Cartas escritas en un avión, cartas que aprehenden una temporalidad diferente en la que se materializa lo imposible. La artista británica Celia Paul (1959) ha sabido corresponderse en ausencia con su admirada Gwen Jhon (1876-1939). Según Gabriela, «ese cariño que traspasa el tiempo y la distancia y se suspende en las ideas es de las cosas más hermosas».
El repaso por la presencia de los Felis silvestris catus en las letras uruguayas desde 1820 le sirve a Alejandro Ferrari para analizar El país de los gatos (Ginkgo, 2024), nuevo libro de Fabián Muniz. En este sentido, observa el lugar que ocupan los felinos en la novela, pero también advierte que: «La prosa de Muniz es afiatada, eufónica: es un poeta que novela, cuidando el lenguaje».
Conversamos con la escritora y periodista venezolana a propósito de Atrás queda la tierra (Seix Barral, 2024), una obra que es memoria de una Venezuela sometida a un régimen que parece inamovible y donde todo es «tan violento y tan veloz» que todos se preguntan si algún día se sale de ahí.
Colaboradoras y colaboradores de Intervalo nos cuentan cuál fue el libro más marcante de sus 2024. No es el mejor, o tal vez lo sea, sino aquel más indeleble de este año que se fue. Las razones cada quien se ocupa de ponerlas por escrito. Mañana publicamos la segunda parte, con más y más recomendaciones.
María Teresa Andruetto comparte el recorrido de su formación como lectora en Una lectora de provincia (Ampersand, 2023), de la Colección Lectores. Porque más importante que escribir es leer, Andrés reflexiona: «Si luego se leerá para recordar lo leído, para volver sobre aquello que no se pudo descifrar, también se leerá para recordar de dónde venimos, qué caminos y qué desafíos hubo que sacar adelante».
Si están pensando en libros para llevarse de vacaciones, Cecilia Ríos recomienda La mujer anfibio, de Cristina Sánchez-Andrade (1968). «No era fácil la vida en un pueblo costero durante la dictadura de Franco, y en el clima de la novela convergen los asuntos políticos y la dureza de la vida en el mar, la pobreza y la maledicencia, las ganas de olvidar y la imposibilidad de librarse de los recuerdos».
Sobre caminar y escribir, y por qué a veces son la misma cosa, una crónica especial de Soledad Gago: «Vine a la Antártica para escribir. Vivo en la Base Científica Artigas desde hace casi un mes, cuando subí a un Hércules de la Fuerza Aérea que aterrizó en una pista cubierta de hielo». Durante una caminata hacia un glaciar, revisa sus pasos y dialoga con obras sobre el frío y el continente blanco.