heads vuelca en este libro su experiencia de años para derribar mitos y confesarnos, por ejemplo, que grabar en un estudio no es lo mejor para todos los casos:

Para Fear of Music, el siguiente álbum de Talking Heads, volvimos a trabajar con Eno. Decidimos dar un paso más en nuestro nivel de confort y grabamos todas las pistas base (los cuatro tocando juntos, sin que yo cantara) en el loft donde ensayábamos, que era también donde Chris Frantz y Tina Weymouth vivían. Alquilamos uno de esos estudios de grabación móviles que se usan para grabar conciertos en directo y eventos deportivos, lo aparcamos en la calle y conectamos los diferentes cables por la ventana. No sé muy bien por qué, pero sonaba mucho mejor que el confuso sonido de baja fidelidad que uno esperaría de una grabación hecha fuera del pulcro entorno de un estudio. ¡Empezábamos finalmente a capturar nuestro sonido en directo! Al final, el hecho de apartarse del entorno acústicamente aislado del estudio de grabación no fue tan catastrófico como se suponía. Hmmm. Quizá aquellas normas de la grabación no eran tan ciertas como pensábamos.

Sabemos que los formatos que soportan la música han sufrido alteraciones a lo largo del tiempo: elepés, casetes, CDs, MP3. Tras años de acumular música en distintos formatos, reflexiona Byrne, es hora de admitir que nos estamos deshaciendo de muchos de ellos: escuchamos música principalmente en la computadora o en el celular. «Para mí, la música se está desmaterializando, está volviendo a un estado más fiel a su naturaleza, me parece. La tecnología nos ha devuelto al principio», escribe en este libro. 

Byrne cuenta que, al menos una vez a la semana, va a una actuación en vivo. A veces va con amigos, a veces solo. Allí se encuentra con otra gente. Suele haber cerveza en esos lugares, cuenta. Después de más de cien años, según Byrne, estamos volviendo a donde empezamos: 

Un siglo de innovación tecnológica y la digitalización de la música han tenido el efecto involuntario de darle énfasis a su función social. No solo seguimos dándoles a los amigos copias de la música que nos entusiasma, sino que valoramos cada vez más el aspecto social de la actuación en directo.

La conclusión es que, en un punto, la tecnología musical parece haber seguido una trayectoria que acabará en su propia destrucción: 

Triunfará completamente cuando se autodestruya. La tecnología es útil y conveniente, pero finalmente ha reducido su propio valor y ha incrementado el de las cosas que nunca ha podido capturar o reproducir.

El libro, originalmente publicado en 2012 y traducido en 2014 al castellano, llegó a Uruguay recién el año pasado en un momento de celebración. Stop Making Sense, el documental dirigido por Jonathan Demme, acababa de ser relanzado por la conocida productora A24 en formato 4K por el aniversario número 40. 


Un poco de historia para terminar

En 1983, David Byrne se puso un traje gigante para realizar algunos shows junto a su banda de entonces, los Talking Heads, en el Teatro Hollywood Pantages, en Los Ángeles. Por suerte, aquellas presentaciones en vivo quedaron registradas. Con canciones como «Burning Down the House», «Life during Wartime», «Take Me to the River», «Psycho Killer» y «Once in a Lifetime», la banda neoyorkina formada en 1974 quedó inmortalizada en uno de sus picos creativos. David Byrne, Chris Frantz, Tina Weymouth y Jerry Harrison se reunieron en setiembre del año pasado para una sesión de preguntas y respuestas en el Festival de Cine de Toronto durante el estreno mundial de Stop Making Sense versión 2023. Fue la primera aparición pública de los integrantes de la legendaria banda después de veinte años sin actividad. 

Otro buen argumento para que lean este libro es que A24 Music acaba de lanzar el álbum tributo a los Talking Heads Everyone's Getting Involved: A Tribute to Stop Making Sense. La lista de canciones de este disco refleja la del LP original, con nuevas versiones de artistas variopintos: desde Miley Cyrus, pasando por Lorde, hasta The National o El Mató a un Policía Motorizado, la única banda latinoamericana que logró colarse en el homenaje.

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