viajes
Entre la postal entrañable y la función que efectivamente cumplen, los faros siempre han despertado curiosidad y misterio. Mintxo reseña Breve atlas de los faros del fin del mundo, de González Macías (Menguantes, 2020), un libro exquisito que se adentra con historias e ilustraciones en faros únicos en los cinco continentes.
La literatura de viajes debe instar a moverse, a ir tras los pasos de quien la escribió. O, por lo menos, a imaginarse el periplo. Mintxo reseña Periodistán – Un argentino en la ruta de la seda (Futurock, 2020), de Fernando Duclos, va de forma imaginaria por esas rutas y le vienen ganas de tomarse unos mates con el autor.
¿Qué pasó con ciertas especies, que no las vemos más? Rosario Lázaro escribe sobre el otro día, cuando un campo junto al mar se llenó de mariposas y recuerda la abundancia de la vida en tiempos no demasiado remotos. También relee a Patrik Svensson y a Richard Flanagan, por la senda del espanto frente a todo lo que ya fue.
El registro de la experiencia del viaje no es novedad de la era tecnológica. Teresa Porzecanski relee Los viajes de Marco Polo y describe el lugar de esta obra en la literatura de viajes. El rol del viajero, así, es el de «constituirse en intermediario entre aquello raro o nuevo, maravilloso o monstruoso, y los lectores que harán de ese relato una leyenda, una ensoñación, o una fuente de temor y misterio».
En el último paseo de la serie «Sydney: crónicas desde el Botánico», son los Melaleuca quinquenervia la especie arbórea que acapara la atención de Rosario Lázaro Igoa. Se encuentran en Australia, se consideran invasores en Estados Unidos y en su asedio se deslizan con sigilo en la profundidad de los sueños.
Los jacarandás se tiñen de violeta para anunciar la llegada de la primavera, el mismo pigmento intenso que baña las calles en Brasil, Australia o Uruguay. También los recuerdos se empañan de su color y con nostalgia nos trasportan a las calles, edificios y esquinas que alguna vez habitamos, y que, como en Los pasajes comunes, ya no coinciden con la realidad.
Cuando el cuerpo se siente limitado y la movilidad se ve circunscripta, la mirada, ansiosa y urgente, se arroja en los detalles y emprende vuelo sobre las formas. En el Jardín Botánico de Sydney, la mirada de Rosario Lázaro Igoa se concentra en los ibis, en el arte, en las palabras recién leídas de María Gainza, en la vidas ajenas.
Ni el viento furioso ni las lluvias tempestuosas logran perturbar la aparente normalidad del Jardín Botánico de Sydney. Acompañada de Byobu, la prosa poética de Ida Vitale y un ligero y primaveral aumento de la temperatura, Rosario Lázaro Igoa revisita a los almaceneros y ahorradores cactus.
Cada jardín es un paraíso, cercado, amurallado incluso, en el que los humanos nos acercamos a la Naturaleza, intentamos domesticarla, moldearla o simplemente, observarla en su diversidad. Rosario Lázaro Igoa recupera las notas del jardinero, botánico y paisajista Gilles Clément y nos invita a observar el jardín como lugar en que se cruzan la horticultura, la ciencia y la historia.
Palmeras, araucarias, grevilleas y también el desierto. Entre la naturaleza introducida y domesticada, su versión salvaje, por momentos inhóspita. Rosario Lázaro Igoa, desde el Jardín Botánico de Sydney, recorre los caminos de Voss, la gran novela del también australiano Patrick White.
Once relatos conforman Dinosaurios de otros planetas, de la irlandesa Danielle McLaughlin, un libro editado por Alter ediciones (2020) y traducido por nuestra colaboradora Rosario Lázaro Igoa. A través de sus palabras nos adentramos en bosques irlandeses, en ambientes domésticos y recuerdos pegajosos, y en la cuidada experiencia de traducción que supuso la publicación.
Un cuaderno amarillo y otro abandonado unen a las escritoras Rosario Lázaro Igoa y Helen Garner. Ambas escriben, anotan y crean entre la efímera frontera de la ficción y no ficción. Desde el recuerdo de un bar en Melbourne, Rosario Lázaro nos presenta los diarios y otras novelas de la escritora autraliana.
Entre islas ha viajado y ha vivido Rosario Lázaro Igoa, autora de una crónica que nos conduce a las fronteras del mar, a paraísos remotos que coquetean con un aislamiento que puede volverse infernal, a territorios que tal vez nunca aparezcan en los mapas.
Nos aislamos, pero la memoria y los recuerdos siguen viajeros entre andenes. Las palabras de Rosario Lázaro Igoa nos transportan con nostalgia hasta la estación central de Amberes/Antwerpen, donde nos esperan el escritor W. G. Sebald y su enigmático extranjero Jacques Austerlitz, errático y huérfano de patria.
Entre el Atlántico y el Pacífico, entre versos y lenguas, entre la bruma salada y la tierra frondosa, Rosario Lázaro Igoa nos espera con un poema. Desde la isla de hawaiana de Kauai, nos invita a leer al poeta estadounidense William Carlos Williams en la traducción poética de Octavio Paz.