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A propósito de «El odio que das», de Angie Thomas

«El odio que das» y las lecturas que importan

Por Sofía Aguerre / Domingo 22 de julio de 2018

Sofía Aguerre presenta una brillante reseña sobre un libro que hay que leer: El odio que das, de Angie Thomas. Esta novela juvenil narra sin caer en lugares comunes, y con muchísima sensibilidad, la historia de Starr, una adolescente afrodescendiente que divide su vida entre su barrio, Garden Heights, y su colegio —de mayoría blanca—, Williamson. Para su corta edad, Starr ha vivido situaciones desgarradoras, entre las que se encuentra la muerte de su amigo Khalil, que surge como motor para contar esta historia que conmueve e invita a la lucha por un mundo sin injusticias y libre de racismo.

En la contratapa del libro hay una cita de Kirkus Reviews que dice: «Esta historia es necesaria. Esta historia es importante». Yo no podría estar más de acuerdo.

El odio que das, de Angie Thomas, es una novela de la que se ha hablado mucho en los últimos tiempos, sobre todo ahora que está por salir la adaptación cinematográfica en octubre. No solo porque retrata una problemática vigente, sino porque no lo hace maquillándola o romantizándola. Es una novela dura cuando tiene que ser dura, sin por ello llenar sus páginas de drama innecesario.

El libro tiene como trasfondo el movimiento Black Lives Matter, que protesta contra la violencia racial hacia la comunidad afroestadounidense. Empieza contando el asesinato de Khalil, un amigo de la protagonista, por parte de un policía blanco. Es una escena muy violenta, muy cruda y que llena de impotencia; sin duda, un comienzo que es incapaz de dejar indiferente al lector.

A partir de ese momento, seguimos la vida de Starr, la protagonista. La historia se enfoca en los efectos de este evento sobre ella a nivel emocional, pero también sobre su familia y sobre su comunidad. Starr vive en el barrio Garden Heights, al que muchos se refieren como gueto, por el que tiene sentimientos encontrados. Por un lado, lo ama con profunda ternura. Por el otro, sabe lo difícil que es vivir allí y lo estigmatizado que está, sobre todo por sus propios amigos de Williamson, el colegio —de mayoría blanca— al que la mandan sus padres.

Esto último lleva a Starr a vivir una especie de doble vida y ocultar la realidad de su barrio, de la pena que está viviendo, con tal de no atraer ese tipo de atención sobre ella. Incluso sigue sus propias reglas estrictas sobre cómo comportarse en Williamson para no ser vista como la «típica chica negra problemática». El contraste entre la Starr callada y comedida de Williamson y la verdadera Starr, la que vemos interactuar con su familia y quien nos narra la historia, es enorme. Las líneas se desdibujan un poco con Chris, su novio, con quien se permite ser ella misma, a pesar de que sea blanco y de que el color de su piel cobre otro significado tras la muerte de Khalil.

 La familia de Starr también tiene gran importancia en esta historia. No es uno de esos libros en los que los padres de los protagonistas quedan tras bambalinas. Mav y Lisa Carter se desviven por sus hijos, se preocupan por sus vidas y muestran muchísimo afecto y complicidad. Los momentos familiares son los que aportan una calidez que aplaca un poco lo doloroso del resto de la historia. Además, da pie a planteos muy interesantes sobre qué es la familia y quiénes forman parte de ella, como sucede con el hermano mayor de Starr, Seven, que es hijo de otra madre. El amor que hay entre ellos salta a la vista sin necesidad de que nos lo digan.

Por supuesto, el asesinato de Khalil también tiene un efecto enorme en Garden Heights. El barrio se moviliza y protesta cuando la justicia hace oídos sordos, cuando los medios convierten al victimario en una víctima, una vez más. El libro transmite el sentimiento de comunidad que existe en Garden Heights, así como también plantea muy bien sus problemas. En particular, se centra en las pandillas, la venta de drogas y lo que pasa con los jóvenes. El mismísimo padre de Starr fue pandillero y estuvo preso, por lo que el relato se nos cuenta con cercanía, sin caer en lugares comunes. De cualquier manera, la presencia de las pandillas en la historia y en la realidad de Khalil es muy grande. Sus acciones definen el destino de más de un personaje hacia el final del libro.

El gran fuerte de la novela es el balance justo entre la reivindicación de los derechos y el desarrollo de las relaciones entre los personajes. Sin que una de las narrativas desdibuje la otra, la historia se mueve con fuerza y toca muchos temas que a menudo se omiten en la literatura juvenil, pero que son parte de la realidad para los adolescentes: lo complicado de los lazos familiares, amistades que se desarman, la incertidumbre del futuro, la sociedad en la que vivimos.

Leer este libro es un excelente ejercicio de empatía y una gran oportunidad de recordar que el racismo no es un problema solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. Con lo que aprendemos en esta novela, podemos empezar a escuchar más relatos como este, a parar un segundo y protestar contra lo que es injusto. Está en nuestras manos.

«Esta historia es necesaria. Esta historia es importante». Y tanto.

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