Marzo y proyectos editoriales
Ethos Traductora: una editorial feminista e insumisa
Por Escaramuza / Lunes 11 de marzo de 2024
Gabi Villalba es traductora, formadora e investigadora en el área de la traductología en Argentina y directora de Ethos Traductora. Pero Ethos son otras personas también: Mónica Ayala en la gestión comercial, Mariana Zerman en el diseño, Andrea Romero y Bárbara Poey Sowerby en la edición, varias traductoras, ilustradores e ilustradoras (uno uruguayo) y más.
Gabi, ¿cómo presentarías el catálogo, que llegó a librerías uruguayas el año pasado?
Queríamos pensar un catálogo desde lo que podíamos aportar como traducteres comprometides a una agenda comprometida. Entre la proliferación de traducciones que había en Argentina, nos pareció que había un vacío en dos aspectos diferentes.
Uno era la propia selección de los textos: la mirada de traducter te permite acceder a textos de otras épocas, de otras «ciudadanías», y la pulsión es traducirlos para volverlos accesibles. El feminismo no nació en 2018 ni en el siglo XXI, sino que es una construcción de muy larga data, cuyas enunciaciones fueron invisibilizadas o silenciadas durante siglos. La traducción de esos textos colabora a una historia del feminismo y de los distintos discursos sobre los géneros.
¿Y el otro vacío?
La falta de traducciones «insumisas» de textos canónicos. Tenemos la hipótesis de que la sacralización de los textos canónicos, sumada a la larga lista de restricciones (cuando no prohibiciones) que se nos exigen a les traducteres, vuelven muy finito el espacio de enunciación traductora. Así como a les escriteres se les valora la creatividad, la rebeldía, la irreverencia, el cuestionamiento de las formas, a les traducteres se nos pide que la traducción «no se note», que «respetemos a le autore», que nuestra variedad de lengua la dejemos para la casa, porque «suena agresiva» o «poco literaria», etc. Son ideas muy arraigadas en la cultura, en las prácticas literarias, que no están ni bien ni mal, pero que operan efectivamente en la escritura de las traducciones.
Entonces, nos pareció que estaban faltando traducciones escritas con más libertad y que atentaran de un modo más político (que tampoco nos está permitido) contra las prácticas hegemónicas. No es cuestión de hacer «cosas locas», que estaría buenísimo también, sino simplemente rechazar las restricciones más fuertes: la primera es la de «respetar» el texto. Los textos literarios más valorados (los clásicos) por definición proponen lúdicamente alguna ruptura estética con su tradición. Simplemente nos interesaba proponer versiones que piensen su enunciación desde ese lugar estético, antes que normativamente «correcto».
Vos hiciste tu tesis sobre el uso del español rioplatense en las traducciones y mirando el catálogo las traducciones de Ethos son una propuesta en ese sentido...
Sí, es una segunda restricción, la de la variedad regional de lengua y el uso de registros no cultos: además de la neutralización de formas lingüísticas consideradas «demasiado locales», suele haber una incomodidad ante los registros familiares o vulgares en la traducción, que se manifiesta en distintas formas de «sanción» (las conocidas críticas fáciles a las traducciones o a les traducteres), pero que están muchas veces en los textos que se traducen. Eso nos obliga a les traducteres a andar esquivando todo el tiempo lo que nos imaginamos nos van a criticar cuando salga un libro.
Y una tercera restricción es la de hacer intervenciones explícitas en los textos, para decir algo «distinto de lo que dijo le autore». Como Fulane no usaba lenguaje inclusivo, yo no puedo usarlo. Pero si yo en mis enunciaciones (literarias, académicas o cotidianas) lo utilizo, como decisión política, porque entiendo que hay una posibilidad de cambio en los usos lingüísticos, ¿acaso no puedo construir una enunciación traductora que también lo haga? ¿Acaso quien me lee no es lo suficientemente inteligente como para distinguir que no es Fulane le que usó el lenguaje inclusivo sino le traducter? ¿Por qué asumir como verdad que les traducteres «no debemos», «no podemos», «no nos corresponde»? Al menos, dijimos, hagamos el ejercicio. Obviamente, hay mucha gente que nos critica. Pero también hay mucha gente que nos agradece y nos acompaña.
¿Por qué relevan esos libros desde tu mirada? ¿Qué implicó la cocina de cada uno, cómo se han leído, qué anticipan?
Se me hace un poco difícil responder, porque cada libro es un mundo, cada uno llevó mucho trabajo de elaboración, tanto de traducción como de postraducción. Con Andrea Romero, que revisa las traducciones conmigo, trabajamos mucho antes, durante y después de que se elabora una traducción. En los libros de la colección Estudios se suma la directora de la colección, Bárbara Poey Sowerby, que es una editora que yo admiro mucho, graduada de la carrera de Edición de la UBA y del Traductorado en Francés del Lenguas Vivas «Juan Ramón Fernández» y ¡que es la que nos enseña a editar!
Los libros los voy seleccionando yo pensando en el catálogo y las posibilidades de les traducteres con les que puedo trabajar. En algunos casos también selecciono con elles. Al mismo tiempo, me interesa que sean recién graduades, que sea un proceso de aprendizaje y elaboración conjunto. Los traductorados son lugares donde se forman traducteres muy responsables y comprometides en la reflexión y la práctica de la traducción, pero que son poco valorados por el campo editorial y literario. Yo los veo como semilleros y trato de darle a la editorial las características de un espacio en el que sus graduades puedan desarrollar su potencial.
¿Por qué surgió Ethos y qué papel cumple en este 2024 en Argentina?
Creo que Ethos es bastante el fruto de mis circunstancias, que son más o menos parecidas a las de compañeras con las que comparto formación y trayectorias, como el habernos formado en el Lenguas Vivas «JRF», una institución de nivel terciario de formación de docentes en lenguas extranjeras y traducteres, el haber conocido ahí a Patricia Willson, que nos formó en investigar y pensar la traducción de una manera crítica respecto de la tradicional, el haber cursado otra carrera en humanidades o ciencias sociales, el haber trabajado para el campo editorial y el dedicarnos a la docencia de la traducción. Ese recorrido nos llevó también a militar un proyecto de ley para garantizar los derechos autorales de les traducteres, entre 2014 y 2016.
¿Qué importancia tuvo ese acontecimiento en la formación de la editorial?
Ese episodio, muy puntual, en el que decantó todo lo anterior, canalizó de alguna manera la urgencia de que algo cambiara en la situación tan desigual e injusta en la que nos encontramos la mayoría de les traducteres. La conclusión un tanto pesimista de esa época fue que un proyecto de ley no iba a cambiar las condiciones de contratación y valoración de nuestro trabajo si no producíamos antes un cambio de orden cultural, un cambio en las prácticas, y que eso no iba a ser posible tampoco en el corto ni en el mediano plazo. Entretanto, yo iba avanzando con mi investigación, que me arrojaba datos de que las razones de escribir como escribimos las traducciones tenían más que ver con lo ideológico, con lo arraigado en prácticas culturales, que con otra cosa. Entonces, por 2017 empecé a pensar en el proyecto de la editorial para ensayar prácticas menos dirigidas por el mercado y más pensadas desde lo que les traducteres podemos aportar, y otro poco para ejercitar las prácticas de contratación y las dinámicas de trabajo que les estábamos pidiendo a les editeres.
¿Había un vacío a llenar?
Sí. No se editaban los textos teóricos o de investigación que estábamos leyendo y veíamos ahí una carencia importante en cuanto a desromantizar la mirada sobre la traducción. Lo que ocurrió fue que después de un año o un poco más de armado del proyecto, cuando estábamos por salir con los primeros dos libros, nuestro país se endeudó con el FMI y la economía entró en una gran crisis, que la industria editorial sufrió fuertemente. Después vino la pandemia y después más crisis. Fuimos editando muy de a poco, a un ritmo mucho más lento que el que habíamos proyectado y bajando, mes a mes, año a año, un montón las expectativas. Es muy difícil hoy editar en Argentina, con los costos que tiene imprimir y sin descuidar a les colaboraderes (diseñadora, revisora, traducteres, ilustraderes). Con la nueva situación que estamos atravesando, ya se vuelve imposible. Igual, tenemos varios proyectos pendientes que esperamos que salgan a pesar de todo.
¿La traducción en lenguaje inclusivo ya estaba en otros nichos editoriales?
Cuando tomé esa decisión no tenía conocimiento de otras traducciones en lenguaje inclusivo. Estaba leyendo otras cosas, por mi investigación, y no me había cruzado con esa práctica. Más adelante y con el ojo más atento, pude observar que, en algunas editoriales artesanales, con enfoque de género, habían traducido algún texto, que probablemente estuviera escrito en el idioma extranjero con alguna forma de lenguaje inclusivo. Pero la verdad es que no me dediqué a rastrear el fenómeno. En 2016, un estudiante nuestro, Federico Gianotti, que luego formó parte de la editorial, terminó su carrera con una traducción que decidió hacer con perspectiva de género, por medio del desdoblamiento con barra («traductor/a»). Creo que ahí fue la primera vez que pude trabajar en elaborar un porqué, cómo y para qué utilizar el lenguaje inclusivo en la enunciación traductora.
¿La práctica se propagó desde entonces?
No sabría decirte si se propagó ni en qué magnitud porque no lo estudié. Me da la impresión de que hay otra actitud, pero seguramente no será por la labor de la editorial, sino por los cambios a nivel cultural y, sin duda, por la militancia (trans)feminista. Ethos no inventó nada nuevo, simplemente es uno de los muchos frutos de los estudios de traducción y de los movimientos LGBTTIQNB+.
¿Qué viene por delante?
En unas semanas está saliendo una traducción mía del Borrador para un diccionario de las amantes, de Monique Wittig y Sande Zeig, en la colección Insumises, y estamos haciendo algunos ejemplares de un libro de un pionero de la sociología de la traducción, Jean-Marc Gouanvic, en la colección Estudios. Para este año espero que salgan otros libros que están en cola hace tiempo, como el libro de Annie Brisset de sociocrítica de la traducción (un libro fundamental), varias tesis de doctorado, como la de Griselda Mársico y la mía propia, y un libro con las conferencias de un Encuentro en homenaje a Patricia Willson que hicimos el año pasado, coordinado por Andrea Pagni y Griselda Mársico en el Seminario Permanente de Estudios de Traducción (SPET), del Lenguas Vivas «JRF». Para cuando nos lo permita la economía, tenemos varios proyectos en distintas etapas de producción, a los que no quiero traerles mala suerte, porque está todo muy frágil, pero que incluyen textos literarios, textos de divulgación en glotopolítica e investigaciones exploratorias de investigadoras noveles.
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