Lenguaje que danza
Esta es una que ha estado bailando
Por AniMale / Viernes 05 de abril de 2024
«Sincronías inciertas», de Lucía Yáñez.
¿Por qué dar cuenta con palabras del movimiento, eso que es tan complejo y resbaladizo para ser puesto en palabras? El dúo Animale hace un repaso de varias obras de artistas locales sobre la danza y explora el significado de poner la práctica por escrito.
I. La escritura y el cuerpo
En toda escritura se rastrea un cuerpo, leí hace un tiempo y esa frase se me quedó pegada a la piel. Pero ¿cómo es eso? Supongo que como escribo es como vivo, como hablo, como mi subjetividad se expresa y, por tanto, al leerme se devela mi yo por más que la escritura no se trate de mí. Pero mi yo son muchos yoes y mi escritura depende un poco de lo que estoy leyendo o haciendo en ese momento también. Lo que leo me toca y vuelve a tocar cuando escribo con mis palabras esta página. Escribir tiene relación con el tacto, se trata de tocar, ya sea las teclas de la compu, o con un lápiz la hoja. En este momento mi cuerpo no te toca pero estas letras quizás sí, y no te tocan en sentido figurado, podemos decir que estas imágenes de las letras te tocan: reflejan la luz que llega a tus ojos cargada de un pedacito de pantalla o de hoja entintada. Pero eso no equivale a decir que mi cuerpo te toca, o que un pedazo de mi cuerpo te toca. Lo que sí podríamos decir es que la escritura es cuerpo y que, como dijimos al inicio, en toda escritura se rastrea un cuerpo, un ritmo particular, una cualidad de movimiento, una manera de contar los silencios, las pausas, una manera de respirar.
Si lo anterior es así, lo que la escritura de la danza hace es dar cuenta del cuerpo que la danza pero ¿cómo bailar con esa escritura? Siempre pienso que la danza es como la poesía, algo que desborda continuamente su propio medio y que nos obliga a reconfigurar lo que conocemos como escritura o como danza. Entonces, ¿para escribir danza debería escribir poesía? ¿Para escribir sobre el desborde he de desbordar el lenguaje? ¿Cómo sería eso?
Un ejemplo de escribir la danza desbordando el lenguaje lo propone Gertrude Stein cuando escribe sobre Duncan:
Esta es una que ha estado bailando. Esta es una que ha estado haciendo danza. Esta una es una. Esta es una que ha estado haciendo eso. Esta es una bailando. Esta es una que ha estado tratando de hacer bailando. Esta es una que ha estado tratando de bailar… Esta una es la una que ha estado bailando. Esta una es la una pensando en creer que la danza tiene significado. Esta una es una creyendo en pensar. Esta una es una pensando en que bailar tiene significado. Esta una es una creyendo en que bailar tiene significado. Esta una es una bailando. Esta una es una siendo esa una. Esta una es una siendo en siendo una bailando. Esta una es una siendo en siendo una que está bailando. Esta una es una siendo una. Esta una es una siendo en siendo una. [1]
Otro ejemplo de una escritura danzada podría ser la de Kenneth Goldsmith en su libro Inquieto, que captura la danza del movimiento cotidiano a través del uso solamente de verbos. ¿La danza solo puede ser descrita por medio de verbos? ¿Solo un lenguaje en acción puede hablar del movimiento, solo los verbos pueden hablar de los ritmos? ¿Solo un lenguaje que danza es capaz de dar cuenta de la danza?
Pero ¿y qué pasa con les bailarines que escriben sobre su práctica? La mayoría de los escritos de bailarines o coreógrafes que rondan las librerías son escrituras experimentales, autobiografías, bitácoras de trabajo, cartas, reseñas, ensayos, notaciones dancísticas, diarios, métodos, literatura, revistas, partituras, etc., en las que es necesario tensar el lenguaje para poder hablar de la danza. Los diarios, por ejemplo, permiten mezclar muchos tonos y tipos de escritura, lo que facilita ampliar los registros del propio lenguaje y mezclarlo con dibujos y garabatos. Las palabras, a veces, insuficientes, nos permiten moldear un otro lenguaje para dar cuenta de lo que hacemos, un lenguaje en continuo cambio, prueba, ensayo, un lenguaje bailado. El bailarín que escribe, en general, no se ciñe a una escritura académica, tampoco a la poesía pura ni a la narrativa, quizás muchas veces se tira unos pasos con los ensayos pero hasta por ahí nomás.
A esta altura se preguntarán ¿por qué dar cuenta con palabras de aquello que difícilmente pueda ser puesto en palabras? La escritura sobre el arte hoy día, e históricamente, es un vehículo de poder y de algún modo determina aquello que se ve y que no se ve, lo que forma parte de la historia y lo que no. Por eso siempre es un territorio en disputa. Les artistas somos, en algún sentido, metahistoriadores, escribimos y hacemos la historia y por eso el esfuerzo de poner en palabras algo del conocimiento que las excede. Otra posible respuesta es que escribimos para acercar, para compartir el conocimiento que genera la danza a otras disciplinas y así poder bailar con otres que no sean necesariamente bailarines. Y finalmente, claro está, porque escribir permite pensar desde otros puntos de vista la propia disciplina, así como filmar, dibujar, cantar y garabatear.
II. Una coreografía de libros
El primer libro que entra en escena es Montevideo Danza (Fin de Siglo, 2022), de Carolina Silveira. Parece que esta coreografía comienza con un solo, pero en realidad son decenas de artistas en un libro que es la compilación de todos los ensayos que acompañaron a las obras en los programas de mano del Ciclo Montevideo Danza, un ciclo fundamental para el campo de la danza contemporánea en Uruguay. Este libro condensa diez años de historia de danza nacional y recibió el Premio a Ensayo sobre Arte y Música, obra édita 2023. Luego de estar situadxs con este primer movimiento solista y polifónico al mismo tiempo, entra con un tono de luz más íntima el segundo libro a escena: Compost (Astromulo, 2023), de Karen Wild Díaz, ganadora del premio de poesía obra inédita 2022 del MEC. Se trata de un poemario que no está escrito estrictamente desde la danza, pero que es claramente un texto corporal, producto de alguien que trabaja con el movimiento, con el peso y con el contacto:
un cuerpo un mente afina así se entibia y se conecta un cuerpo ve a tu piel de pulpa de alga un mente al pie pero invertido por el cristal salpica el agua y la luz a esta hora de la luz.
A través de su poesía, Karen nos presenta un viaje físico que nos confronta con la materialidad de las palabras, nos toca, nos mueve y nos invita a bailar con ella cada vez que la leemos. Este solo nos deja en un tono lírico ecológico que nos prepara para el tercer movimiento. Con un poco más de groove y de la mano de un DJ, se abre paso Soul Training (2023), de Eugenia Silveira Chirimini, que nos propone la práctica homónima que viene desarrollando hace años y que se consolida así como un método y sello personal de la artista. Este solo a ritmo de funk y candombe en realidad es un cuarteto con el Tatita Márquez, nombre que resuena en el texto, el diseño gráfico de Pablo Muñoz Ponzo, artista de la danza y diseñador, y las ilustraciones de Manu Casanova, bailarina e ilustradora.
Poco a poco se empiezan a escuchar otros ritmos y llega a escena el libro Danzas comunes en el Uruguay (Yaugurú, 2022), que contiene textos de Virginia Arzuaga, Federica Folco, Sofía Lans, Andrea Ghuisolfi, Catalina Chouhy, Ángela Alves, Marianela Vicente, Belén Sánchez y el Colectivo Periférico. Acá la propuesta es acercarnos a ciertas danzas sociales o comunales que se bailan en nuestro país como el candombe, el tango, el folclore, la improvisación de contacto, el breaking y las danzas urbanas. El libro reúne distintos tipos de textualidades que van desde el ensayo libre, la entrevista dialogada entre varias voces y la escritura más académica hasta un uso muy divertido del objeto libro, con una diagramación que exige que el lector se mueva también para adentrarse en los ritmos locales que se proponen.
Luego de esta danza enérgica y grupal, viene el último movimiento, casi como una espiral en la que volvemos a ver algunas caras del comienzo. Cierra entonces la publicación virtual Sincronías inciertas (2023), de Lucía Yáñez, salida en texto del proyecto coreográfico del mismo nombre, que comenzó en São Paulo en 2019 y continuó en Uruguay con el apoyo del FEFCA Beca Justino Zavala Muniz. En este caso, y luego de la presentación de la obra en el FIDCU 2021, la autora invitó a tres colegas y a Ana Paula Yáñez, cantante y poeta, a escribir un ensayo libre sobre o a partir de la experiencia de la obra. El resultado son cuatro miradas a la obra, cuatro derivas sentipensantes en torno a la pieza y a la experiencia de cada quien al hacerla y al recordarla.
Citar y nombrar también es no nombrar y no citar, así que hoy hablamos de estas publicaciones pero esperamos que cada vez haya más lugar para todas. Celebramos la escritura de la danza, la escritura desde el cuerpo, e invitamos al/a lector/a a acercarse a estos textos, a hacerlos suyos y a animarse, quizás, a echarse unos pasos, a tirarse unas letras, a jugar y bailar con las palabras y los sonidos, con la musicalidad del lenguaje, con la respiración de la frase, a ritmo o fuera de él, a dejarse tocar y a tocarnos a través de estos textos que nos hablan de un valor que es de todxs y es el de nuestras danzas.
Notas
[1] Apud «Tocando la historia» de Ann Cooper Albright en Sanabria Bohórquez, C.E. et al. Pensar con la danza (2014). Compilación de textos de diverses autores editado por el Ministerio de Cultura de Colombia y la Universidad de Bogotá, p.37.
Productos Relacionados
COMPOST
CONVERSACIONES, ANOTACIONES Y DRAMATURGIA EN LAS ARTES VIVAS: ESPAÑA Y URUGUAY
DANZAS COMUNES EN EL URUGUAY
MATERIA VIBRANTE. UNA ECOLOGÍA POLÍTICA DE LAS COSAS
También podría interesarte
«El movimiento es el vector que nos unifica, nos iguala, todes somos lo mismo frente a él»: el dúo Animale propone otra forma de relacionarse con seres que no comparten nuestras coordenadas de existencia. Y lo hace por medio del bailar, en tanto posibilidad de imaginar mundos en relación.
El dúo Animale propone un nuevo ejercicio, «una escucha total, una escucha corporal, una escucha con toma de postura, una escucha como práctica política». En suma, un manifiesto sobre la posibilidad del encuentro en la escucha, de las artes escénicas a muchos otros territorios.
En esta performance el foco está en el hacer y no en el cómo se ve. Se trata de un ejercicio en el que lo único que releva es lo que ocurre aquí y ahora. Además, se actúa sin esfuerzo. Magdalena Leite y Aníbal Conde exploran la dimensión autotélica de la danza y proponen un curioso ejercicio en torno a ella.
La escritura puede ser vista como una práctica performática. El dúo AniMale propone y registra en estas páginas un ejercicio periódico: «Cada martes entre el 15 de marzo y el 15 de junio a las 15 horas, dedicamos unos minutos a escribir sobre cómo percibimos el cuerpo y el entorno en ese momento». El resultado, como verán, pone en cuestión algo tan cotidiano como el «ahora».
Pensar hacia dónde vamos implica pararse para reconocer dónde estamos, de dónde venimos. Futuros desposeídos, reveladores, ciegos; futuros que jaquean las identidades actuales para abrir un campo de posibilidades. Magdalena Leite y Aníbal Conde, AniMale, conversan y especulan sobre la potencia de las coreografías futuras, en un escenario de diálogo y crisis ecológica.