Escritura arborescente
Ensayo y ficción en Dahlia de la Cerda
Por Gera Ferreira Rodríguez / Sábado 18 de mayo de 2024
Portadas de «Desde los zulos» y «Perras de reserva», ambos editados por Sexto Piso.
Dahlia de la Cerda «no se queda en la elucubración, en detectar el problema, en la descripción, sino que ofrece caminos, alternativas dialógicas, siendo capaz de transformar la palabra en acción». Los vínculos entre el libro de cuentos Perras de reserva y el ensayo Desde los zulos por Gera Ferreira.
Entrevistada en Intervalo en febrero a propósito de su primer libro, Perras de reserva (Sexto piso, 2022), la escritora y activista mexicana Dahlia de la Cerda (Aguascalientes, 1985) sigue expandiendo su trabajo a paso firme por estos lares. Es que aquellas narraciones no solo le valieron el Premio Nacional de cuento joven Comala (2019), sino que en poco tiempo el proyecto fue traducido a varios idiomas y alcanzó una quinta reimpresión en España. A eso me refería con paso firme.
El año pasado, con la publicación del ensayo Desde los zulos (2023) ―editado también por Sexto piso―, la autora redobló la apuesta y captó el interés regional de manera estridente. Su crítica hacia las teorizaciones del feminismo blanco desde los aportes de los feminismos marginales, no solo trajo al centro del debate un renovado crisol de lecturas, sino que su enfoque personal ―incómodo (por lo directo), estimulante (por lo provocador)―, salió robustecido de ese choque dialéctico. Para confirmar el envión, De la Cerda integró el listado finalista en el VIII Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve, que en esta oportunidad terminó en el Río de la Plata, en las manos de la argentina Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983) con la obra La vida por delante.
A un escenario que podríamos denominar literario en su producción, debemos sumar la veta oral-público-activista, ya que De la Cerda ha desarrollado diversos espacios de opinión (su podcast Morras vs Fundamentalismos es un buen ejemplo), al tiempo que encabeza la colectiva feminista Morras help morras, como cofundadora y codirectora. Entre los cometidos de ese proyecto se busca «la emancipación sexual, reproductiva, económica, política y cultural de las mujeres que habitan en las periferias», según indica la web oficial.
Por otra parte, la personalidad literaria de Dahlia se encuentra tan ligada a su peripecia vital que los caminos habituales de recepción se complejizan ante las modulaciones que adquiere su obra, y esto aplica tanto para lectores iniciados en sus textos como para los que no. Ya sea ingresando por la vía narrativa, a través de los cuentos o textos blogueros, o bien por la ensayística, es necesario adelantar que estos dominios se complementan de manera casi expresa por voluntad de la autora. Ese aspecto tentacular reposa sobre el cuerpo de una voz sólida, en términos de unicidad, y si bien delega territorio anecdótico en las narradoras-personaje de sus historias (los trece cuentos de Perras de reserva), al final del día no puede ocultar el núcleo de polen del que se alimenta su autoficción. Más bien decide contaminar el resto de sus discursos con ese pigmento, por momentos corrosivo, o bien, reparador, siempre honesto, decididamente revulsivo que impregna cada texto.
Por razones prácticas y hasta de preferencia decidí leer primero Desde los zulos y luego pasé a los cuentos de Perras de reserva. Durante el trayecto escuché varios capítulos de podcast, de modo que tuve a Dahlia en mi mente a través de diversos registros. De acuerdo a esta experiencia, les recomiendo que alteren el orden de lectura, o mejor, háganlo al revés que yo, pues de lo contrario no les será nada fácil desvincular la voz ensayística del resto de los materiales una vez culminado el recorrido. Si bien cada veta puede ser explorada de forma independiente (blog, podcast, cuentos, ensayo), el carácter subversivo de su impronta (Dahlia dixit) se posiciona siempre en el centro de escena.
Estoy escribiendo un texto personal, la razón es sencilla: quiero que me conozcan, pero que me conozcan más allá de mi piso político y posturas críticas. Conocen mi parte más reaccionaria, la parte violenta. Esa Dahlia a la que ningún chile le embona y que de todo se queja. Y me gustaría que conocieran una parte más íntima. Así que vine a sobreexhibirme, pásele.
Pero no se queda en eso, sino que desde allí propicia conexiones internas dentro de su producción: si por un lado Perras de reserva lo escribió «como justicia a mis pérdidas», por otro, Desde los zulos se configura como un «texto personal», una épica en cinco partes que va desde sus orígenes hasta el presente, y en la que traza una genealogía alternativa y transversal de los estudios feministas para encontrar su sitio, ubicar su reflexión y posicionar sus saberes más allá del exotismo académico.
En cuanto a los cuentos de Perras de reserva, todos narrados en primera persona, tienen como protagonista a diferentes mujeres, conectadas por los mismos peligros y dificultades, pero con realidades y recursos muy diferentes para hacer frente a un caso de violación, o un aborto, o a un intento de robo, o a un feminicidio, y así. De hecho la tapa del libro prefigura de forma visual un mapa de vínculos entre cada historia, transparentando un hilo conductor entre los personajes, lo cual me pareció una idea excelente.
A propósito de tránsitos y conexiones, en el segundo capítulo de Desde los zulos conocemos un extracto de un relato epistolar con motivo del fallecimiento de su mejor amiga, Edith. Esa coordenada nos envía directamente y en clave de homenaje metaficcional al cuento «La huesera», alojado en Perras de reserva.
Más, en Desde los zulos los lectores no solo se enteran de la propuesta teórica con la que la autora se identifica: también conocen el compromiso que asumen esas ideas en la práctica, en su caso, encontrando un camino de militancia en el acompañamiento de abortos. Bien podría ser este el reverso del personaje de Diana en el cuento «Perejil y Coca-Cola» (Perras de reserva) en el que De la Cerda capitaliza su vivencia de manera visceral, poniéndole el cuerpo al asunto. Y esa no es una metáfora.
Dahlia se define como feminista decolonial antirracista, invitándonos a una lectura profunda y revisionista sobre los feminismos y la realidad latinoamericana, como la que propone ―salvando las distancias― Rosa Ynés Curiel Pichardo, mejor conocida como Ochy Curiel, Doctora en Antropología, cantautora y activista, exponente del feminismo latinoamericano y caribeño. La experiencia orgánica que implica tener calle y venir de abajo, para el caso de Dahlia abre la puerta a un conjunto de saberes intransferibles a partir de los cuales, desde el feminismo negro e interseccional, problematiza una batería de conceptos hegemonizados. Así, aboga por una nomenclatura propia a partir de discutirlos: como el de zulo en oposición al de cuarto propio; el de naquitud en oposición al de mujeritud; el de morritas en vez de niñas, en vez de feminismo blanco, feminismo de los zulos, entre otros conceptos que la autora discute (patriarcado, separatismo, sororidad, por mencionar algunos).
Apostar a un feminismo desde lo zulos es mirar profundo, como dice Lorde, empatizar con les otres las violencias que han vivido y analizar qué conecta esas violencias con las que nosotras hemos vivido, entender que forman parte de la misma matriz y trabajar juntas para subvertirlas. [...] Un feminismo desde los zulos es un feminismo que priorice a las salvajes, a las otras, a las periféricas, a las groseras, a las que todavía huelen a lodo.
El recorrido de lecturas que propone Dahlia en Desde los zulos va más allá del trasfondo argumental de sus postulados, que de por sí constituye un aporte de valía en su trabajo. Asimimo, sirve de guía para ensayar nuevas aproximaciones al tipo de enfoque feminista que propone la autora. Ya sea en cuerpo de texto o en la elección de paratextos punzantes, la presencia de autoras como Cherríe Moraga, Audre Lorde, Houria Bouteldja, Gloria Anzaldúa, Itziar Ziga, Chela Sandoval, Reshma Saujan, Soraya Chemary, María Lugones, Sojourner Truth, Yuderkis Espinosa, bell hooks, Rafia Zakaria y Wadia N Duhni, dan cuenta de un enfoque marginal y marginado, que la autora busca organizar y reposicionar en torno a su voz, conformando un bloque de resistencia colectiva contra el clasismo, el racismo y la jerarquización sexual.
Como suele ocurrir cuando uno se topa con escritores y escritoras cuya fuente creativa se nutre de la filosofía, sin tapujos ni retraimientos, el producto que emerge de su praxis escritural suele tener un fuerte componente reflexivo y teórico que es acompañado por un tipo de escritura arborescente. Esta encuentra en el ensayo el mejor sitio para plasmar su hibridez disciplinar, por razones de extensión, organización del discurso, estructura formal de la propuesta y más. En el caso de De la Cerda, casi podría decirse que en Desde los zulos escribe como habla, que no es lo mismo a decir que escribe como piensa, porque en el medio aparece la escritura. Puede que en este sentido, en cuanto a estilo se refiere, el de esta autora no sea particularmente vistoso, ni elaborado en cuanto a la utilización de los recursos habituales que rodean la retórica discursiva propia del ámbito académico, sino que su verdadera potencia verbal radica en la formulación tonal y en el nivel de homogeneidad y convencimiento que el texto alcanza. Es decir, no se queda en la elucubración, en detectar el problema, en la descripción, sino que ofrece caminos, alternativas dialógicas, siendo capaz de transformar la palabra en acción: «Tenemos que hablar sobre la importancia de construir un feminismo más allá de la blanquitud. Un feminismo articulado más allá de la opresión por sexo. Un feminismo que no universalice la experiencia de las mujeres bajo la excusa del “género”. Porque si el feminismo no es para todas, no sirve».
A la gente, a mucha (claro que hay gente que piensa que soy una ridícula attention whore que hace cosas culeras y se justifica en que está loca), de verdad que a mucha gente le mama mi personalidad: esa dualidad de anti-heroína, el equilibrio entre valer verga durísimo pero que al mismo tiempo me valga verga literal todo; que presuma ser ojete y lo vea como cualidad, que me guste desatar incendios con mis opiniones.
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